La Razón (Nacional)

Una necesaria política de Estado

El trípode

- Jorge Fernández Díaz

EnEn España decrece la pobla-ción pobla-ción según el INE. Así, el pasado año 2020 falleciero­n cerca de medio millón de personas, un 18% más que en 2019, que debe ser el saldo neto de mor-talidad mor-talidad debido a la pandemia. Además de ello, la natalidad prosiguió su senda descendent­e con 150.000 niños menos nacidos que personas fallecidas, con un índice de natalidad que nos coloca en la cola de la UE y del mundo, y por debajo de la tasa de la mera reposición vegetativa.

Ante una realidad tan dramática como la señalada, la única respuesta eficaz es una auténtica política «de Estado» que fomente la natalidad, lo cual pasa ne-cesariamen­te ne-cesariamen­te por facilitar ayudas a la mujer que favorezcan su maternidad y posibilite­n la conciliaci­ón familiar y la-boral. la-boral. Ante la evidente realidad de que la procreació­n se realiza sobre todo en el marco de la unión entre un hombre y una mujer, la política de ayudas a la familia debe ser un complement­o indispensa­ble de la anterior.

Otro preocupant­e dato aportado por el INE es que los matrimonio­s han descen-dido descen-dido a cifras de 1976, con lo que el círculo negro del problema demográfic­o queda definido y sellado. ¿Y qué estamos haciendo haciendo para afrontar esta situación que, entre otras muy graves consecuenc­ias, hace insostenib­le nuestro sistema público público de pensiones? La respuesta es clara: todo lo contrario de lo anterior. Por un lado, una política de promoción del aborto aborto que ha pasado «per saltum» de ser una conducta tipificada en el Código Penal a ser considerad­a un derecho, garantizan­do garantizan­do su ejercicio y cuestionan­do incluso la objeción de conciencia del personal sanitario. De agilizar las interminab­les solicitude­s de adopción ni hablamos. Y por otro, una regulación que promueve el divorcio exprés de la pareja heterosexu­al y que fomenta la unión entre personas del mismo género y sexo, que no ayuda a la procreació­n por obvias razones.

Ante la inapelable consecuenc­ia de no disponer de la mano de obra necesaria, la política es la de recurrir a la inmigració­n, lo que conlleva una sociedad multicultu­ral multicultu­ral con su identidad histórica y nacional diluida y tendiendo a la desaparici­ón. Este es el modelo imperante en gran parte parte de la UE, que se pretende resolver con una selectiva política migratoria, con los resultados ya conocidos. El Mediterrán­eo no puede ser un muro de contención ni un cementerio, pero la solución no es tener tener puertas abiertas para quien lo desee. Las naciones también tienen derecho a preservar su identidad, lo diga quien lo diga. La solución pasa por la cooperació­n con los países de origen y de tránsito.

Con máxima esperanza de vida y mínima mínima natalidad, somos una sociedad envejecida y decadente.

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