La Razón (Nacional)

A vueltas con la amnistía

- José Ignacio Palacios Zuasti José Ignacio Palacios Zuasti fue senador por Navarra

EnEn enero de 1976, en la plaza de Cataluña de Barcelona, presen-cié presen-cié una manifestac­ión en la que se gritaba « Libertad, amnistía y estatuto de autonomía». Enton-ces, Enton-ces, en el País Vasco, se reivindica­ba la lega-lización lega-lización de la ikurriña, la oficialida­d del eus-kera, eus-kera, la reintegrac­ión foral y la amnistía. Y 18 meses antes, en el verano de 1974, el prínci-pe prínci-pe Juan Carlos, Jefe de Estado en funciones, tuvo un contacto indirecto con el secretario general del PCE, Santiago Carrillo. Fue en París, a través de José Mario Armero y Nico-lás Nico-lás Franco Pascual de Pobil, y como Carrillo cuenta en sus memorias, lo que a estos les dijo fue que «la muerte de Franco debe ser el fin de la dictadura. Nada de continuism­o. La ruptura con el pasado debe dar paso a un sistema basado en el sufragio universal, li-bertad li-bertad sindical, de partidos y amnistía polí-tica.» polí-tica.» Como podemos ver, entonces, los que demandaban la amnistía no eran los fran-quistas fran-quistas sino los contrarios al «régimen ante-rior». ante-rior».

El 30.07.1976, 26 días después del nombra-miento nombra-miento de Adolfo Suárez como presidente del Gobierno, en un Consejo de Ministros celebrado en La Coruña, presidido por el Rey, se concedió una amnistía para los deli-tos deli-tos de intenciona­lidad política y de opinión tipificado­s en el Código Penal y en las Leyes Penales especiales de la que quedaron ex-cluidos ex-cluidos los delitos de terrorismo. Esta medi-da medi-da de gracia fue considerad­a insuficien­te por la oposición. Por eso, como reconoció monseñor monseñor Uriarte en 2018, en vísperas de las elecciones elecciones generales de 1977, los obispos vascos viajaron a Madrid para entrevista­rse con Suárez y pedirle una amnistía total. Suárez también recibió –10.05.1977– a los representa­ntes representa­ntes de los partidos nacionalis­tas y a estos, y con relación a la amnistía les dejó entrever que después de las elecciones saldrían todos los presos a la calle.

Dicho y hecho. Tres meses después de celebrados celebrados esos comicios, Adolfo Suárez, encargó encargó a José Pedro Pérez Llorca, que era representa­nte representa­nte del Gobierno en la Comisión de Urgencia Legislativ­a, organismo creado para adecuar la legislació­n franquista a las normas normas de un Estado democrátic­o, que negociara negociara una ley de amnistía con el entonces diputado del PNV, Xabier Arzalluz. Ambos se reunieron en secreto en casa del letrado del Consejo de Estado, José María Martín Oviedo, en la calle Claudio Coello 120 de Madrid, para debatir sobre la amplitud y el alcance que debía tener esa amnistía. Arzalluz Arzalluz dijo: «Tenéis que hacer un esfuerzo para que no quede un solo preso de ETA en la cárcel». « Eso no es tan fácil. Muchos de ellos tienen delitos de sangre. Y, además, son delitos delitos de hace quince días. Delitos de sangre contra nosotros, los demócratas, no contra el anterior régimen» arguyó el de UCD. « Hay que intentarlo. Si no, el País Vasco arde», insistió insistió Arzalluz. « Pero si muchos de los atentados atentados no han sido contra el anterior sistema, sino contra nosotros …» replicó Pérez Llorca. Y Arzalluz, utilizando por primera vez el término término de «chicos equivocado­s» para referirse a ETA, le respondió: « Es que son unos chicos equivocado­s. Por eso, no se los puede condenar». condenar».

El resultado de esa negociació­n fue la amplia amplia amnistía que se aprobó el 15 de octubre con tan sólo dos votos en contra. Al término de la votación los miembros del Gobierno y los diputados aplaudían felices pensando que iba a ser el bálsamo que hiciera desaparece­r desaparece­r a ETA porque, con ella, se había borrado borrado la huella de todos sus crímenes y sus terrorista­s terrorista­s habían quedado limpios. Pero esa medida de gracia no sirvió de nada, como tampoco sirvió la aprobación de la Constituci­ón, Constituci­ón, ni los estatutos de autonomía, ni la creación de parlamento­s y gobiernos en Euzkadi y Cataluña, ni los conciertos económicos económicos vascos que vendrían después. Nada colmó a ETA que siguió matando y con mucha mucha mayor intensidad. Así, en 1976 los muertos muertos por terrorismo fueron 33; en 1978, 113 y en 1979, 247.

Pero la amnistía sirvió para que atentados como el de un año antes –4.10.1976– que costó la vida de Juan María Araluce, presidente presidente de la Diputación de Guipúzcoa, de su conductor y de tres policías de su escolta, quedase impune. Porque, como declaró cuarenta cuarenta años después –10.04.2017– su hija, Maite Araluce: « Las familias de las víctimas no saben quiénes fueron los autores de esa masacre. Estos, ni han pagado por esos crímenes crímenes ni lo van a hacer porque la amnistía fue un borrón y cuenta nueva... Estas víctimas víctimas no tuvieron derecho a la justicia porque esos casos que fueron limpiados por la amnistía amnistía ni se investigar­on, ni hubo detenidos, ni hubo juicio.

Por tanto, si los que al comienzo de la Transición Transición demandaban la amnistía de 1977 ahora ahora quieren revisarla, que ésta alcance a todos. También a los de ETA.

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