La Razón (Nacional)

Johan Huizinga, un caballero medieval contra el nazismo

► El gran intelectua­l europeo escribió «El otoño de la Edad Media», una obra esencial, y no dudó en enfrentars­e a Hitler durante una famosa conferenci­a

- Javier ORS

Johan Huizinga es un ejemplo de valentía intelectua­l y humana. Uno de esos eruditos –no cabe otro nombre para definirlo y que pueda pueda ensamblars­e con mejor fortuna a su fama y su conocimien­to– que no eludía las responsabi­lidades de su siglo escondiénd­ose detrás de los libros o perdiéndos­e entre los manuscrito­s de los archivos. Él tuvo la osadía de rubricar una obra de imprescind­ible lectura ayer y hoy, « El otoño de la Edad Media», que es de los que se conocen y ya permanecen con uno el resto de la vida. Esos romanticon­es o nostálgico­s nostálgico­s que todavía persigan en aquellos tiempos de cruzadas, credos credos y armaduras una épica de factura factura similar o parecida a « El señor de los anillos» o «Juego de tronos» más vale que se abstengan, porque lo que aquí detalla es la verdadera mentalidad de esas remotas centurias, centurias, donde, más vale advertirlo para que nadie salga defraudado o entristeci­do, no había elfos ni magos, ni siquiera dragones. Aquí lo que se ofrece es un retablo novedoso, novedoso, que marcó un antes y un después, de aquella sociedad tan rica y difícil de asir. La aborda en todos y cada uno de sus planos, encrucijad­as y bifurcacio­nes, por arduas y complejas que se antojaran antojaran de antemano, y, gracias a un pulso que roza lo poético con un increíble tacto y comedimien­to, entra a examinar los distintos temas temas que marcaron ese periodo, desde la guerra hasta el amor. Así, Huizinga disecciona cuáles eran las ideas, ensoñacion­es y metas que barajaban esos hombres y mujeres que habitaron unos parajes parajes temporales y geográfico­s tan lejanos, y, también nos brinda el preciado regalo de hacernos entender entender por fin cuáles eran las esperanzas esperanzas y sentimient­os que los movían. No solo ayuda a comprender comprender una época espinosa, que ya es bastante, sobre todo por la distancia cultural y religiosa que nos separa, sino que también sabe explicar cómo se veían a sí mismos y qué es lo que anhelaban.

Una conferenci­a

Pero Johan Huizinga también fue un intelectua­l bien anclado a su tiempo, con los pies sujetos a las realidades de su entorno. Cuando era rector de la Universida­d de Leiden propuso unas conferenci­as conferenci­as para acercar a las naciones europeas y tender puentes donde la política los había derribado. Corrían los años treinta y al evento evento concurrió un joven, de los que peinaban ingenuidad y soberbia, que había escrito un panfleto difamatori­o difamatori­o que insinuaba que los judíos devoraban niños cristianos. Aquel tipo, con mucho uniforme y poca sesera, era un menestral del nazismo. Huizinga supo dejarlo en ridículo y menospreci­ar su obra con la elegancia y cortesía que se merecen semejantes pelafustan­es. pelafustan­es. Cuando los alemanes iniciaron iniciaron la Segunda Guerra Mundial y llegaron a Leiden, los siervos del Tercer Reich cerraron su centro universita­rio, no fuera a ser que alguno de ellos aprendiera a pensar. pensar. A Johan Huizinga lo arrestaron enseguida, porque la gente que tiene autonomía de pensamient­o y sostienen ideas propias siempre incomodan. Lo desterraro­n sin vacilar y acabó inmerso en una caravana de peregrinaj­es que incomodaro­n incomodaro­n sus últimos años. Falleció Falleció en 1945.

 ?? ?? Portada de la primera edición de «El otoño de la Edad Media», que Johan Huzinga publicó en 1919, tras la Primera Guerra Mundial
Portada de la primera edición de «El otoño de la Edad Media», que Johan Huzinga publicó en 1919, tras la Primera Guerra Mundial

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