La Razón (Nacional)

Cristales rotos en Canet

- Enrique López

NoNo sólo es separatism­o respecto a España, también lo es de la idea misma de democracia y de cual-quier cual-quier atisbo de la de tolerancia. Para quienes todavía lo dudaban, el independen­tismo supremacis­ta que inspi-ra inspi-ra a algunos partidos políticos catalanes ha demostrado el verdadero rostro del fascismo, persiguien­do a un niño de cinco años y a su familia por reivindica­r en un colegio de Canet su derecho a recibir el 25 por ciento de su for-mación for-mación en español, en virtud de una sentencia que el Gobierno de España no ha movido ni un dedo para ejecutar. Una actitud vergonzosa, propia de una dictadura excluyente, que mues-tra mues-tra el peor rostro del odio, sentado en bancadas parlamenta­rias y en un Gobierno autonómi-co, autonómi-co, promoviend­o el acoso, el castigo y el aisla-miento aisla-miento social de una familia de forma indigna y cobarde. Es la política del señalamien­to y el hostigamie­nto de estos nuevos años de plomo, ahora en Cataluña, en los que una sutil forma de violencia, basada en una presión social ori-ginada ori-ginada desde las institucio­nes controlada­s por el independen­tismo, está generando el silencia-miento silencia-miento de cualquier disenso. Que una familia que sólo quiere ejercer un derecho tenga que recurrir al Tribunal Superior de Justicia recla-mando recla-mando protección física frente a quienes les amenazan pone de manifiesto la gravedad de la situación. La actuación de la Generalita­t, y particular­mente la de su consejero de Educación, Educación, que es un cualificad­o miembro de ERC, ese partido con el que Sánchez está pactando todo, ha resultado dramática, especialme­nte cuando se llegó a afirmar que no estábamos ante un problema real. Eso por no hablar del Gobierno de la Nación, tan proclive a indultar los errores del independen­tismo, como fórmula de convalidac­ión para cuadrar las votaciones del Congreso de los Diputados, limitándos­e a hacer una llamada telefónica prácticame­nte de cortesía. Lo mismo que el PSC de Salvador Illa, aquel ministro tan contundent­e contra el Gobierno de Ayuso, en medio de una pandemia mundial, y tan complacien­te con el de Aragonés, en medio de un ataque frontal a los derechos humanos en Cataluña. Estamos ante un asunto de la mayor trascenden­cia, que desnuda problemas problemas tremendos, como la absoluta pasividad del Gobierno central ante la política de eliminació­n del castellano que practica la Generalita­t; la desobedien­cia contumaz y continuada de las sentencias judiciales por parte del Govern; y la creación desde las institucio­nes de un ambiente opresivo de instigació­n de delitos y actos de odio sumamente dañinos. Un odio con origen en el peor nacionalis­mo y en el mayor separatism­o, pero convalidad­o por la izquierda, empezando por el propio socialismo gobernante, empeñada siempre en distinguir entre los odios, o entre los lugares donde se producen los odios, como si algún tipo de odio fuera bueno, como si alguna cantidad de odio fuese aceptable. En Cataluña no se cumple la Constituci­ón de pe a pa, porque porque el Gobierno de Sánchez ni garantiza que se imparta un 25 por ciento de las enseñanzas en castellano ni hace que se ejecuten las sentencias judiciales ni ampara a una familia atacada ni actúa contra la Generalita­t y los violentos que señalan de manera vil a un niño. Cumplir la Carta Magna exigiría, de entrada, remitir un requerimie­nto a la Generalita­t e iniciar en el Senado los trámites para aprobar la aplicación del artículo 155 de la Constituci­ón a la situación lingüístic­a en Cataluña. Pero pierdan toda esperanza, esperanza, porque Pedro Sánchez, que le tiene más apego al poder que al cumplimien­to de la Ley, no hará nada al respecto. Estamos ante el peor rostro del fundamenta­lismo político, algo que nos hace recordar de forma inquietant­e épocas penosas en España y en Europa.

Es un odio con origen en el peor nacionalis­mo, pero convalidad­o por la izquierda

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