La Razón (Nacional)

Crisis de Estado

- Enrique López

QueQue los teléfonos del presidente del Gobierno y la ministra de Defensa hayan sufrido una intrusión, con extracción de archivos a través de un ataque «externo», es un hecho grave que afecta al Estado, daña a nuestra demo-cracia, demo-cracia, debilita nuestra reputación como país y revela una imagen de vulnerabil­idad en un mo-mento mo-mento en el que nos estamos jugando mucho en el contexto internacio­nal. Un asunto claramente de Estado en el que el principal partido de la oposición ha dado muestras de responsabi­lidad, prudencia y fortaleza superiores a las que ha dado el conjunto del Gobierno, y ya no digamos los partidos que teóricamen­te y de forma siem-pre siem-pre interesada le apoyan. No es incompatib­le con una lealtad de Estado que quien encarna y representa la alternativ­a al sanchismo haya puesto de relieve lo sospechoso que ha resultado el alarde publicitar­io y el momento elegido, un año después de producirse la intrusión, para informar del suceso, paradójica­mente con más transparen­cia que la que se usa con las Cortes Generales para responder sobre los vuelos ofi-ciales ofi-ciales del presidente del Gobierno, cuyo coste y frecuencia se niegan con amparo del secreto oficial. Las sospechas eran lógicas. Aparte de las elucubraci­ones que se quieran hacer respecto al solapamien­to de encuestas muy desfavora-bles desfavora-bles o la contraprog­ramación de un gran evento institucio­nal, ha parecido evidente la intenciona­lidad intenciona­lidad de mezclar un grave ataque al Estado con el artificios­amente exagerado culebrón de las escuchas al independen­tismo. Como las comparacio­nes son odiosas, ni siquiera deberíamos deberíamos recordar que el recién reelegido presidente presidente francés, Emmanuel Macron, siguiendo un manual no escrito para estos casos, y que no es el manual de resistenci­a del sanchismo, se abstuvo de denunciar un espionaje similar a su teléfono móvil hace también un año. Y es que, si algo debe dejar claro esta crisis, es que los asuntos de Estado no se pueden utilizar en beneficio de los actores políticos. La oposición al Gobierno parece saber mejor que el propio Gobierno Gobierno que un episodio que puede que sea grave no puede esgrimirse, menos aún magnificar­se, por razones partidista­s, primero, porque es inmoral, inmoral, y segundo, y sobre todo, porque reduce y minimiza la capacidad de nuestro país para transmitir firmeza y tranquilid­ad y aumenta las posibilida­des de trasladar una imagen de debilidad debilidad interna y externa que España no se merece, mucho menos en el actual marco de guerra híbrida híbrida en suelo europeo y a un mes de celebrarse en Madrid la trascenden­tal cumbre de la OTAN. Por si no fuera bastante, esta situación ha revelado revelado la contradicc­ión esencial del sanchismo, que, si de verdad le preocupa la seguridad de la informació­n sensible, debería haber negado la entrada de ERC, Bildu y la CUP en la comisión de secretos oficiales del Congreso de los Diputados, un error en términos democrátic­os, políticos e incluso diplomátic­os que ya ha sido consumado. consumado. El primer resultado de la suma de tantos errores está a la vista de todos: un Gobierno aún más dividido, en el que además de los partidos coaligados y las formacione­s asociadas, están divididos los ministros que comparten siglas con el presidente. Si le quedara un ápice de responsabi­lidad responsabi­lidad activaría el reloj de la democracia. La legislatur­a no aguanta más. Es necesario que las urnas expíen -con X- las culpas y errores de una mayoría parlamenta­ria basada en el pacto de Fausto con el diablo, que empezó siendo una película de Frankenste­in pero que nunca alcanzó alcanzó la altura de una de James Bond. Pero lo grave de todo es que quien realmente ha generado un gran problema de seguridad nacional al estado español es el propio presidente del Gobierno.

Quien ha generado un gran problema de seguridad nacional es el presidente del Gobierno

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