La Razón (Nacional)

El sínodo de la sinodalida­d madrileña

- Jorge Fernández Díaz

HayHay noticias que se co-mentan co-mentan con alegría, con esperanza (como virtud teologal o como optimismo laico), pero en todo caso con profunda satisfacci­ón al conocerlas y, por ello contribuim­os a contarlas. Pero como es normal, tam-bién tam-bién se producen acontecimi­entos que se convierten en noticias negativas y tris-tes, tris-tes, que generan desengaño, preocupa-ción preocupa-ción y frustració­n. Ante esta situación, caben dos actitudes: silenciar y ocultar estos hechos para evitar ser considerad­o un gafe transmisor de malas nuevas o, por el contrario, discernir si es un deber moral contribuir en dar a conocer la ver-dad ver-dad de lo sucedido en la medida en que puede ayudar a rectificar.

Traigo a colación este exordio inicial porque personalme­nte me encuentro en la tesitura de creer que es procedente comentar un acontecimi­ento ocurrido este pasado sábado en Madrid con un éxito descriptib­le: la «clausura o con-clusión con-clusión de la fase diocesana del Sínodo de la Archidióce­sis de Madrid». Vaya por delante que el mero enunciado del evento no es como para entusiasma­r a la ciudadanía en general y a la feligresía en particular, máxime en una sociedad profundame­nte seculariza­da y camino de una apostasía que ha dejado de ser «silenciosa» –como ya afirmara hace ahora veinte años san Juan Pablo II en su exhortació­n postsinoda­l «Ecclesia in Europa»– para pasar a ser «pública y ruidosa» en la actualidad.

En el conjunto español y europeo, la Villa y Corte madrileña ha dado y sigue dando sobradas muestras de encontrars­e encontrars­e en una muy elevada posición en el ranking –si lo hubiere– de práctica religiosa religiosa católica. Para comprobarl­o, basta acercarse a cualquier iglesia, templo, convento o parroquia un domingo o fiesta de precepto. También constatar el fervor popular que acompaña las fiestas del calendario litúrgico madrileño: la Almudena, Almudena, San Isidro, etc. Por tanto, no es fácil explicar la visible ausencia de fieles que ocuparan las miles de blancas sillas preparadas entre la puerta principal de la Catedral de la Almudena y la Plaza de la Armería para participar en la Misa solemne presidida por el Cardenal Arzobispo Arzobispo y en su previo debate. ¿No será que quizás la música, el formato, los actores actores y actrices, los temas y textos de este debate, muy similar a los precedente­s llevados a cabo para ejercer la «sinodalida­d», «sinodalida­d», no sean los más adecuados para incidir en una Iglesia más participat­iva o más «sinodal», que es lo que al parecer se lleva ahora? Sinodalmen­te o no, nuestra fe se fundamenta en Jesucristo, al que siempre vamos y volvemos a través de Su Madre, Madre de la Iglesia y Madre nuestra.

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