La Razón (Nacional)

La paradoja de Lopetegui

► El técnico vasco meterá al Sevilla por tercera vez consecutiv­a en Champions, objetivo confeso del club, pero su puesto peligra

- Lucas Haurie,

Las eliminacio­nes ante West Ham y, sobre todo, Betis pesan mucho en el balance de Julen

« El objetivo del Sevilla es hacer de la Liga de Campeones nuestro nuestro campamento base». Así se expresaba Pepe Castro el pasado pasado verano, cuando Julen Lopetegui Lopetegui se aprestaba a dirigir a los sevillista­s por tercera campaña consecutiv­a tras haberse clasificad­o clasificad­o cuarto, puesto de Champions Champions asegurado sin sufrimient­o sufrimient­o ni suspense, en las dos campañas anteriores. En este final de curso, sólo una hecatombe hecatombe improbable impedirá a los sevillista­s clasificar­se por tercer año consecutiv­o para la máxima competició­n continenta­l. continenta­l. Ahí está el ansiado «campamento base». Y, sin embargo, embargo, es muy probable que el entrenador no siga pese a tener contrato hasta junio de 2024. ¿Raro? Según y cómo.

Se dice que una gran expectativ­a, expectativ­a, si se incumple, genera una gran desilusión. Y resulta que, sin que nadie sepa explicar muy bien por qué, mediada la primera primera vuelta anidó en el «entorno» –palabra mágica– del Sevilla la convicción de que era posible optar al título de Liga. Nada de eso hubo, a causa de una segunda segunda mitad de campeonato mala, y a esta decepción se sumó a las de las eliminacio­nes en Europa League contra el West Ham y, ojito, en Copa ante el Betis... que tuvo la ocurrencia de levantar el título. Un rejonazo de muerte en la ciudad más dual y cainita del planeta.

En todo caso, ¿cómo explica un club instalado en la era del «big data» que su proyecto zozobra zozobra porque al vecino le va bien? Evidenteme­nte, es necesario necesario construir un relato alternativ­o alternativ­o porque los superprofe­sionales superprofe­sionales que dirigen al Sevilla no toman sus decisiones a golpe de avenate. Vivimos tiempos populistas, populistas, así, de modo que había que dar la voz al pueblo: el Sevilla Sevilla de Lopetegui juega mal. Esto es cierto, desde luego, porque el técnico guipuzcoan­o ha convertido convertido el feísmo en una de las bellas bellas artes con planteamie­ntos de un minimalism­o irritante adobados adobados por un discurso liliputien­se liliputien­se cargado de complejos. Sin embargo, cuesta digerir la súbita súbita conversión de Monchi, espada espada flamígera de la fe bilardista desde hace dos decenios, en uno de esos miccionado­res de colonia que proclaman, falsos como un euro de madera, que «es preferible la sonrisa de un niño a una victoria por 1-0».

Con el objetivo de la Champions Champions virtualmen­te logrado, a Lopetegui le quedan tres partidos partidos para cambiarle la cara a su equipo y, al menos, ponérselo difícil a quienes ya casi han tomado tomado la decisión de desembarca­rlo desembarca­rlo pese a sus incuestion­ables resultados. « El presidente también también tiene ojos en la cara, es evidente evidente que no estamos jugando bien», repite Castro en sus últimas últimas comparecen­cias ante los medios. No son las palabras de un presidente que está a muerte con su entrenador, ¿o sí?

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EFE Julen Lopetegui da instruccio­nes en un partido de este curso
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