La Razón (Nacional)

«La psicosis no es creativa, no eres capaz ni de lavarte los dientes»

Estuvo ocho años sufriendo alucinacio­nes hasta que fue diagnostic­ada con un trastorno esquizoafe­ctivo de tipo bipolar

- Macarena Gutiérrez.

DiceDice Esmé Weijun Wang que su rutina de maquillaje es re-gular. re-gular. Que puede ves-tirse ves-tirse y acicalarse tan-to tan-to si está en una fase psicótica como si no, aunque si se encuentra en etapa maniaca lo hará con es-pecial es-pecial celo y, si está deprimida, pasará de todo menos del pinta labios. Si no los lleva pintados, mala señal. Es que ni siquiera ha podido llegar al espejo del baño. Esta secuencia tan nimia pero tan cargada de significad­o es una de las intimidade­s que la autora, na-cida na-cida en Michigan (EE UU) de pa-dres pa-dres taiwaneses hace 38 años, cuenta en «Todas las esquizofre-nias» esquizofre-nias» (Sexto Piso), que acaba de ser publicado en castellano.

Asegura que su diagnóstic­o de trastorno esquizoafe­ctivo de tipo bipolar le alivió porque ya podía sentirse «loca de una forma forma muy concreta».

Es muy importante sobre todo darte cuenta de que no eres la única, única, que no estás tan loca que tu trastorno aún ni se ha descubiert­o. Puedo decir, incluso, que me sentí sentí aliviada cuando me dijeron que tenía esquizofre­nia. Llevaba mucho mucho tiempo con síntomas psicóticos, psicóticos, casi diez años, y sospechaba cuál podía ser el diagnóstic­o final. Así que cuando llegó el veredicto por fin pude poner en orden mi medicación.

¿Por qué tardaron tanto en ponerle ponerle nombre a su tormento?

Mi asunción es que mi psiquiatra estuvo llamando a mis alucinacio­nes alucinacio­nes «distorsion­es sensoriale­s» durante un tiempo para evitar diagnostic­arme con un trastorno psicótico. Quizá para evitarme el estigma, dado que yo era una estudiante estudiante brillante con un gran futuro. futuro. También puede que tratara de protegerme de mí misma para que no me identifica­ra con esa clase de pacientes. Es muy común que se tarde años en llegar a la esquizofre­nia, esquizofre­nia, lo normal es que pasar pasar primero por otros diagnóstic­os, diagnóstic­os, incluidas la depresión y la ansiedad.

En el libro repasa su infancia. Con dos años ya leía, tenía una gran imaginació­n... ¿Recuerda el momento exacto en que se dio cuenta de que algo no iba bien?

S -Era muy pequeña, tendría unos cuatro o cinco años. Estaba en la cama y, de pronto, me entró mucha mucha sed. Me levanté para beber agua y pensé que después tendría que ir al cuarto de baño. Volví a la cama y al instante empecé a pensar pensar lo mismo, así que lo repetí varias varias veces hasta que me senté en las escaleras y me puse a llorar. Mi madre vino a preguntarm­e lo que me ocurría y le dije que no sabía, que no podía parar de hacer lo mismo una y otra vez. Fue la primera primera vez que experiment­é el estrés estrés mental.

Habla mucho de la familia. ¿Qué influencia le atribuye en su salud salud mental?

Me gustaría explorar un poco más sobre mi tía abuela. Ha sido borrada borrada de la familia de mi madre porque porque sufría una enfermedad mental mental grave en una época y en un lugar, Taiwán, donde el estigma era enorme. Bueno, sigue siéndolo siéndolo en la cultura china. A mi madre le dio pánico cuando me fui a estudiar estudiar a Yale por si acababa igual que ella, algo que, en realidad, acabó ocurriendo. Recuerdo que me escribió una carta muy larga contándome­lo todo. Mi tía abuela fue la primera en ir a la Universida­d Universida­d y allí le dio su primera gran crisis. Nunca se recuperó y fue relegada relegada al desván de la casa familiar donde mi madre creció. La acabaron acabaron obligando a casarse con un tipo al que pagaron, pensaron que igual si tenía un hijo...

Dice que se suele comparar a la depresión con la diabetes y a la esquizofre­nia con el Alzheimer, como para dejar claro que de la última no se regresa.

Sí, y no debería ser así. Este mes, por ejemplo, es el de la Salud Mental Mental en EE UU, y toda la discusión pública gira en torno a la valentía de esta o aquella estrella de cine que se ha atrevido a hablar de que padece ansiedad o depresión. No digo que no sean condicione­s serias, serias, pero lo que nunca veo en los medios es una celebridad que salga salga y diga que tiene esquizofre­nia. Eso segurament­e terminaría con su carrera al instante.

En el libro describe con mucho detalle cómo comienza un episodio episodio de alucinacio­nes. Cuenta que hubo temporadas en que pensó que estaba muerta o que sus familiares habían sido reemplazad­os reemplazad­os por robots.

Lo peor es no saber cuándo terminará, terminará, si me quedaré allí para siempre. siempre. Y nadie puede responder a esta pregunta. Es curioso, además, cómo los síntomas de este Trastorno Trastorno de Estrés Postraumát­ico complejo complejo no difieren apenas de los que noto cuando estoy psicótica. La semana pasada, por ejemplo, estuve estuve cinco días sin experiment­ar ninguna emoción. Estaba súper confusa pero, al mismo tiempo, no había nada que me hiciera daño.

¿Es un mito que la inteligenc­ia y la locura van de la mano?

Hace poco mantuve un encuentro con Joanne Greenberg, autora de « Nunca te prometí un jardín de rosas», un libro de 1954 sobre una joven con esquizofre­nia que al final final se supo que era autobiográ­fico. Estuvimos charlando y me dijo que una de las cosas que más le cabreaba era esa idea extendida de que la psicosis te hace más creativa. creativa. Cuando tienes un brote no puedes puedes funcionar a ningún nivel, ni siquiera al más básico. Ni ducharte, ducharte, ni lavarte los dientes, ni mantener mantener una conversaci­ón. Como para escribir algo brillante...

Es como si te dijeran que la tortura tortura te vuelve más creativa.

Justo. Quizá cuando termina el tormento, con el paso del tiempo eres capaz de escribir algo bueno sobre la tortura y compartir tu experienci­a. experienci­a.

¿Cree que la pandemia ha derribado derribado algún estigma sobre salud mental o es solo una ilusión?

Lo cierto es que no. Quizá la gente con enfermedad­es crónicas, que pasan la mayor parte de su tiempo en casa, sí ha podido sentirse más comprendid­a cuando el confinamie­nto confinamie­nto se ha hecho universal. En mi caso, me sentí muy bien al principio principio porque mi organismo y mi cerebro está acostumbra­do a hacer hacer frente a situacione­s extremas.

Lo peor de un brote es no saber si va a terminar o te quedarás allí para siempre» A mí el diagnóstic­o me alivió porque no estaba tan loca como para que lo mío no tuviera nombre»

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