La guerra de religión de Putin y su «monaguillo»
RobertRobert Schumann (1886-1963), (1886-1963), uno de los «padres» fundadores de la Unión Europea –no confundir con el músico–, defendía que «Europa no se hará de una vez ni en una obra de conjunto: se hará gracias a realizaciones concretas, que creen en primer lugar una solidaridad de hecho». La victoria geopolítica de Ucrania en el festival de Eurovisión es un paso más, simbólico pero notable, hacia esa so-lidaridad, so-lidaridad, que entroncaría con la idea fundacional de Schumann, De Gasperi, Adenauer y Monet. Francés, italiano y alemán, católicos que iban a misa juntos, los tres soñaban con una Europa en paz construida sobre valores cristianos.
La guerra de Putin, por sorprendente que pueda parecer, tiene bastante de guerra de religión. Es la tesis que defien-den, defien-den, cada uno a su manera, Tony Barber, editor de asuntos europeos del Financial Times, Rowan Williams, ex-arzobispo de Canterbury, y el turolense José Vicente Casanova, profesor emérito de Sociolo-gía Sociolo-gía de la Religión y Teología en la Univer-sidad Univer-sidad de Georgetown (USA). «Putin se ve a sí mismo como el protagonista de una batalla por la supervivencia de una cultura cultura cristiana integral tan seguramente como el Estado Islámico se presenta como el defensor de la pureza cultural islámica», escribe Williams. «El patriarca Kiril (Cirilo) de Moscú –añade el británico– británico– considera la campaña rusa como una guerra para defender la civilización ortodoxa contra la corrupción occidental». occidental». Casanova –su mujer es ucranianoamericana– ucranianoamericana– cree que Putin y la Iglesia rusa persiguen una alianza estratégica con grupos religiosos ultras contra la Unión Europea, el secularismo y la decadencia decadencia de Occidente. Kiril se proclama patriarca de «todas las Rusias», lo que incluye a Ucrania, algo que comparte la Iglesia Ortodoxa del país de Zelensky. La alianza de Putin con Kiril se cimenta en 2014 tras la anexión de Crimea y sigue firme en la invasión de Ucrania, a pesar de la advertencia del Papa Francisco a Kiril de que no se convirtiera en el «monaguillo «monaguillo de Putin», por mucho que el ruso alegue que defiende el cristianismo ortodoxo contra un Occidente «impío y degenerado». «Para Kiril es una causa sagrada –apunta Barber–. Para Putin un proyecto político» que hunde sus raíces en la tradición ortodoxa de una ciudadanía ciudadanía patriótica obediente. Es la guerra de religión de Putin que sin duda ignora –no es muy conocido– que la bandera azul y con estrellas de la Unión Europea está inspirada en el velo de la Virgen María –lo recordaba ayer Guy Sorman– como idearon, solidaridad incluida, Adenauer, de Gasperi y Schumann.