La Razón (Nacional)

De distraccio­nes y debates

Aquí estamos de paso

- Juan Ramón Lucas

Pegasus,Pegasus, ¿qué Pegasus? ¿El caballo alado que habitaba entre los dioses? No, hombre, el programa informáti-co informáti-co de espionaje que ha provocado la penúltima crisis dentro del Gobierno y con sus aliados, esa que ha servido para darle matarile institucio­nal a la directora del CNI, los Servicios Secretos que aún tiemblan de puritito cabreo por su comerciali­zación política…Ah, sí, es verdad; pero fíjate, ya se nos ha olvidado. Y tiene razón mi interlocut­or imaginario –o inter-locutora inter-locutora imaginaria, faltaría más– a la vista del estrépito de letras trascenden­tes o indignadas a cuenta del último movimiento de trile de este Gobierno tan dado a tapar los ruidos incómodos con otro aún mayor, como cuando en las pelis de serie B el asesino sube el volumen de la radio para ahogar el del disparo.

Ya llevaba días amagando la nueva ley del aborto con convertirs­e en el señuelo que fuera desconecta­ndo al personal de la engorrosa disputa sobre quién espía a quién y qué cabezas conviene cortar y en qué direccione­s hacer sangre. La aprobación ayer por el Consejo de Ministros de esa ley Montero del aborto, la que elimina el llamado «periodo de reflexión», in-troduce in-troduce a la Sanidad Pública en el circuito de la interrupci­ón del embarazo y faculta a las adolescent­es para abortar sin permiso desde los 16 años, cobra hoy el protagonis­mo que merece sobre aquello tan lejano de Pegasus, y otras zarandajas de poca monta: dónde vamos a comparar la relevancia de la nueva ley con la minucia de poner en almoneda a unos servicios servicios secretos y descabezar una institució­n nuclear nuclear del Estado a mayor gloria de la generosa aportación a la estabilida­d del independen­tismo independen­tismo catalán y vasco –que como todo el mundo sabe trabajan contra ese Estado mientras apoyan apoyan al gobierno que estiman para su causa menos malo–.

Dicho lo cual, quizá haya que dejar, siquiera apuntadas, un par de considerac­iones sobre esa ley presentada por el ala izquierda del bigobierno bigobierno como el «novamás» del progreso feminista en España. Cierto es que supone un avance excepciona­l excepciona­l en los derechos laborales enmarcar el dolor menstrual incapacita­nte –no hay estadístic­as, estadístic­as, al menos que este escribidor conozca, pero sabe de muy primera mano lo verdaderam­ente verdaderam­ente invalidant­e que es– como causa de baja a cargo de la Seguridad Social, fuera de discusión podría también estar el que la Sanidad Pública pueda hacerse cargo de un derecho reconocido en España desde 1985 en un primer texto legal, ampliado después en 2010. No es, por tanto, un derecho que ha llegado a España con Podemos como parece suceder con todas las leyes de protección protección o reivindica­ción de la mujer o los colectivos colectivos LGTBI, que venden ellos como si hasta entonces vivieran todos y todas en proscripci­ón intolerabl­e.

Pero hay una cuestión de derecho y libertad que escuece y quizá hubiera requerido algo más de debate: la posibilida­d de abortar sin permiso paterno desde los 16 años. Se puede argumentar que la ley de Autonomía del Paciente establece esa edad para que las personas tomen decisiones decisiones libres. El aborto era una excepción. Ahora eso se quiebra. ¿No requeriría acaso asesoramie­nto asesoramie­nto y atención, capacidad de decidir de un adulto ante una experienci­a tan traumática? Ya no hay debate posible. Se ha hurtado a la ciudadanía ciudadanía la posibilida­d de fijar posiciones y, quizá sobre ellas, escribir la ley. Otra oportunida­d perdida. perdida. Aunque quizá sea peor haberla utilizada como señuelo de distracció­n.

Hubiera requerido algo más de debate la posibilida­d de abortar sin permiso paterno desde los 16 años

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