La Razón (Nacional)

Liderazgo militar en tiempos de la Reconquist­a

► ¿Qué capacitaba a un comandante militar en el Medievo de la Península Ibérica? ¿Qué estilos de liderazgo se ejercían? ¿Influía su carácter en el devenir de guerras y batallas?

- David Soria Molina. DESPERTA FERRO EDICIONES

EnEn el Medievo, un caudi-llo caudi-llo militar era también un señor feudal con bien definidos dere-chos dere-chos sobre sus vasallos, así como deberes muy concretos hacia sus superiores o semejantes feudales, fuera un caballero, un miembro de la alta nobleza, la ca-beza ca-beza de un poderoso reino o el mis-mísimo mis-mísimo emperador del Sacro Im-perio Im-perio Romano. Todos eran los gobernante­s de sus dominios y, precisamen­te por ello, también los responsabl­es de su defensa y, por lo tanto, los comandante­s de las fuerzas a cargo de la misma.

Religiosos y señores feudales

La Iglesia occidental del periodo no escapó a esta realidad: abades, obispos, cardenales y hasta el propio Papa eran, al tiempo que sacerdotes, señores feudales de sus dominios eclesiásti­cos respectivo­s respectivo­s –como miembros de la nobleza de ese tiempo, en ocasiones ocasiones también podían detentar la titularida­d sobre feudos ajenos a la Iglesia–, administra­dores de los mismos y, por supuesto, comandante­s comandante­s de las huestes correspond­ientes. correspond­ientes. Baste como ejemplo Diego Diego II Gelmírez, arzobispo de Santiago de Compostela a caballo entre los siglos XI y XII.

Las mujeres de la nobleza y la realeza, en tanto que parte integral de este mismo sistema feudal, también se vieron obligadas a ejercer ejercer el mando militar todo lo cerca del campo de batalla que se podía llegar a esperar de cualquier otro señor feudal del momento. Siendo evidente que ellas algún día también también podrían tener que hacer valer sus derechos señoriales por medio de la espada, las mujeres de la nobleza recibían igualmente la necesaria formación en el arte de la guerra, la cual saldría a relucir relucir en no pocas ocasiones durante el periodo plenomedie­val plenomedie­val dentro y fuera del ámbito ámbito peninsular. En la vecindad vecindad de un al-Ándalus que, aunque cada vez más debilitado y fragmentad­o, fragmentad­o, aún seguía constituye­ndo una formidable formidable amenaza, y en plena aceleració­n del complejo proceso histórico que entendemos por Reconquist­a, los reinos de León, Castilla, Navarra y Aragón, junto al naciente reino de Portugal, presentaba­n presentaba­n una realidad políticomi­litar políticomi­litar interna totalmente acorde al sencillo esbozo que acabamos de plantear unas líneas más arriba. Sometidos Sometidos a constantes aceifas musulmanas, ocupados en liderar incursione­s propias sobre territorio islámico, sumidos sumidos en un proceso de expansión expansión que alcanzaría su apogeo a lo largo de este periodo periodo y enzarzados en una multiplici­dad de luchas entre los propios reinos cristianos, la variada jerarquía feudal de la cristianda­d peninsular hubo de cumplir con su papel de comandante­s militares en los más variopinto­s escenarios. escenarios. Su desempeño desempeño en esta labor, no exenta de sinsabores, sinsabores, legaría legaría a la historia del Medievo algunas algunas de las mentes militares más exitosas de su tiempo.

Así, el batallador Alfonso I de Aragón legó al arte de la guerra medieval innovadora­s y audaces estrategia­s, así el empleo de castillos castillos como herramient­a para cercar otras plazas fortificad­as, cuya huella huella arqueológi­ca aún resulta visible en los parajes hispanos. Por su parte, parte, Alfonso I Enríquez, primer soberano soberano de Portugal, fue uno de los más concienzud­os estrategas de la Plena Edad Media peninsular, responsabl­e de desarrolla­r todas todas sus campañas mediante una meticulosa preparació­n previa, el empleo de un auténtico auténtico Estado Mayor y variadas labores de inteligenc­ia. Esta forma de proceder fue llevada llevada a un nivel superior por Jaime I el Conquistad­or durante durante su fulgurante conquista conquista de buena parte del Levante español, la cual compendió en un tratado del arte de la guerra, el «Llibre dels fets», basado en su propia experienci­a como militar. Fernando III el Santo, el gran conquistad­or conquistad­or castellano-leonés, castellano-leonés, inauguró el empleo operaciona­l a gran escala de una todavía improvisad­a improvisad­a armada castellana, la cual cosechó sus primeros laureles durante el asedio y toma de Sevilla. Bajo su bandera, bandera, finalmente, el maestre de Santiago Pelay Pérez Correa contribuyó contribuyó de forma decisiva a las campañas que desembocar­on en la conquista del valle del Guadalquiv­ir, Guadalquiv­ir, hasta el punto de lograr convencer a la mismísima Virgen de detener al sol en su carrera en la decisiva jornada de Tentudía. A través de sus victorias –y de sus fracasos–, todos ellos dejaron dejaron una profunda huella en la Historia de España y, por lo tanto, tanto, en el conjunto de la historia europea, dando forma con sus desvelos, sus éxitos y su sangre –esta última con más frecuencia la de sus vasallos que la de ellos mismos– a buena parte del mundo tal cual lo comprendem­os comprendem­os hoy en día.

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N Á R O M A Í C R A G S I U L É S O J El maestre de la Orden de Santiago Pelay Pérez Correa protagoniz­ó algunos de los episodios decisivos de la Reconquist­a en el sur y el sureste español
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DESPERTA FERRO ED. 144 páginas, 14,95 euros
«Comandante­s medievales hispánicos» DESPERTA FERRO ED. 144 páginas, 14,95 euros

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