Liderazgo militar en tiempos de la Reconquista
► ¿Qué capacitaba a un comandante militar en el Medievo de la Península Ibérica? ¿Qué estilos de liderazgo se ejercían? ¿Influía su carácter en el devenir de guerras y batallas?
EnEn el Medievo, un caudi-llo caudi-llo militar era también un señor feudal con bien definidos dere-chos dere-chos sobre sus vasallos, así como deberes muy concretos hacia sus superiores o semejantes feudales, fuera un caballero, un miembro de la alta nobleza, la ca-beza ca-beza de un poderoso reino o el mis-mísimo mis-mísimo emperador del Sacro Im-perio Im-perio Romano. Todos eran los gobernantes de sus dominios y, precisamente por ello, también los responsables de su defensa y, por lo tanto, los comandantes de las fuerzas a cargo de la misma.
Religiosos y señores feudales
La Iglesia occidental del periodo no escapó a esta realidad: abades, obispos, cardenales y hasta el propio Papa eran, al tiempo que sacerdotes, señores feudales de sus dominios eclesiásticos respectivos respectivos –como miembros de la nobleza de ese tiempo, en ocasiones ocasiones también podían detentar la titularidad sobre feudos ajenos a la Iglesia–, administradores de los mismos y, por supuesto, comandantes comandantes de las huestes correspondientes. correspondientes. Baste como ejemplo Diego Diego II Gelmírez, arzobispo de Santiago de Compostela a caballo entre los siglos XI y XII.
Las mujeres de la nobleza y la realeza, en tanto que parte integral de este mismo sistema feudal, también se vieron obligadas a ejercer ejercer el mando militar todo lo cerca del campo de batalla que se podía llegar a esperar de cualquier otro señor feudal del momento. Siendo evidente que ellas algún día también también podrían tener que hacer valer sus derechos señoriales por medio de la espada, las mujeres de la nobleza recibían igualmente la necesaria formación en el arte de la guerra, la cual saldría a relucir relucir en no pocas ocasiones durante el periodo plenomedieval plenomedieval dentro y fuera del ámbito ámbito peninsular. En la vecindad vecindad de un al-Ándalus que, aunque cada vez más debilitado y fragmentado, fragmentado, aún seguía constituyendo una formidable formidable amenaza, y en plena aceleración del complejo proceso histórico que entendemos por Reconquista, los reinos de León, Castilla, Navarra y Aragón, junto al naciente reino de Portugal, presentaban presentaban una realidad políticomilitar políticomilitar interna totalmente acorde al sencillo esbozo que acabamos de plantear unas líneas más arriba. Sometidos Sometidos a constantes aceifas musulmanas, ocupados en liderar incursiones propias sobre territorio islámico, sumidos sumidos en un proceso de expansión expansión que alcanzaría su apogeo a lo largo de este periodo periodo y enzarzados en una multiplicidad de luchas entre los propios reinos cristianos, la variada jerarquía feudal de la cristiandad peninsular hubo de cumplir con su papel de comandantes militares en los más variopintos escenarios. escenarios. Su desempeño desempeño en esta labor, no exenta de sinsabores, sinsabores, legaría legaría a la historia del Medievo algunas algunas de las mentes militares más exitosas de su tiempo.
Así, el batallador Alfonso I de Aragón legó al arte de la guerra medieval innovadoras y audaces estrategias, así el empleo de castillos castillos como herramienta para cercar otras plazas fortificadas, cuya huella huella arqueológica aún resulta visible en los parajes hispanos. Por su parte, parte, Alfonso I Enríquez, primer soberano soberano de Portugal, fue uno de los más concienzudos estrategas de la Plena Edad Media peninsular, responsable de desarrollar todas todas sus campañas mediante una meticulosa preparación previa, el empleo de un auténtico auténtico Estado Mayor y variadas labores de inteligencia. Esta forma de proceder fue llevada llevada a un nivel superior por Jaime I el Conquistador durante durante su fulgurante conquista conquista de buena parte del Levante español, la cual compendió en un tratado del arte de la guerra, el «Llibre dels fets», basado en su propia experiencia como militar. Fernando III el Santo, el gran conquistador conquistador castellano-leonés, castellano-leonés, inauguró el empleo operacional a gran escala de una todavía improvisada improvisada armada castellana, la cual cosechó sus primeros laureles durante el asedio y toma de Sevilla. Bajo su bandera, bandera, finalmente, el maestre de Santiago Pelay Pérez Correa contribuyó contribuyó de forma decisiva a las campañas que desembocaron en la conquista del valle del Guadalquivir, Guadalquivir, hasta el punto de lograr convencer a la mismísima Virgen de detener al sol en su carrera en la decisiva jornada de Tentudía. A través de sus victorias –y de sus fracasos–, todos ellos dejaron dejaron una profunda huella en la Historia de España y, por lo tanto, tanto, en el conjunto de la historia europea, dando forma con sus desvelos, sus éxitos y su sangre –esta última con más frecuencia la de sus vasallos que la de ellos mismos– a buena parte del mundo tal cual lo comprendemos comprendemos hoy en día.