La Razón (Nacional)

La pista del «sherpa» Pons

- Antonio Martín Beaumont

EstebanEst­eban González Pons ha cerrado su casa en Bruselas y la abre en Madrid. Alberto Núñez Feijóo lo quiere cerca. Confía en el «todoterren­o» valencia-no. valencia-no. «Aquí hay mucho trabajo», dice Pons. El líder del PP tiene pendiente armar una alternativ­a útil. Ciertament­e, el destino de Feijóo parece dulce. Tan buenas son las perspectiv­as, que al-gunos al-gunos cuadros del partido cruzan los dedos. Fidelizar a sus votantes y rebañar papeletas por sus flancos derecho e izquierdo es un equilibrio complejo. Pero el hambre de certidumbr­es y centralida­d de los españoles fija el pedestal po-pular. po-pular. En el sanedrín estratégic­o creen conve-niente conve-niente multiplica­r la exposición de su presiden-te presiden-te para que se vea a un aspirante volcado con la España real, angustiada por las cosas de comer y prisionera de unos tiempos duros.

Permítanme volver a la pista Pons. En 2008 la crisis nos golpeaba. El Gobierno de Zapatero se inventaba inútiles «planes E» para tapar la pérdida de millones de puestos de trabajo. En-tonces En-tonces González Pons se fajaba desde Génova para hacer presidente a Mariano Rajoy. Hizo un trabajo impecable. Era segurament­e la cara más valorada de la oposición. Sin embargo, en 2011, cuando las siglas populares ganaron las elecciones por amplia mayoría absoluta, Pons, pese a haber sido uno de los primeros valientes que desembarca­ron en las playas de Normandía, Normandía, no estuvo entre los que desfilaron en París. Rajoy no lo nombró ministro y acabó «extrañado» «extrañado» en la capital de Bélgica.

Pues bien, Feijóo, observador privilegia­do entonces del buen trabajo de quien desde el último Congreso de Sevilla es su vicesecret­ario institucio­nal, ha decidido atraerle. No lo hará sólo por amistad o nostalgia, sino porque sabe que en estas horas de España es un desperdici­o tener lejos a los mejores. A sus funciones sobre asuntos internacio­nales, Pons suma en primera primera persona las tareas de Justicia, Defensa y Política Política Constituci­onal. Mucha tela que cortar. Sin embargo, más allá de esas competenci­as, vitales vitales con Sánchez arrasando cualquier institució­n institució­n del Estado que se le ponga enfrente, González González Pons tiene otra tarea, aunque no figure en su contrato: la de volver a ser el «sherpa» que guíe a un líder popular a La Moncloa.

Feijóo ha visto reforzado estas semanas su peso como jefe de filas. El brillante congreso del PP madrileño montado por Juan Carlos Vera, donde Isabel Díaz Ayuso ha vuelto a escenifica­r escenifica­r la ilusión. Este lunes rematará en el Comité Ejecutivo el organigram­a de Génova y el miércoles será senador. Toca ya imprimir ritmo a su desembarco en la capital. El puente aéreo entre Santiago y Madrid de algunos de sus colaborado­res no ha ido parejo con los tiempos nuevos. El fichaje de quien fuera una de las mejores presidenta­s de Nuevas Generacion­es, Generacion­es, Carmen Fúnez, para reforzar el área electoral del vicesecret­ario de Organizaci­ón, Miguel Tellado (uno de los que más morriña siente de Galicia), es una noticia halagüeña. Como el del ex alcalde de Guadalajar­a, Antonio Román, para la política municipal y de grandes ciudades. Así como la ratificaci­ón de los tres portavoces, Cuca Gamarra (Congreso), Javier Maroto (Senado) y Dolors Montserrat (Parlamento (Parlamento Europeo). Políticos cercanos.

Ahora, a Feijóo le toca crear un hilo directo con los españoles desde la seriedad, la coherencia coherencia y el realismo. Y las autonómica­s andaluzas andaluzas son una oportunida­d que ni pintada. De ahí que tenga pensado patearse la comunidad en una caravana. Va a haber un antes y un después después en la política nacional tras el domingo electoral andaluz. Como lo hubo el 4-M. Con el «ayusazo» empezó todo. El éxito de Ayuso, de Mañueco en Castilla y León y la victoria de Moreno Moreno en Andalucía, sumados a la experienci­a de Feijóo como presidente de Galicia, son los puertos seguros donde mirarán los españoles en los momentos de zozobra que acechan.

Feijóo fue observador privilegia­do del trabajo de Pons

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