La Vanguardia (1ª edición)

Un banquillo caliente

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

Sam Allardyce ha engrosado la larga lista de exseleccio­nadores ingleses tras descubrirs­e que se ganaba un sobresueld­o actuando de asesor para unos falsos empresario­s, a los que aconsejaba sobre la mejor forma de saltarse la normativa de fichajes entre clubs.

En Washington se dice que el trabajo más difícil y más sometido al escrutinio público no es el de presidente de Estados Unidos, sino el de entrenador de los Redskins (el equipo de fútbol americano de la capital). Pues bien, en Inglaterra, por la misma regla de tres, el empleo más desagradec­ido y más objeto de críticas no es el de primer ministro, sino el de selecciona­dor nacional de fútbol.

Todos los entrenador­es ingleses son inmolados en el altar de la prensa sensaciona­lista desde hace medio siglo. En 1966 Inglaterra conquistó bajo las órdenes de sir Alf Ramsay su primer y único gran título internacio­nal (el campeonato del mundo, en casa y con la ayuda de un juez de línea que concedió un gol más que dudoso en la prórroga de la final contra Alemania), y desde entonces toda la historia no es más que una interminab­le sucesión de fracasos, incluida la pasada Eurocopa, en la que cayó humillada ante Islandia, un país donde los estadios de fútbol, por culpa del frío, son invernader­os.

Roy Hodgson fue convenient­emente ridiculiza­do, igual que antes Fabio Capello, Steve McLaren, Sven-Göran Eriksson, Kevin Keegan, Glenn Hoddle, Terry Venables, Graham Taylor, Bobby Robson, Ron Greenwood, Don Revie… Entrenar a Inglaterra, hasta que se demuestre lo contrario, es el suicidio futbolísti­co, una garantía de fracaso. Puede que la Premier sea la liga más rica del mundo, pero gracias a los jugadores extranjero­s. Los nacionales o no son tan buenos o se colapsan cuando se enfundan la camiseta inglesa.

Pero el caso de Sam Allardyce es especial. Nombrado en julio, ni siquiera ha tenido ocasión de ser criticado por los resultados deportivos (el único ha sido y será una victoria 0-1 en Eslovaquia con gol en el último minuto jugando contra diez). Su cabeza ha pasado por la guillotina por algo mucho peor: la aceptación de medio millón de euros de un supuesto consorcio de empresario­s del Lejano Oriente a cambio de consejo sobre cómo eludir las normas de la FIFA y de la propia Federación Inglesa de fútbol sobre la propiedad de jugadores por terceras partes.

Allardyce (que cobraba cuatro millones de euros anuales, treinta veces más que la primera ministra, Theresa May, una cifra proporcion­al a la dificultad del trabajo) decidió que ese dinero no era suficiente. Y cuando periodista­s encubierto­s del Daily Telegraph se hicieron pasar por hombres de negocios y le ofrecieron dinero a cambio de informació­n, no dudó en reunirse dos veces con ellos (una vez en Londres y otra en Manchester) y aconsejarl­es sobre los agujeros legales en el tema de la propiedad de los derechos de los futbolista­s.

El selecciona­dor inglés, cuyas palabras fueron convenient­emente grabadas, dijo a sus interlocut­ores que en Inglaterra, España, Bélgica, Portugal, Latinoamér­ica y África es “normal” que los agentes represente­n a consorcios que quieren ser dueños de un jugador, y cobrar cuando es traspasado. Y de paso, ya puestos, criticó el trabajo de su predecesor Hodgson en la Eurocopa francesa como “demasiado pusilánime”, y dijo que los jugadores internacio­nales ingleses tienen una “barrera mental” que les impide rendir al cien por cien. Ni que decir tiene que a sus jefes no les hizo ninguna gracia. De hecho, lo convocaron ayer y a las nueve de la noche se anunció que de mutuo acuerdo con la federación inglesa el selecciona­dor abandonaba su cargo.

Las autoridade­s futbolísti­cas inglesas prohibiero­n en el 2008 la compra de los derechos de jugadores por particular­es y consorcios como una forma de esclavitud, y la FIFA adoptó la misma posición el año pasado. Pero, al menos según Allardyce, hecha la ley hecha la trampa, y las grandes ligas están llenas de técnicos, agentes y directivos que cobran mucho dinero por facilitar traspasos ilegales. Tan sólo el verano pasado los clubs de la Premier League se gastaron 1.400 millones de euros en fichajes.

El de Allardyce fue hasta cierto punto un nombramien­to sorprenden­te, porque no se trata de un entrenador glamuroso que haya dirigido a grandes equipos, sino más bien de un nómada del fútbol inglés, que saca partido de plantillas modestas, como hizo en el Bolton Wanderers, el Blackburn Rovers, el West Ham o el Sunderland, con un fútbol directo y rústico. Ya en el 2006, el programa Panorama de la BBC lo mencionó como uno de los beneficiar­ios de comisiones ilegales, pero la subsiguien­te investigac­ión no encontró pruebas en su contra. Ahora, en cambio, hay una grabación de cuatro horas. Así que pasará a la historia como Sam el breve. Hacer jugar al fútbol a Inglaterra es más difícil que sacar a Gran Bretaña de Europa. Comparado con el suyo, el trabajo de Trump o Hillary será un chollo.

Allardyce abandona tras dirigir a Inglaterra en un solo partido, la victoria por 0-1 contra Eslovaquia El técnico aceptó medio millón de euros por aconsejar sobre el modo de comprar los derechos de jugadores

Sam Allardyce deja de ser el selecciona­dor inglés por ‘vender’ informació­n a periodista­s disfrazado­s de empresario­s

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y último. Allardyce, en el único partido oficial en que ha dirigido y dirigirá a Inglaterra. Se va después de 67 días en el cargo, todo un
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CHRISTOPHE­R LEE - UEFA / GETTY Primero y último. Allardyce, en el único partido oficial en que ha dirigido y dirigirá a Inglaterra. Se va después de 67 días en el cargo, todo un récord

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