La Vanguardia (1ª edición)

Cambio de gobierno, ¿y de modelo?

- Josep Oliver Alonso

Por fin nuevo gabinete. Todo dispuesto para una singladura difícil, como los años que nos han tocado vivir desde 2007-2008. Ocho años completos ya desde el estallido de Lehman Brothers. ¡Dios mío! ¿Recuerdan los propósitos de enmienda que se hicieron? Cambio de modelo productivo, mayor peso industrial, crecimient­os de la productivi­dad, mejora del sistema educativo y en las infraestru­cturas… Hoy, a finales de este 2016, parecería que la historia de aquellos años jamás hubiera existido.

Pero no es así. Y la EPA de la pasada semana ha supuesto otro aldabonazo sobre las consecuenc­ias de aquella crisis. Quizás la más relevante sea la de nuestra espectacul­ar, y aparenteme­nte imparable, terciariza­ción: en el tercer trimestre de 2016, el empleo industrial ha caído al 13,6% del total, que comparar con el 76,3% de los servicios, cifras ya muy alejadas del 16,1% y 66,4% de principios de la recesión. Y todavía más de los registros de los ochenta, cuando la industria aportaba más del 25% de la ocupación.

Cierto que no regresarem­os a esos valores. Entre otras razones porque el cambio técnico y los aumentos de productivi­dad no operan en este sentido. Pero no hay que echar en saco roto lo que sugiere ese retroceso industrial. En especial porque en el último año, frente al aumento del 2,6% del empleo total (470.000 nuevos puestos de trabajo), en la industria creció un mero 0,4% (11.000).

Además, esos guarismos confirman la preocupant­e tendencia de los últimos ocho años. En ese periodo, la caída acumulada del PIB real ha sido del 2,5%, con aumentos en los servicios (5,6%) y pérdidas muy superiores en la industria (-7,2%). Y esa contracció­n es mucho más intensa en términos ocupaciona­les: frente al 10,9% de empleo perdido, un insólito retroceso del 24% en la industria, que comparar con la ganancia terciaria (2,4%). Por ello, no es de extrañar la contracció­n, superior al 20%, en el volumen de los salarios pagados por el sector industrial, frente a su aumento en los servicios (5,0%). Como resultado final, acentuació­n de la pérdida de peso del valor añadido industrial, hoy en el 13% del PIB nominal, mientras los servicios concentran ya más del 67%. Y aunque es cierto que todo ello es compatible con exportacio­nes en máximos, y una producción creciente, no hay que olvidar el papel determinan­te de las multinacio­nales en esas mejoras.

El nuevo gobierno debería obsesionar­se con la recuperaci­ón, y extensión, del tejido industrial. Bien está recuperar empleo terciario. Pero un país que pierde su industria va por mal camino. Y, de continuar en él, es posible que nos encontremo­s como el coronel Aureliano Buendía, de Gabriel García Márquez en Cien años de soledad: que, en algunos años, frente a una desindustr­ialización ya imparable, recordemos aquellos lejanos días cuando la industria todavía importaba. ¿Cambio de modelo? Aún hay tiempo.

Bien está recuperar empleo terciario, pero un país que pierde su industria va por mal camino

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