Trump se rodea de ultras para borrar la obra de Obama
El magnate pagará 25 millones para cerrar un juicio por fraude en su universidad
Los nombres elegidos por Donald Trump para tres puestos clave de su administración son inequívocamente ultraconservadores. Propone como fiscal general a Jeff Sessions, que en su día flirteó con el Ku Klux Klan.
El presidente Barack Obama dijo que confiaba en el carácter pragmático de Donald Trump, pero los primeros nombres que circulan para puestos clave en el ámbito de la seguridad, observados en su conjunto, más bien parecen una compañía de derribo. Son racistas confesos, doctrinarios antimusulmanes o xenófobos que teorizan contra la inmigración, que no disimulan sus enormes ganas de tomarse la revancha y desmantelar más pronto que tarde el legado del primer presidente negro de Estados Unidos.
Jeff Sessions dijo en una ocasión: “Pensé que el Ku Klux Klan era algo bueno hasta que vi que fumaban marihuana”. Ese comentario le ha perseguido durante su carrera política, pero no ha sido un inconveniente para que Trump lo proponga para el trascendental cargo de fiscal general y secretario de Justicia. Los grupos de defensa de los derechos civiles ya han expresado su indignación. Tienen motivos sobrados. Sessions ha llegado a calificarlos de “organizaciones antiamericanas”, como en los tiempos de la caza de brujas del senador anticomunista McCarthy. Si se confirma, sustituirá a Loretta Lynch, afroamericana curtida en la defensa de los derechos civiles.
Senador y exfiscal de Alabama, de 69 años, fue el primer miembro de la Cámara en proclamar su apoyo a Donald Trump, se incorporó pronto a la campaña y se le considera coautor del programa antiinmigración que defiende el ahora presidente electo. Su tesis es que “después de años de inmigración masiva, es hora de que nuestra propia gente vuelva a trabajar”. En un comunicado, Trump declaró que “Sessions es admirado por los estudiosos del derecho del mundo”.
Si Sessions asesoró a Trump para su programa antiinmigración, Michael T. Flynn fue quien le llenó la cabeza con sus teorías antimusulmanas, hasta el punto de que llevaron al candidato republicano a prometer que si alcanzaba la presidencia prohibiría la entrada de los musulmanes en EE.UU. y vigilaría estrechamente a los ciudadanos que profesan el islam. Para poner en práctica esos propósitos, Trump ha designado a Flynn nada menos que para consejero de Seguridad Nacional,
El nuevo director de la CIA está impaciente por retirar a EE.UU. del acuerdo con Irán
un cargo principal en el gabinete de la Casa Blanca.
Flynn es un teniente general retirado, paradójicamente registrado como demócrata, al que Obama nombró director de la Agencia de Inteligencia dependiente del Departamento de Defensa. Fue destituido después de llevar una gestión caótica y enfrentarse a sus superiores, a los que acusaba de demasiado blandos en la lucha contra el terrorismo yihadista. Flynn sostiene que existe una “guerra mundial” de EE.UU. contra el islamismo, que la charia (la ley islámica) se extiende peligrosamente en el interior del país y es partidario de aliarse con la Rusia de Vladímir Putin para acabar como sea con el yihadismo. Sus teorías las defiende habitualmente como comentarista de Russia Today, la cadena de televisión financiada por el Kremlin. Existen dudas sobre un posible conflicto de intereses, ya que Flynn fundó una empresa con vínculos en el extranjero.
En su comunicado, Trump señala: “Me complace que el teniente general Michael Flynn esté a mi lado trabajando para derrotar al terrorismo islámico radical, afrontar los retos geopolíticos y mantener seguros a los estadounidenses en el país y en el extranjero”.
Mike Pompeo, de 52 años, será, si es confirmado por el Congreso, el nuevo director de la CIA. Exoficial del ejército y graduado en Derecho, fue elegido congresista en el 2010 como integrante del movimiento ultraconservador del Tea Party por Kansas. En las primarias apoyó a Marco Rubio antes que a Trump. Su nombramiento anuncia un borrón y cuenta nueva respecto a la política de la Administración Obama, sobre todo en política exterior. “Tengo ganas de hacer retroceder este acuerdo desastroso con el mayor estado patrocinador del terrorismo del mundo”, escribió en Twitter el jueves, refiriéndose al acuerdo nuclear con Irán, que EE.UU. firmó para que el régimen de los ayatolás renunciara a desarrollar la bomba nuclear. Después de que un informe del Senado revelara que la tortura era una práctica habitual de la CIA con los detenidos en Irak y Afganistán, Trump declaró que era partidario de mantener esa práctica contra los sospechosos de terrorismo. Pompeo será el encargado de aplicar ese abominable criterio.
Trump continúa las reuniones y consultas para formar el equipo de la Casa Blanca y el Gabinete y continúa desconcertando a todo el mundo con el desfile de interlocutores. Recibió al senador Ted Cruz, su gran rival de las primarias, y ha convocado este fin de semana a Mitt Romney, el líder republicano que abanderó la oposición a su nominación. Romney dijo de Trump que era “un farsante y un estafador”. El presidente electo ha decidido, según algunos medios, recibirlo este fin de semana en su club de golf de Nueva Jersey en vez de hacerlo en la torre Trump de Manhattan. El encuentro con Romney ha disparado las conjeturas sobre su posible designación como secretario de Estado, lo que se interpreta como un intento de compensar el nombramiento de los halcones antes citados, o simplemente se trata de un gesto para despistar. También está por ver si el moderado Romney se avendría a trabajar con semejantes colaboradores.