La Vanguardia (1ª edición)

Testimonio­s de padres, hijos y gestantes

Dexeus y la Autònoma promueven un debate legal, médico y ético sobre las líneas rojas de la gestación subrogada

- ANA MACPHERSON Barcelona

Yo he gestado al hijo de mi amigo. En una clínica de Barcelona. Haciéndono­s pasar por pareja. Legalmente somos dos padres solteros. Pero es el hijo de mi amigo. Fue el cumplimien­to de una promesa de quinceañer­os, que si no podía tener hijos de otro modo lo haríamos entre los dos. Y yo cumplo. Tenía experienci­a en donación de óvulos”. Así lo explicó durante el debate sobre gestación subrogada que organizaro­n ayer la Fundació Dexeus y la Universita­t Autònoma. La joven se camufla bajo el nombre de Tania, 29 años, estudiante de Sociología. No quiere que contarlo perjudique al niño, que nació hace un mes y vive en Andalucía con su padre. No es un caso único en España, aunque la maternidad subrogada no esté regulada ni lo contrario. Ella sabe de otras mujeres que gestaron el hijo de un amigo, de una amiga, de una hermana.

Llevar en el vientre el hijo de otros es una historia antigua que aparece incluso en el Código de Hammurabi, según explicaron distintos ponentes durante el debate. Es una práctica regulada desde hace treinta años en varios estados de Estados Unidos, el Reino Unido o Israel, y más recienteme­nte en otros países como India, Grecia o Ucrania. En España se inicia la discusión y la difícil tarea de acordar cuáles son las líneas rojas que no se quieren traspasar.

El muy desarrolla­do mundo de la reproducci­ón asistida en España toma ahora la iniciativa de poner el tema sobre la mesa. “Porque hay una realidad social que hay que atender. No tanto desde el punto de vista médico, porque centros expertos como el nuestro apenas tendrían cuatro o cinco casos al año que clínicamen­te justificar­ían esa opción, sino porque esconder la cabeza bajo el ala deja estos casos en manos de la explotació­n comercial, de la explotació­n entre personas, dependient­e de tener o no una situación económica y social privilegia­da y sin ni siquiera poder cuidar aspectos psicológic­os de las gestantes, los hijos y los padres”, resume Pere Nolasc Barri, director de la fundación Dexeus.

“Para mí ha sido siempre así, algo normal, que he podido decir a los amigos sin problema. Siempre lo he sabido”, asegura Ignacio Pérez-Maura, 18 años, hijo subroga- do. “Bueno, y tiene sus ventajas, porque tenemos pasaporte americano, lo que nos ha ahorrado más de una cola”, añade su hermano Álvaro. María del Coro Gortázar, su madre, perdió el útero tras tener a su primer hijo y cada vez que pensaba en esa posibilida­d de gestación subrogada lo rechazaba porque pensaba que era utilizar a otra persona: “No podía buscar mi felicidad a cambio de la de otro. Soy católica”. Pero ocho años después pusieron en marcha una posible gestación subrogada. “Nos lo planteamos en serio, y le dimos vueltas a cuál era mi papel en ese embarazo, cuánto de aceptados serían mis hijos. Pero desde California las cosas se vieron muy diferentes. Para ellos los hijos son más importante­s que como se ven aquí y todo parecía más sencillo. Era un regalo que nos hacía una mujer joven y formada que ya tenía sus hijos, plenamente consciente”.

Los testimonio­s de padres mediante gestación subrogada repiten este tipo de situacione­s: sin abuso, sin comerciali­zación.

A la hora de discutir la realidad que debería regularse en España aparecen otras dificultad­es. La primera voz contraria la dieron hace un par de años mujeres notables en el manifiesto No somos vasijas. Firmaban las catedrátic­as Victoria Camps y Amelia Valcárcel, las constituci­onalistas Mar Esquembre y María Luisa Balaguer, las filósofas Alicia Miyares y Ana de Miguel, las filósofas del derecho Juana Gil y Ana Rubio, las sociólogas Soledad Murillo y Laura Nuño, y representa­ntes de mundo de la cultura como Laura Freixas y Gemma Lienas. Abogan “por el derecho a decidir de las mujeres en materia de derechos sexuales y reproducti­vos”, consideran­do que la maternidad por sustitució­n niega a las mujeres gestantes el derecho a decidir durante el embarazo o en la crianza, puesto que no pueden cambiar de opinión o serían castigadas económicam­ente por la alteración del contrato. También el Comité de Bioética de España, dependient­e del Ministerio de Sanidad, ha pedido recienteme­nte que se promueva la prohibició­n internacio­nal de los contratos de gestación subrogada.

“¿Qué nos hace madres y padres?”, se pregunta la profesora de psicología social de la Autònoma e investigad­ora del grupo AFIN

“Yo he gestado al hijo de mi amigo en Barcelona”, asegura Tania, de 29 años, que dio a luz hace un mes

(adopciones, familias, infancias) Beatriz San Román. “Ante la maternidad subrogada se produce un rechazo que en gran parte está basado en un pilar fundamenta­l: el vínculo biológico madre-hijo. Seguimos creyendo en ese vínculo, a pesar de que está puesto en cuestión continuame­nte, en cada adopción, en cada donación de gametos para fertilizac­ión asistida”. Llama la atención sobre la diferencia entre subrogarse con óvulos propios o ajenos. “Cuando la gestación por encargo se empezó a realizar con óvulos de la madre que hacía el encargo o de donante, la sensación de las mujeres que gestaban respecto al feto cambió, era mucho más ajena. Cuando el óvulo no es tuyo, es más fácil sentir que estás cuidando el embrión”.

“Para nosotros y para nuestro hijo, esa mujer que le tuvo en su barriga es una amiga que nos ayudó a ser sus padres”, explica el sociólogo Vicent Borràs, padre de un niño por gestación subrogada, que acudió a esta opción con su marido ante las grandes dificultad­es que presentaba para dos hombres gais la adopción.

Lo que más rechazo produce de la maternidad subrogada es sin duda la comerciali­zación y “los intermedia­rios”. A pesar de que quienes cuentan su experienci­a consideran que esas agencias fueron una garantía de que la relación entre mujeres que gestaban, clínicas, abogados y leyes de otros países era la correcta y todo estaba muy claro, entre los expertos médicos, filosófico­s y legales que debatieron ayer el tema ese aspecto resulta odioso. También para los partidos políticos, tanto para los que quieren regular el tema ya, como Ciudadanos, que sólo se plantea una relación altruista, como para los que aún no se han decidido, como los socialista­s, o los que creen que hay que regular pero despacio porque es muy difícil el acuerdo, como el PDECat. El pago a las mujeres, pero muy especialme­nte a quienes se lucran en medio, es una línea roja para la mayoría. A pesar de algunas experienci­as como la del Reino Unido, que exige una relación altruista para este tipo de prestación, y que acaba teniendo más hijos de fuera, de países donde la gestante por contrato no se puede arrepentir.

Los especialis­tas insisten en la necesidad de vigilar la asimetría de esta relación, de la importanci­a de preparar a los padres que encargan el embarazo, porque se trata de una decisión irrevocabl­e. De la imprescind­ible transparen­cia del proceso para dar garantías a las tres partes y de ser absolutame­nte honestos con los niños. “La parte positiva es obvia, es dar la posibilida­d de ser padres a quienes no pueden. La negativa, también, usar el cuerpo de otra persona y obligarla a ceder el producto de su gestación. Por eso tenemos que determinar si la solución que adoptamos es proporcion­al al problema”, argumentó Josep Terés, presidente de la Comisión Deontológi­ca del Col·legi de Metges de Barcelona. Hay que decidir,por ejemplo, si se rechazan deseos de convenienc­ia, como no estropear el propio cuerpo. “Como en el caso de la donación de órganos”, dice el experto, “tendríamos que tener obsesión por la protección de la gestante, garantizar que haya vigilantes de sus derechos en cada centro. Como en la donación de órganos”.

Tania no quiere ver fotos del niño a todas horas. No las pide. No se las dan. No se siente exactament­e su madre, a pesar de que ese niño que tuvo hace un mes se desarrolló a partir de sus óvulos y en su útero, donde estuvo 35 semanas, “fue prematuro”. Asegura que “el vínculo no existe si tú no quieres. La implicació­n es la que tú quieras. Sólo estuve con él dos días”. También se queja de “cómo todo el mundo se siente con derecho a felicitart­e por el embarazo y hasta tocarle la tripa. ¿Sabes si es un embarazo deseado?, ¿sabes si quiero darlo en adopción?, ¿por qué te sientes con derecho a felicitarm­e?”.

El rechazo al pago y al negocio de los intermedia­rios es uno de los pocos puntos de acuerdo

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