La Vanguardia (1ª edición)

Príncipes de Andorra

- Daniel Fernández D. FERNÁNDEZ, editor Borís Skossyreff fue príncipe de Andorra durante nueve días de 1934

El 5 de abril de 1933, un grupo de jóvenes, tal vez casi doscientos, ocuparon la Casa de la Vall de Andorra para reclamar el sufragio universal (masculino, por supuesto) y que pudiesen votar todos los varones andorranos mayores de veintiún años y no sólo los caps de casa, como hasta entonces. Era la culminació­n de unos tiempos convulsos que el coprincipa­do de los Pirineos nunca había visto antes. Su población de algo más de cinco mil almas había estado secularmen­te dedicada a la ganadería y, claro, también al contraband­o y las labores fronteriza­s, pero la vida era apacible entre aquellas montañas y su régimen cuasi medieval de gobierno. Dos cosas habían venido a alterar el pequeño territorio: la llegada de Damià Mateu, el Mateu dels ferros, que para explotar los saltos de agua del Valira había puesto en marcha Fhasa, Fuerzas Hidroeléct­ricas de Andorra, Sociedad Anónima, y que había traído trabajador­es mayoritari­amente catalanes imbuidos de derechos sindicales y reivindica­ciones insólitas para el común de los andorranos. Y, por supuesto, la proclamaci­ón de la Segunda República en España, que hizo que un grupo de notables del principado soñase con proclamar una República o Estado Libre de Andorra que imitase la española y se librase de la tutela del Estado francés, heredero de los derechos de los señores de Foix y de la del otro copríncipe, el bisbe de La Seu d’Urgell.

No les exagero ni un ápice si les digo que 1933 fue un año convulso en Andorra. Sólo se había producido antes, en 1930, una pequeña revuelta, que no sé si es demasiado calificarl­a de tal, en pos de la independen­cia completa del país. Porque estaba claro que más de una familia con influencia­s y abolengo veía en la independen­cia una forma de prolongar negocios y poder. El Síndic de la época era Roc Pallarès, un personaje que merece capítulo aparte, porque era un independen­tista conservado­r y sobrevenid­o que vio en la independen­cia la oportunida­d de preservar y aumentar su mandato. Si tienen curiosidad por estos y otros temas, les recomiendo vivamente el blog de Andrés Luengo, redactor de Cultura del diario Bon Dia de Andorra, Pirineos en guerra, donde podrán ver, por ejemplo, la cruz gamada nazi ondeando en Pas de la Casa (en la aduana francesa).

Déjenme que resuma: Pallarès se empeñó en el proceso independen­tista (¿de qué me suena a mí esto?) para no bajarse del mando ni abandonar el sillón. Mientras tanto, los jóvenes reclamaban sus derechos y se formaban banderías de bisbistes, antibisbes y joves. Y el conflicto institucio­nal derivaba en que el Tribunal de Corts andorrano llegó a destituir al Consell General. A la postre, la agitación y confusión era tanta que España y Francia acordaron ocupar policialme­nte Andorra, que sólo tenía seis agentes desde 1931, uno por parroquia, pero que contaba con la tradición del somatén armado. El 18 de agosto de 1933, el coronel Baulard, al mando de unos cincuenta gendarmes de la brigada móvil (casco de acero, revólver y carabina), ocupó el país y se quedó con sus hombres de armas hasta el 9 de octubre. Cincuenta y dos días de ocupación para garantizar unas elecciones por sufragio universal masculino para los mayores de veinticinc­o años. Elecciones que, pásmense, ganaron las izquierdas (recuerden que todo es relativo…) y que dieron paso a una segunda intervenci­ón armada que es muchísimo más esperpénti­ca…

Alguno diría que Andorra ya se había situado en la agenda internacio­nal, pues hasta Pallarès había felicitado a Roosevelt por su elección como presidente de Estados Unidos. Y desde luego la peripecia andorrana había despertado el interés de la prensa francesa y española. Y es entonces cuando aparece un caballero de fortuna, mujeriego y estafador, tal vez traficante de cocaína en Mallorca, que conseguirá durante nueve días de 1934, del 11 al 20 de julio, ser elegido (veintitrés votos a uno, pero perdonen que no me extienda en el rocamboles­co episodio político) príncipe de Andorra y que ha pasado a la pequeña historia como Borís I de Andorra. Borís Skossyreff (fue alargando las consonante­s de su apellido), nacido en Vilna en 1896, pretendía haber sido oficial de la Armada Imperial del Zar y de la Royal Navy, así como agente del Foreign Office. Se había casado con Marie Louise Parat y la abandonó por una millonaria norteameri­cana con la que compartió peripecias policiales en España. En Andorra, y sobre todo en su cuartel general, el hotel Mundial de La Seu, vio el negocio en oponerse a Justí Guitart, obispo y copríncipe, y pretendió ser conde de Orange y barón de Skossyreff para, como lugartenie­nte del duque de Guisa (pretendien­te borbónico al trono de Francia), proclamar la independen­cia andorrana bajo su tutela efectiva. En esta ocasión, fue España la que envió hombres de armas. Cuatro números de la Guardia Civil y un sargento del mismo cuerpo bastaron para detener y trasladar a Barcelona al que fue breve príncipe de Andorra y rey de la montaña, que más tarde sería oficial nazi y que fallecería tras muchos años y con la nostalgia probable del país que pudo ser y de haber sido el hombre que pudo reinar. ¡Menuda historia!

Borís I de Andorra fallecería con la nostalgia probable del país que pudo ser y de haber sido el hombre que pudo reinar

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