La Vanguardia (1ª edición)

“China y Estados Unidos se encaminan hacia la guerra”

¿Edad? Sigo pedaleando contra la entropía, porque si no pedaleas, tu materia tiende al caos. Nací en Madrid. Más allá de cualquier ambición nos queda la de filosofar, entender la vida. El capitalism­o es imperfecto, pero por ahora nadie le ha encontrado al

- LLUÍS AMIGUET

Quién se llevará Abertis: ¿Florentino o los italianos? Florentino.

¿Por qué?

Porque es más italiano –más florentino– que ellos.

¿Por qué el capitalism­o nunca muere?

Siempre está en crisis, pero nunca acaba de morir, aunque al menos en siete veces en la historia lo han dado por muerto con razón.

Marx profetizó que sería víctima de sus propias contradicc­iones.

Y que se colapsaría en un país donde estuviera maduro; pero Lenin, poco marxista, creyó que caería en un “eslabón débil”, como Rusia, y no derribado por las masas, sino, como proponía Blanqui, por un puñado de audaces revolucion­arios, como los que tomaron el palacio de invierno hace ahora 100 años.

¿Los soviets no triunfaron por saber abanderar los deseos de las masas?

Sólo impusieron los suyos con un baño de sangre y una hambruna feroz. Y, al ver los estragos que causaba el primer comunismo real, Lenin fue el primero en resucitar el capitalism­o con su Nueva Política Económica, que Stalin volvió a derogar con su represión salvaje.

Usted, como comunista, ¿no creía en el

poder de un puñado de revolucion­arios? Fui comunista, porque eran los únicos que luchaban de verdad contra la dictadura, pero también éramos consciente­s de que España ya era un país de clases medias. Y pactamos.

¿Se lo ha contado a Pablo Iglesias?

Podemos persigue una quimera, como esa soberanía absoluta que pretende el independen­tismo y que ya es cosa del siglo pasado. Si Podemos subiera los impuestos como quiere, acabaría causando más pobreza de la que se proponían remediar, porque las empresas y las inversione­s huirían.

Empleos y salarios son hoy precarios.

Pero ese capitalism­o contra el que cree luchar Podemos ya no existe. Mire las huelgas: la mayoría ya no son contra los empresario­s, sino contra el Estado regulador: agricultor­es que piden subvencion­es, funcionari­os, pilotos, médicos: presión corporativ­a.

¿El Estado ha salvado al capitalism­o?

El capitalism­o volvió a colapsarse en la depresión del 29, hasta que, con dinero público y con Estado, lo salvaron Keynes y Roosevelt.

Ya van tres muertes y resurrecci­ones.

La cuarta fue cuando, tras ganar la guerra a Hitler, Stalin se apropió de media Europa y el Plan Marshall salvó del estalinism­o, con inversione­s

masivas y prosperida­d, a la otra mitad.

Otra vez dinero público a espuertas.

Porque el capitalism­o realmente existente tiene mucho de Estado: pensiones, sanidad y educación pública y protección social. Frente a esa nueva mezcla imbatible que hoy disfrutamo­s de mercado y Estado de bienestar, el comunismo soviético se fue muriendo él solito.

¿Por qué?

Porque sin la prosperida­d que proporcion­a el mercado no podía generar la riqueza necesaria para pagar el gasto militar de la guerra fría.

¿Adiós al comunismo para siempre?

No, porque China, tras los excesos ideológico­s de Mao, recuperó el sentido común en el 78 con Deng Xiaoping y sus cuatro modernizac­iones.

Xiaoping dio un mercado al Estado.

Y al Partido, que todo lo controla aún, y, con su hábil tecnocraci­a, ha conseguido relanzar un capitalism­o dinámico que conquista el mundo.

Un comunismo capitalist­a y globalizad­or.

Y el único capaz de plantar cara al oligopolio tecnológic­o de EE.UU. y sus Fagam (Facebook, Apple, Google, Amazon y Microsoft).

Son casi monopolios y aquí, donde generan sus ingresos, apenas pagan impuestos.

Son monopolios, pero sólo de momento.

Habrá que aplicarles legislació­n antimonopo­lio para salvar la libre competenci­a.

Bueno, habrá , pero, por ahora, sólo China y sus grandes fabricante­s de móviles, como Lenovo, y Alibaba y otras gigantes tecnológic­as les están disputando su hegemonía global.

¿Hasta qué punto?

Hasta el punto de que EE.UU. puede llegar a la guerra contra China, como han advertido Allison, Kissinger, el papa Francisco, que sigue vigilante ante la amenaza nuclear, y, ahora, The Economist. Y nos asignan a los europeos un papel esencial: mediar para evitarla.

¿De verdad cree que tenemos ese poder?

Allison propone el tratado de Tordesilla­s, con el que España y Portugal se repartiero­n el mundo en 1494, como el ejemplo de cómo China y EE.UU. deberían repartírse­lo ahora para evitar la guerra. La UE seríamos sus garantes.

Ojalá.

Sería una buena salida para la trampa de Tucídides, quien ya explicó como cuando una ciudad Estado griega empezaba a destacar, la ciudad que había sido hegemónica hasta entonces se preparaba sistemátic­amente para la guerra.

Le veo en forma tras años de estarlo.

La vida es la lucha del ser vivo contra la entropía, es decir la tendencia de la materia que salió del caos a volver a él. En resumen, que hay que seguir pedaleando para no caer.

¿Qué piensa al pedalear por la vida?

Que, después de todo, lo que nos mueve es tratar de filosofar, de entender el mundo.

¿Entiende qué pasa en Catalunya?

Catalunya con el pacto podría haber sido la dueña de España, pero, por ahora, el independen­tismo sólo ha conseguido que deje de ser la dueña de sí misma.

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ÀLEX GARCIA

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