La diplomacia del funeral
Mandatarios aliados y adversarios compartieron escolta en torno al féretro
Queremos ver a Chávez!, ¡queremos ver a Chávez!, ¡queremos ver a Chávez!”. Bajo un sol vertical, decenas de miles de venezolanos llegados de todos los rincones del país imploraban, desgañitándose, un instante de intimidad con su presidente.
Los gritos de la multitud resonaban en la explanada frente a la Academia Militar de Caracas, donde los restos mortales del caudillo aguardaban la llegada de los dignatarios del mundo entero que se dieron cita en el funeral de Estado más políticamente ecuménico que se recuerda.
“Fue tanto lo que él nos dio que puedo quedarme esperando toda la vida”, aseguraba Keisy Ruiz, ama de casa de Maracay, que se había trasladado hasta la capital para despedirse del comandante. Como ella, una marea de gente había pasado la noche al raso, durmiendo en camastros improvisados con cartón o periódicos, para no perder turno en las colas interminables y entrar en la capilla ardiente. Horas después, la muchedum- bre seguía desafiando al intenso calor y no desfallecía en su intento, si bien el Gobierno había anunciado ya siete días más de velatorio y el embalsamamiento del cadáver del líder bolivariano “para que todo el mundo pueda contemplarlo como a Ho Chi Min, Lenin o Mao Zedong”.
Pero la aglomeración bolivariana poco quería saber de momias ilustres. “Aquí me quedo, con el padre de nuestra revolución. ¡Unidad, batalla y victoria!”, exclamó Carlos Salazar, trabajador petrolero del estado de Anzoátegui, mientras varias de sus compañeras recordaban a gritos que “las mujeres, en su día internacional, están con Chávez como él estuvo con nosotras”.
A lo lejos, dos pantallas gigantes mostraban el desfile de jefes de Estado, presidentes de gobierno y representantes oficiales de más de 55 países, recibidos en la escalinata del recinto militar por el ministro de Asuntos Exteriores, Elías Jaua. Dentro de la sala mortuoria, vetada ya al acceso popular, presentaron sus respetos a la familia del caudillo, cuyo féretro fue cerrado y cubierto con la bandera de Venezuela.
Las honras fúnebres, que arrancaron con las notas del himno nacional interpretado por la orquesta sinfónica Simón Bolívar bajo la batuta de Gustavo Dudamel, congregaron la más nutrida y heterogénea representación internacional de que se tiene memoria en el país.
La enorme influencia mundial que Chávez ejerció en vida al frente de la potencia petrole-
EN LA GUARDIA DE HONOR El protocolo evitó que el príncipe Felipe y Obiang coincidieran en el mismo turno
‘ HERMANO ’ DE CHÁVEZ Ahmadineyad fue el más aplaudido y EE.UU. envió a dos congresistas
ra se multiplicó ayer en su funeral. Las guardias de honor que se montaron alrededor del féretro coreografiaron un auténtico ejercicio de ajedrez geoestratégico y cohabitación ideológica. Compartieron escolta mandatarios aliados y adversarios del régimen bolivariano, como el co- munista cubano Raúl Castro y el conservador chileno Sebastián Piñera, o el izquierdista uruguayo José Mujica y el derechista panameño Ricardo Martinelli.
La diplomacia bolivariana, no obstante, evitó que el príncipe Felipe de Borbón y el dictador guineano, Teodoro Obiang, coincidieran en el mismo turno y cedió una ronda especial a los llorosos presidentes de Bielorrusia, Alexánder Lukashenko, y de Irán, Mahmud Ahmadineyad, el más aplaudido por las masas que seguían la ceremonia en la plaza. China y Rusia, con enormes intereses económicos en juego en Venezuela, sólo mandaron representantes de nivel ministerial, mientras Estados Unidos, enemigo jurado del caudillo aunque su principal comprador de crudo, envió a las exequias a dos congresistas del partido demócrata y al encargado de negocios de su embajada en Caracas. El frente norteamericano prochavista también se hizo presente con el actor Sean Penn y el reverendo afroamericano Jesse Jackson.
Desde la calle, el clamor de las masas acabó arrastrando a la biodiversidad política a aplaudir el grito final de despedida: “¡Chávez vive, la lucha sigue!”