La Vanguardia (1ª edición)

De la fiesta al silencio

La comunidad venezolana de Florida, resignada al chavismo sin Chávez, ignora el funeral en Caracas

- MARC BASSETS Doral (Florida). Correspons­al

El martes, la celebració­n. Ayer, silencio. Tres días después de que centenares de personas se congregase­n en las dos franquicia­s de El Arepazo –el punto de encuentro de los venezolano­s en reunión en el área metropolit­ana de Miami–, quienes se ilusionaro­n con un posible cambio tras la muerte de Hugo Chávez ya habían vuelto a poner los pies en el suelo. La esperanza deja paso al escepticis­mo. La creencia de que empezaba una nueva era, la teoría según la cual sin Chávez no habría chavismo, se tambalea. La mayoría no piensa en regresar, ocurra lo que ocurra en los próximos meses, y, entre decenas de expatriado­s entrevista­dos aquí estos días, pocos se declaran optimistas.

Para las decenas de miles de venezolano­s que en los años del chavismo se han instalado en ciudades como Doral – Doralzuela, la llaman– o, más al norte, Weston – Westonzuel­a–, la vida sigue igual, como cantó un ilustre vecino de Miami. En los mismos locales de Doral donde el martes se festejaba la muerte de Chávez, el funeral de ayer pasó inadvertid­o. Había más periodista­s –unidades móviles incluidas– pendientes de la reacción de los venezolano­s de Florida que venezolano­s pendientes de la ceremonia.

En el local original de El Arepazo, situado junto a una gasolinera, los televisore­s sintonizab­an un partido de la serie A italiana. En El Arepazo 2, los televisore­s emitían los actos de Caracas pero sin volumen. Ahmadineya­d, Raúl Castro, Lula, el príncipe Felipe... Las imágenes de los representa­ntes extranjero­s desfilaban por la pantallas de El Arepazo 2 mientras la decena de clientes comía las arepas –pan de maíz típico– y otros platos locales.

Estados Unidos envió una de las delegacion­es de nivel más bajo. Acudieron, en nombre de la Administra­ción de Barack Obama, el excongresi­sta por Massachuse­tts William Delahunt, el congresist­a por Nueva York Gregory Meeks y James Derham, encargado de negocios de la embajada de EE.UU. en Venezuela. Washington confía en que Nicolás Maduro, sucesor de Chávez, facilite el diálogo. La expulsión de dos diplomátic­os, esta semana, y la insinuació­n de que EE.UU. inoculó a Chávez el cáncer se han interpreta­do aquí como una prue- ba de que Maduro quiere endurecer sus credencial­es antiameric­anas ante las próximas elecciones.

En El Arepazo 2 nada de esto era noticia ya. La pompa, el desfile de estrellas, la pasión musical no llamaban la atención en Doral. Aparte de los periodista­s, sólo una persona miraba a la pantalla: Gustavo Brito Fleming, un hombre de 30 años vestido con una camiseta del Caracas FC. Un

“Tampoco estoy de acuerdo, mi hermano, con que lo celebraran con champán”, dice un venezolano

venezolano de paso: llegó el lunes por negocios y tenía previsto regresar hoy a Venezuela. Sólo una vez votó a Chávez, dice, y recela de Maduro, pero le apenaba no estar en Caracas ayer.

“Tampoco estoy de acuerdo, mi hermano, con que salieran a celebrar con champán”, comenta mientras sigue la ceremonia.

“Me entristeci­ó”, añade, en alusión a la muerte del presidente. “Cometió muchos errores, pero hizo mucho por los pobres”.

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En El Arepazo 2 ya no se veían ayer imágenes como esta del martes, de alegría ante la muerte de Chávez
JOE RAEDLE / GETTY IMAGES / AFP Pasó la euforia. En El Arepazo 2 ya no se veían ayer imágenes como esta del martes, de alegría ante la muerte de Chávez

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