Secreto en Santa Marta
Los electores se alojarán intramuros en habitaciones sorteadas
En la Via Della Stazione Vaticana –territorio italiano–, una batería de casas bajas apartadas cohabita en íntima relación con la entrada al Vaticano menos conocida, la puerta del Perugino, que les cae justo enfrente. Desde esta calle poco transitada, mojada ayer por la llovizna, se ve asomar sobre la muralla la fachada trasera de la Domus Sanctae Marthae, la Casa de Santa Marta, el hotel intramuros donde los cardenales electores se alojarán durante el cónclave.
Los postigos de madera de todas las ventanas están echados a cal y canto, y tres hombres en chubasquero (¿gendarmes vaticanos?) inspeccionan la terraza. Por encima de la escena, se alza il Cupolone de San Pedro, el gran protagonista visual de esta histo- ria hasta que se ponga nombre y rostro al futuro papa.
No se sabe aún cuándo se mudarán ahí dentro los 115 electores, que en esta semana de precónclave han residido –igual que los octogenarios, que no votan– en pontificios colegios nacionales, residencias de religiosas, o en su domicilio si son curiales. La norma reza que las habitaciones de Santa Marta se asignen por sorteo cuando estén todos los electores en Roma, como es el caso. No es cosa baladí, pues la mayoría son suites individuales con dormitorio y saloncito, pero también hay dormitorios simples, así que mejor conjurar rencillas domésticas recurriendo al azar.
Construyó este albergue en 1996 Juan Pablo II, recordando las penurias de los electores en los dos sofocantes cónclaves de 1978: el de agosto que eligió a Juan Pablo I, fallecido 33 días después, y el que en octubre le eligió a él. Se alojaron, como se hacía hasta entonces, en celdas improvisadas en el Palacio Apostólico, a veces compartidas, y con ventanas selladas. No todas tenían agua corriente, los baños eran comunitarios, y sus eminencias debían hacerse la cama. Testimonios posteriores de cardenales lo evocan como una tortura.
La Domus Sanctae Marthae se utilizó por primera vez como hotel de cónclaves en el que eligió a
Los móviles no funcionarán en la casa ni en la Sixtina, y todo el personal jurará guardar reserva
Benedicto XVI hace casi ocho años. En los días previos, a los periodistas entonces acreditados ante la Santa Sede nos llevaron a ver el vestíbulo y las estancias (esta vez se han limitado a proyectar un vídeo a la prensa). Son 129, entre habitaciones y suites, todas con baño, sencillas y funcionales. (Benedicto XVI durmió allí la noche de su elección, y el futuro papa hará lo propio.) Un busto de Juan Pablo II preside la entrada, con suelo de mármol y muebles de época. En la planta baja hay capilla, refectorio, oficinas y salas.
El secreto vincula a los cardenales en Santa Marta tanto como en la Capilla Sixtina, protegidas por un inhibidor de móviles y wi-fi. También sobre sus trayectos en minibús entre ambos lugares pesa la obligación de reserva. La prensa italiana publica que el convoy de minibuses será escoltado por sendas camionetas con antenas para anular dispositivos electrónicos de comunicación.
Gestionan la Domus las Hijas de la Caridad de San Vicente de Paúl, y también ellas deberán jurar silencio, como el personal de limpieza y cocina, médicos y enfermeros, y los secretarios de los cardenales. De vulnerarlo, serán excomulgados latae sententiae, en el acto de cometer el delito.