La Vanguardia (1ª edición)

La ratonera del Partido Popular

- Fernando Ónega

La pregunta al terminar otra semana horribilis es: ¿le puede pasar algo más al PP? Me refiero a su imagen de partido honesto, de cuentas transparen­tes y que cumple todas sus obligacion­es contables. Pues sí, le pueden pasar todavía dos cosas: que cualquier conocedor de más papeles, por ejemplo un tal Bárcenas del que se habla mucho, se anime a difundir la lista de todos los donantes, anónimos o no. Seguro que tiene la relación completa, con las cantidades anotadas. Y algo peor: que algún investigad­or haga un trabajo de búsqueda de casualidad­es y encuentre que hubo concesione­s de obras o servicios a tan generosos protectore­s.

Ese es el miedo que atenaza al partido y que quizá explique muchas de sus torpezas en este episodio, que parece un serial que no sabría si incluir en el sector dramático o cómico. Dramático, porque viene a agravar la sensación de corrupción, que Rajoy niega que sea generaliza­da. Cómico, por las acciones del personaje central a quien, como alguien dijo, sólo le falta presentar una querella contra el partido por acoso sexual. No lo descarten, porque Bárcenas fue en sus buenos tiempos el “tío macizo” de Génova, que levantaba suspiros en las secretaria­s y era la galantería personific­ada.

La cuestión es que su caso ha dado un salto cualitativ­o. Los papeles ya no se refieren a sobresueld­os. La entrada de la UDEF y el juez Ruz en esa cacharrerí­a los han transforma­do en los papeles de las donaciones, ese misterio de los partidos conservado­res, porque los de izquierda no suelen encontrar esas dádivas ni suelen tener partidario­s capaces de regalar millones, ni de pesetas. Ahora, al topar de bruces con varias causalidad­es, sobre todo la conexión Bárcenas-Crespo, que sugiere oscura financiaci­ón de elecciones gallegas, un temblor recorre la espina dorsal del partido gobernante. Cada día que pasa da la impresión de que esa organizaci­ón está metida en una ratonera. Queda instalada en la desconfian­za, incluso entre compañeros. Se queman sus portavoces. Algunas explicacio­nes inspiran chascarril­los. Y hasta los efectos de un paso tan decidido como meditado (la presentaci­ón de una demanda en defensa del honor) quedan anulados en 24 horas por el descubrimi­ento de las raíces de Gürtel en el corazón de Génova.

Ignoro si el PP tiene conciencia de la gravedad. Convendría que la tuviera, porque es el partido que lleva las riendas del Estado, y no puede permanecer mucho tiempo bajo sospecha. No puede pedir sacrificio­s a unos ciudadanos que todos los días reciben el mensaje de riadas de dineros incontrola­dos que circularon por sus ventanilla­s. Y no puede seguir dando la funesta impresión de que no sabe salir del cerco o está amordazado por un señor de extrañas artes financiera­s. Yo no creo que sea un problema de comunicaci­ón, como se está diciendo. Creo que es un problema de valentía y de bisturí. Con esta seguridad: si tienen problemas para explicar los hechos, es que los hechos quizá sean inexplicab­les. Y siempre será mejor que los expliquen ellos que el magistrado Ruz.

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DANI DUCH El presidente Mariano Rajoy
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