La Vanguardia (1ª edición)

Tissue World

- Quim Monzó

La que faltaba para el duro: ¡la Tissue World en Barcelona! Es una feria que a lo largo de dos décadas se ha celebrado en varios lugares del planeta y que, ahora, por primera vez, abrirá las puertas en el recinto de Fira Barcelona en la Gran Via. Doscientas empresas han confirmado su participac­ión: empresas que fabrican papel higiénico, pañuelos y servilleta­s de papel, compresas... También estarán, claro, los que fabrican las máquinas necesarias para producir todas esas cosas.

¿Por qué ha escogido Barcelona, la Tissue World? Lo explica Gemma Martí en el digital de este diario: “El certamen ha optado por cambiar de sede y, como explica la agencia organizado­ra de la feria, se ha escogido la capital catalana por las infraestru­cturas que ofrece, las comunicaci­ones, una oferta hotelera y gastronómi­ca de alto nivel, el clima, y la rica historia y patrimonio de la ciudad’. Al mismo tiempo, un factor decisivo ha sido que, en la última convocator­ia, visitantes y expositore­s mostraron su preferenci­a porque el acontecimi­ento tuviese lugar en Barcelona”. ¿Cómo no, si Barcelona es un paraíso para los guiris?

Si hay un Mobile World, ¿cómo no iba a haber un Tissue World? Si el mundo de los móviles ha llegado a tal grado de expansión que requiere una feria donde durante unos días al año se encuentran en Barcelona los expertos en artilugios tecnológic­os para ati-

Si hay una feria dedicada al móvil, ¿cómo no va a haber otra dedicada al papel higiénico y sanitario?

borrarse de paella precocinad­a y gintonics con sandía y fresas, ¿cómo no iba a haber otra parecida que reúna a los expertos en papel higiénico y sanitario? Es lógico. Además, el móvil apareció hace unas décadas, pero el papel higiénico muchísimo antes, y su uso está más extendido. Dicen las encicloped­ias que el papel lo inventaron los chinos –evidenteme­nte– en el siglo II a.C. pero que hasta el siglo VI d.C. no lo utilizaron para limpiarse el orificio que remata el conducto digestivo. En otros lugares del mundo, los ricachones usaban esponjas, cáñamo o encajes de bolillos y los pringados, hojas o manojos de hierbas, musgo o cantos rodados, si defecaban cerca de un río. Durante el siglo XIX y buena parte del XX, en media Europa se utilizaba papel de diario, cosa que, ahora, con los iPads y demás resultaría algo más complicado. Aquí, la revolución llegó con el papel Elefante. Aquello –perdonen la frase– marcó un antes y un después. Así pues, sería de pura justicia histórica que, en la entrada del recinto de la Gran Via –donde instalaron dos torres venecianas a imitación de las de la plaza Espanya para que los congresist­as del Mobile World Congress se sintiesen tan bien acogidos como en el recinto de Montjuïc– colocasen ahora, arriba del todo, dos gigantesco­s rollos de papel Elefante: uno clavado en cada torre. Al pie, rindiéndol­es honores, yo pondría a un destacamen­to de los Mossos d’Esquadra. Sería todo un detalle, sobre todo ahora que, como se supo hace tres meses, por culpa de los recortes no tienen papel de váter en las comisarías.

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