La Vanguardia (1ª edición)

#Ibarradesb­arra

- Pilar Rahola

El #IbarraDesb­arra fue uno de los hashtags ocurrentes que triunfaron en la red el día que el ínclito amigo de los catalanes escupió su enésimo simplismo faltón. Acababa de comparar el Parlament catalán con el tejerazo y a Artur Mas con Hitler. Jordi Basté, felizmente dotado para el humor, le espetó aquello de “que el moqui la iaia” y en la mayoría de los micrófonos se aludió al personaje con los epítetos pertinente­s. Rodríguez Ibarra lo había vuelto a hacer, había vuelto a su idea fuerza más querida, la de atizar a los catalanes a la manera de los grandes tontos de la humanidad, con mucha gramática testicular y muy poca inteligenc­ia. Y Catalunya se despertó dividida entre los que querían respuestas contundent­es y los que pensaban que es mejor no hacer caso a un provocador de barrio chusquero, cuyas chulerías son de sobra conocidas. Ibarra es un matón de la política, y aceptar sus provocacio­nes es caer en un juego de violencias verbales que no llevan a ninguna parte. Por otro lado, también es cierto que permitir ese tipo de insultos de mala calaña no siempre es bueno, de manera que el

Jordi Basté, felizmente dotado para el humor, le espetó a Ibarra aquello de “que el moqui la iaia”

dilema conseguía lo que Ibarra buscaba: estar en el centro del debate catalán, aunque fuera diez minutos. Y si el mejor desprecio es no hacer aprecio, es cierto que esa sabiduría no la practicamo­s demasiado, sobre todo ante este tipo de personajes. Yo misma me he planteado el dilema en el momento de hacer el artículo: se lo dedicaba, dándole una importanci­a que ni tiene ni merece; o pasaba, dando por bueno el desprecio.

Como es evidente, no he pasado. Pero no porque nos insulte una vez más.

No porque Ibarra acumule décadas de barbaridad­es sobre Catalunya, a cuál más soez y más hiriente. Y no porque sea un tipo relevante que merezca respuesta, dando por hecho que la categoría de los adversario­s nos da la medida de la nuestra. Y este señor no tiene ninguna categoría. No, Ibarra debe obtener respuesta y, especialme­nte, debe ser denunciado porque ha banalizado la peor tragedia de la historia de la humanidad y eso, en los países decentes, es delito. Usar la muerte de millones de personas para cualquier barrido es una maldad intrínseca que da una informació­n precisa de quien lo hace: su poca catadura moral. Ibarra podría insultarno­s de muchas maneras, y de hecho su biografía está llena de adjetivos, pero cuando utiliza sin escrúpulos el nazismo para su guerra dialéctica, está demostrand­o que asesinar industrial­mente a millones de personas le parece tan banal como criticar a un adversario político. Dejo fuera el hecho de que los catalanes hemos sido víctimas y no victimario­s del fascismo, que llegó a asesinar a nuestro propio presidente. Pero no dejo fuera el silencio cómplice de los amigos socialista­s. Para Rubalcaba, en un día como hoy, la famosa frase de Luther King: “Lo peor no es la maldad de los malos, sino el silencio de los buenos”.

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