La Vanguardia (1ª edición)

¿El precio del silencio?

- R. MARGARIT, psicóloga y escritora

Con el dinero y el erario pasa como con la materia, que ni se crea ni se destruye, sino que se transforma, y parecería que esa transforma­ción tan sólo tiene que ver con que cambia de manos de manera “diferida, simulada”, utilizando los calificati­vos que emplea el PP. Por un lado, el presidente del Gobierno y todos los ministros están pidiendo a la población que aguante recortes y más recortes en los servicios públicos por los cuales pagamos todos porque la situación es precaria económicam­ente hablando. Y por otro lado, resulta que el partido que gobierna el país ha estado pagando hasta este 2013 al extesorero del PP Luis Bárcenas un sueldo mensual de 21.000 euros desde el 2010, que es cuando dejó el cargo. En una comparecen­cia extremadam­ente confusa, Maria Dolores de Cospedal no ha sabido clarificar en concepto de qué y cómo se pagaba ese sueldazo, entre palabras como “diferido, simulación” y otras hierbas. No se le entendió nada. Y el ciudadano de a pie se está preguntand­o si se le paga un silencio y con qué dinero. Porque es sorprenden­te que el PP pueda pagar esos sueldos, además de los de muchos otros que deben de trabajar en el partido, si resulta que el país está como está. La pregunta es ¿de dónde sale todo ese dinero? ¿Y a cambio de qué?

Lo que presiente la gente es que en el país existen dos niveles muy diferencia- dos económicam­ente, los que están empobrecié­ndose continuame­nte, y los que disponen de cantidades ingentes de dinero para pagar sueldos, silencios o lo que sea; es decir, funciona como si fuese un mundo aparte de la realidad del país, un mundo endogámico donde el precio no es ningún obstáculo para obtener y conservar el poder. En otras palabras, existe una opacidad constante de los ingresos en los grandes partidos y, por tanto, de las presiones que los lobbies pueden ejercer sobre la política del país. El dinero no se regala porque sí, sino que normalment­e se invierte para que rinda beneficios directos. Las donaciones dichas anónimas a los partidos no deben ser tan anónimas como nos quieren hacer creer.

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