La Vanguardia (1ª edición)

En manos de los maestros

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año en que Bille August adapta a Pascal Mercier– hay muchos ejemplos de películas que superan a su original literario. Blade runner (1982) o Muerte en Venecia (1971) son casos emblemátic­os, pero no únicos. Esos azares se han conjurado a favor de Dennis Lehane, cuyo debut cinematogr­á-

Para un novelista, ser adaptado al cine es en sí mismo una fortuna, pues multiplica su notoriedad de súbito. Sin embargo, también tiene que obrar la fortuna para que el adaptador sea competente. Aunque es un lugar común pensar lo contrario –sobre todo el fico fue Mystic River (2003), dirigida por un Clint Eastwood en estado de gracia, que contaba con la simpatía incondicio­nal de la crítica mundial. Los dos Oscar que ganó la cinta pusieron a Lehane en el mapamundi de la ficción negra. En ese latente infierno bostoniano de vileza también se desarrolla la segunda novela que vio proyectada en cines, Adiós, pequeña, adiós (2007), sorprenden­te debut tras la cámara del hoy triunfador Ben Affleck. La película fue bendecida por la prensa de todo el mundo. Que Martin Scorsese adaptase Shutter Island (2010) fue la guinda para el pastel. Shutter Island no fue la triunfador­a del 2010 que algunos vaticinaba­n, pero aún hoy está entre las más apreciadas por el público –tanto ésta como Mystic River están en el top 250 de la web de referencia Internet Movie Database–. Y aunque nunca ha escrito sus adaptacion­es al cine, Lehane debutó como guionista con la suerte otra vez de cara: escribió varios episodios para The Wire, la obra maestra de David Simon. Lo que, de paso, terminó de teñir el apellido Lehane de óxido humano y humedad moral. / P. Vallín

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