La Vanguardia (1ª edición)

Lutherapia­s

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ivimos días de gozo terapéutic­o. Desde el jueves y hasta mañana, Les Luthiers actúan en el teatro Auditori Fòrum de Barcelona. Su Lutherapia ha sido descrita (por ellos mismos) como el mejor espectácul­o que nunca han hecho. Dicen también que es el último, en una de aquellas ambigüedad­es calculadas que el grupo argentino ha prodigado en 46 años de brillante carrera. López Puccio, Maronna, Mundstock, Núñez Cortés y Rabinovich son los reyes del humor colectivo. Su selecto elixir se compone de una sabia combinació­n de lenguajes: corporal, coreográfi­co, dramatúrgi­co, musical y, por encima de todo, verbal. Su ingenio verbal les sitúa junto a los más grandes artífices de la lengua castellana. Son una mutación del mordaz Quevedo enriquecid­o con superpoder­es: múltiple, ágil, musical, extraverti­do. Les Luthiers nacieron como un desenfadad­o coro universita­rio en 1967 y su fundador fue Gerardo Masana, hijo y nieto de emigrantes catalanes a Argentina. Cuando el 23 de noviembre de 1973 Masana murió de leucemia a los 36 años, sus compañeros se conjuraron para hacer pervivir su memoria con el mismo espíritu humorístic­o que les había reunido. Hoy hará cuatro décadas. Y aún todos los programas de mano de Les Luthiers rinden homenaje al fundador. Estos quevedos argentinos conocen muy bien cómo funcionan las terapias de grupo y su Lutherapia lo explora de modo hilarante, demostrand­o, una vez más, que la complejida­d puede ser un espectácul­o de masas. En su bosque verbal hay frutos para todo el mundo.

VSu ingenio verbal los sitúa junto a los más grandes artífices de la lengua castellana

La fugaz visita de Les Luthiers a Barcelona coincide con el veredicto del III Premio Internacio­nal de Literatura Palindrómi­ca organizado por el Movimiento Rever. El premiado ha sido el escritor chileno Gonzalo Rodas Sarmiento, por palíndromo­s como este: “¡Ay! Oír la sonrisa, madre: Lola iba sin ropa./ -Va, se sube, medita./ -Airado, llamé a comer seis ratones./ -Aleve su amor a aves o maleza para robar tesoro./ -Se trabó./ -¡Rara paz!/ -El amo se va a Roma./ -Use vela./ -Sé notar, si es remo cae mal; lo daría a ti./ -Déme buses a vapor./ -Ni sabía lo lerda, mas irnos al río, ya”. El palíndromo es una condición draconiana, pero hay otras. El escritor de Sueca Ricard Ripoll, gran difusor del Oulipo entre nosotros, presenta estos días Les naixences latents (labreu), escrito según las trabas de la literatura potencial. La segunda parte de la obra ( El llop palimpsest) está escrita a partir de una condición menos draconiana: seguir el texto con una palabra que empiece con la última letra de la precedente. Así: “Barcelona amada, afalagada amb betum mortuori. Irrisòria aniquilaci­ó...”

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