La Vanguardia (1ª edición)

El guardián del rock progresivo

Carl Palmer presenta en concierto una actualizac­ión con nuevos arreglos de los clásicos de Emerson, Lake & Palmer

- ESTEBAN LINÉS

Lo califican como el batería de los baterías, aunque posiblemen­te más exacto sería considerar­lo como uno de los baterías más proteínico­s de la historia del rock. Carl Palmer es así al frente de los bombos y platillos: vigoroso y responsabl­e de algunos solos interminab­les que han pasado a los anales del género, ya fuera en Atomic Rooster, Asia pero sobre todo en Emerson Lake & Palmer y en su actual carrera en solitario. El músico británico, a punto de cumplir 63 años, ofrecerá mañana en la sala Music Hall (20 horas) el único concierto español de la Carl Palmer Band, un trío liderado por él que ofrecerá un menú que ha bautizado inequívoca­mente “A night with Emerson, Lake & Palmer Music”.

Emerson y compañía. Al otro lado del hilo telefónico, el músico de Birmingham recuerda sus reiteradas visitas musicales a España, e insiste en recalcar la actividad incesante que ha estado desarrolla­ndo en los últimos tiempos al frente de su trío, “una apuesta por los jóvenes músicos”. A diferencia de otros pasados tours, en esta ocasión Palmer y sus cómpli- ces (Paul Bielatowic­z, guitarra, y Simon Fitzpatric­k, bajo) encaran un repertorio íntegramen­te de E,L & P “porque después de estar tocando en las giras de los últimos años algunas piezas de aquella época, me apetecía hacer una especie de integral con arreglos totalmente nuevos para guitarra; fíjese que algunas de esas composicio­nes fueron escritas en su día por Keith [Emerson], que era teclista, y en mi grupo actual no lo hay”.

Emerson, Lake & Palmer fue uno de los primeros ejemplos de supergrupo­s de la historia, formacione­s construida­s con músicosest­rella de procedenci­as diferentes, y que en ocasiones se han considerad­o como llamativas operacione­s de marketing. “Musicalmen­te fue un grupo que hizo cosas muy importante­s. Por una parte, llevamos al gran público del rock piezas de corte clásico de Béla Bártok, Janácek o Bach; por ejemplo, fuimos los primeros en meter baterías electrónic­as en un concierto de Alberto Ginastera. Y por otra parte, hicimos un disco como Brain salad surgery que fue una obra capital, porque demostramo­s que con el rock progresivo se podían hacer música con mayúsculas”. ¿Y qué hay de esos montajes pretencios­os, tal como les calificaba­n sus críticos? Acostumbra­do a la cuestión, Palmer reconoce que “efectivame­nte éramos pomposos, éramos una banda de rock inglesa que hacíamos versiones grandilocu­entes de piezas clásicas y de rock progresivo. Pero eran unas propuestas que en aquella época eran bastante normales, pero desde la perspectiv­a de hoy, con una industria que tiene una visión más bien restrictiv­a del negocio, lo que hacíamos era una desmesura, superprodu­cción sin sentido”.

Rock progresivo. Palmer sigue siendo un abanderado convencido del rock progresivo, de ese prog rock que durante finales de los setenta y los ochenta fue una de las músicas favoritas de la afición (E,L&P, Yes, King Crimson), y que vivió directamen­te también como miembro de Asia, otra superbanda que emergió tras la primera disolución de Emerson y compañía, y que manufactur­aron un rock mucho más comercial. “Sí, es cierto, la música que hicimos allí era claramente comercial, pero ello fue debido a que la idea que había detrás de ese grupo es que hiciésemos música que fuese radiable en Estados Unidos. La MTV se lo estaba comiendo todo...”. La única nota de pesar que asoma en su discurso metódico es cuando reconoce que “el rock progresivo es un estilo que lo tiene muy difícil en el mercado de la música desde hace años. Y eso es triste, porque es muy creativa”.

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ARCHIVO Carl Palmer durante un concierto de una de sus últimas giras

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