La Vanguardia (1ª edición)

El augurio de un cónclave breve

LA SILLA DE SAN PEDRO, VACANTE La Santa Sede desea un desenlace rápido para disipar sombras de división

- EUSEBIO VAL Ciudad del Vaticano. Correspons­al

La Santa Sede no oculta su deseo de que el cónclave sea breve. Eso disiparía las sombras de división entre los cardenales y ofrecería a los fieles y al mundo una imagen compacta de la Iglesia católica en este momento tan delicado.

Este fue el mensaje que se quiso transmitir ayer, no de una manera absolutame­nte explícita pero sí bastante clara. El estado de ánimo vaticano suele leerse entre líneas, o por asociación de ideas. Es un estilo secular de decir, no decir e insinuar.

La primera señal la dio el porta- voz vaticano, el padre jesuita Federico Lombardi, en rueda de prensa, cuando puso mucho énfasis en que la decisión sobre la fecha de inicio del cónclave –el martes 12 de marzo– fue tomada con rapidez, en la congregaci­ón general del viernes por la tarde, por una abrumadora mayoría de cardenales, en una proporción aproximada de 10 contra 1.

De este modo desmentía las noticias según las cuales había una seria discrepanc­ia entre los cardenales de la curia romana, partidario­s de un proceso rápido, y los purpurados venidos de fuera, más favorables a tomarse tiempo para analizar los problemas de la Iglesia y de la gestión vaticana en particular, y para calibrar a los potenciale­s candidatos a papa.

Luego, la pregunta directa de un periodista sobre la duración del cónclave permitió a Lombardi ser aún más explícito. El amplio consenso sobre la fecha indica, según él, que “la sensibilid­ad que tiene el colegio cardenalic­io sobre su preparació­n está madura y es suficiente”. El portavoz insinuó que el cónclave no será muy largo porque, como demuestra la experienci­a de las últimas elecciones papales, surgen pronto varios candidatos muy votados y se produce una “convergenc­ia” hacia una figura. “Esto puede pro- ducirse bastante rápidament­e en el curso de sucesivas votaciones”, agregó. Lombardi advirtió que si las votaciones se prolongara­n mucho, daría una imagen “de bloqueo”. “No hay motivo para pensarlo”, apostilló.

Hoy domingo los cardenales no se reunirán. Cada uno podrá acudir, si lo desea, a oficiar la misa en la iglesia romana que tiene adjudicada. El lunes por la mañana habrá la última congregaci­ón general, la décima desde que se hizo efectiva la renuncia de Benedicto XVI, el 28 de febrero.

El martes por la mañana, a partir de las 7, los 115 purpurados electores se instalarán en la Casa de Santa Marta, la residencia en el interior del Vaticano donde se alojarán durante el cónclave. Las habitacion­es ya fueron sorteadas el viernes. No se trata de evitar que unos se escojan las mejores sino de que un cardenal “no escoja a su vecino”; es decir, impedir en lo posible que se formen gru- pos con intereses y estrategia­s propios.

Antes del cónclave se celebrará, por la mañana, a las 10, la misa pro eligendo papa, en la basílica de San Pedro. La presidirá el decano del colegio cardenalic­io, Angelo Sodano. Este exsecretar­io de Estado supera los 80 años y no es elector. Pero sus opiniones aún cuentan mucho. Será interesant­e analizar su homilía. Por la tarde se celebrará la procesión de los cardenales desde la Capilla Paulina a la Capilla Sixtina. Antes del extra omnes (literalmen­te, “fuera todos”), cuando los cardenales electores se quedan solos, encerrados, habrá una meditación dirigida por cardenal maltés Prosper Grech –no elector–.

A efectos logísticos, Lombardi indicó que no habrá fumata después de cada votación, salvo si se elige papa. La fumata tras las dos votaciones matinales debe esperarse sobre las doce del medio-

El editor de The New

York Times les dijo a los monjes de Montserrat que la Iglesia católica iba a tener serios problemas en Estados Unidos. Diciembre del 2002. Arthur O. Sulzberger, propietari­o del diario más influyente del mundo, había viajado a Catalunya para recibir el premio internacio­nal Conde de Barcelona, que concede la fundación vinculada a La Van

guardia. A Sulzberger le gusta la escalada y pasó dos días en Montserrat. Comió en el refectorio y departió con el abad y sus más inmediatos colaborado­res. Hablaron del mundo. Y les explicó que, en su opinión, los casos de pederastia denunciado­s en varias diócesis de Estados Unidos eran el inicio de un largo y grave problema para la Iglesia de Roma.

Postrimeri­as del año 2002. El papa Juan Pablo II había advertido al presidente norteameri­cano George W. Bush que no contase con el Vaticano para legitimar la invasión militar de Iraq. Karol Wotyla ya había dicho que no a Bush padre, once años atrás, cuando tuvo lugar la denominada guerra del Golfo. Esta vez, la negativa era más fuerte. No, no y no. Roma estaba radicalmen­te en contra de un nuevo choque frontal con la opinión árabe y daba la máxima prioridad a la protección de las minorías cristianas en Oriente Medio.

Meses después, cuando ya todo estaba a punto para la invasión, se produjo una significat­iva ausencia en la famosa escena de las islas Azores. El primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, fiel atlantista, no acudió a la cita. Unos días antes, el anciano Papa le había invitado a almorzar en el Vaticano y se oyeron fuertes palmadas sobre la mesa en el aparta- mento pontificio. No, no y no.

Millones de personas se manifestab­an contra la guerra en varias ciudades del mundo y en las librerías de todo el planeta triunfaba el más potente lanzamient­o editorial de la casa Random House: El código Da Vinci, segunda novela del escritor estadounid­ense Dan Brown. Literatura infumable y eficaz guión cinematogr­áfico. (La película, interpreta­da por Tom Hanks, logró empeorar el original). Trama detectives­ca, esoterismo, Santo Grial, Jesús y María Magdalena, el Priorato de Sión, el Opus Dei. Teoría del complot. La Iglesia católica, epicentro de una gran conspiraci­ón a escala planetaria. El Vaticano, un segundo Kremlin. Verdades ocultas que la nueva civilizaci­ón de la telefonía móvil e internet estaba llamada a desentraña­r. Comenzaba una nueva era. El tiempo del

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MAX ROSSI / REUTERS La chimenea de la Sixtina. Unos bomberos fijaban ayer la chimenea por la que ha de emerger el humo, blanco o negro, del cónclave, en el tejado de la Capilla Sixtina del Vaticano
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Los papeles del periodista Nuzzi. Parte de los documentos robados por ‘Paoletto’, el mayordomo del Papa, apareciero­n publicados en el 2012 en el libro “Su santidad, los documentos secretos de Benedicto XVI”.
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