El secretismo oficial añade más incógnitas a la muerte de Chávez
El cadáver tuvo que ser manipulado días antes para conservarlo y exponerlo
La primera mentira la dijo él. “Estoy curado”, anunció Hugo Chávez en septiembre del 2012, al inicio de la campaña electoral en la que fue reelegido presidente de Venezuela por última vez. Había pasado más de un año desde que el caudillo comunicara al mundo que padecía cáncer. Pero lo cierto es que cuando lanzó su candidatura la enfermedad estaba en fase terminal y la suerte, echada.
Así, el comandante de la revolución bolivariana –bautizado desde ayer como “líder supremo”– puso a funcionar la maquinaria de engaños, falacias y patrañas que el régimen utilizó para ocultar la verdad sobre su estado de salud y las circunstancias de su muerte. Una operación propagandística –cuyo guión habría sido escrito en La Habana– que se extendió a las jornadas de duelo y seguirá aplicándose hasta las próximas elecciones presidenciales. El rosario de mentiras oficiales es interminable, pero tuvo sus momentos estelares. Especialmente, después de que el Gobierno notificara el regreso de Chávez a Caracas, el 18 de febrero, tras permanecer 70 días en Cuba para someterse a una cuarta ope- ración por la recurrencia del cáncer. Quedarán para la antología del disparate las palabras de su delfín, Nicolás Maduro, al informar el 22 de febrero de que el presidente –con respiración asistida mediante una cánula traqueal– se comunicaba por escrito o a través de “otras formas que él mis- mo ha creado” y mantenía reuniones de trabajo de más de cinco horas con espíritu “enérgico”.
El engranaje de desinformación gubernamental se encargó también de difundir los tres últimos mensajes de @chavezcandanga, la cuenta de Twitter del caudillo, para anun- ciar su regreso al país. “Hemos llegado de nuevo a la Patria venezolana. Gracias, Dios mío!! Gracias Pueblo amado!! Aquí continuaremos el tratamiento”, decía el primero. Extrañamente, el jefe del Estado, cuya vitalidad el régimen ensalzaba, no volvió a escribir nada más. Tampoco firmó ninguna nueva orden ejecutiva, como las que supuestamente suscribió desde La Habana, con rúbricas rojas –algunas de ellas idénticas– enarboladas por el oficialismo como prueba irrefutable de la capacidad de su líder para gobernar, mientras expertos grafólogos dictaminaban que habían sido generadas por ordenador.
Desde su retorno a Venezuela, nadie vio a Chávez nunca más. Tres días antes del regreso, el