Al rescate del político
Argumentos habituales de crítica a partidos y dirigentes públicos a los que se puede dar la vuelta
Barcelona
Un ladrón se acerca a un político, le apunta con una pistola y le exige que le dé todo el dinero que lleva. “¿No sabe con quién habla? Soy un político muy importante...”, le dice este. “Entonces ¡devuélvame mi dinero!”, reclama el asaltante...
Es sólo un chiste, pero debajo del humor negro, y a menudo también de los exabruptos con que los españoles se desahogan sobre la clase política late el desapego que reflejan los sondeos, sin ir más lejos el barómetro de febrero del Centro de Investigaciones Sociológicas, que sitúa la corrupción y el fraude como segunda preocupación ciudadana –por detrás del paro–, desbancando a los problemas económicos e incluso a los políticos y los partidos, que venían ocupando el tercer lugar de esta tabla desde febrero del 2010. La clase política lleva tiempo en el centro de la diana, y el ascenso fulgurante de la percepción de la corrupción –hace dos años sólo la citaba un 2,4% de los entrevistados, frente al 40% del último CIS– no ha hecho sino empeorar la opinión de los ciudadanos. Los reproches a la actuación no sólo de los gobiernos sino de la clase política en general se repiten entre los analistas y son ya un tópico recurrente en las conversaciones a pie de calle. Pero a algunas de las críticas con las que se censura la actuación política se les puede dar la vuelta. El que sigue es un intento de defensa de la clase política, mano a mano entre el experto en comunicación pública Luis Arroyo y el catedrático de Filosofía Política y Social Daniel Innerarity.
VIVEN EN SU BURBUJA Distantes de la sociedad y atados al corto plazo
Es una de las críticas recurrentes a los políticos: asegurar que viven en su burbuja, lejos de la ciudadanía y de los problemas reales. Innerarity niega la mayor: “Es un tópico que la clase política se ha distanciado de la ciudadanía; a veces el problema de la política es la excesiva cercanía respecto de los ciudadanos y el corto plazo”, asegura. Eso ha empobrecido la democracia, añade, porque los políticos se han vuelto más vulnerables a la presión de la opinión pública y han cedido a tomar decisiones en el corto plazo, en lugar de pensar un poco más allá, y con eso, infantilizan a la sociedad. Luis Arroyo apunta que “cuando hay crisis económica, aumenta la desconfianza política y esa relación, que se viene produciendo en España, se repite en el resto de Europa”. Y conforme aumenta la angustia, añade, crece el conservadurismo de la población, y hay más requerimiento de orden, de autoridad, más patriotismo. “La situación que se está produciendo es completamente previsible, y no creo que sea un problema de discurso, de narración, sino de narradores, hay unos liderazgos muy burocráticos, poco audaces”, asegura Arroyo, presidente de Asesores de Comunicación Pública.
SON UNOS INCOMPETENTES Incapaces de resolver los problemas
Otra de las quejas que se hacen de la clase política es su presunta incapacidad para resolver los problemas, empezando por la crisis económica. ¿Por qué los políticos nos resultan incompetentes? “Nos parecen inevitablemente poco preparados, pero a la vez la profesionalidad nos parece sospechosa”, apunta Innerarity, que ve como principal razón de este menosprecio el olvido por parte de los ciudadanos del tipo de asuntos que se encargan a la clase política: “Les encomendamos la gestión de los problemas más complejos, aquellos que concentran la mayor incertidumbre, los que no se resuelven con pericia profesional; no es que los políticos sean incompetentes, es que los problemas que les hemos encomendado son irresolubles mediante una competencia irrefutable”, valora.
“Hay un fenómeno muy estudiado –apunta Arroyo–, que es la atribución a los políticos de poderes casi mágicos que no tienen. Rajoy tiene una capacidad de control de la economía muy reducida, no depende estrictamente de él, y además la política se mueve en ciclos más largos que los ciclos económicos, pero eso es muy difícil explicarlo a la gente”.
“Estamos en un momento histórico –añade Innerarity– en el que los problemas políticos son de una gran complejidad técnica y el momento de la toma de decisiones es muy duro y muchas veces debería abordarse con una perspectiva larga, pero los ciudadanos estamos volcados en un presente entendido como un punto de satisfacción inmediata, exigimos a los políticos unos resultados prácticos concretos, no toleramos el largo plazo y los políticos no son capaces de configurar un discurso”. La política, instalada en el corto plazo, acaba siendo incapaz de plantear escenarios de futuro.
SON POCO HONRADOS La corrupción es inherente al poder político
Por primera vez, la corrupción es percibida por los españoles como el segundo problema más grave. El último barómetro del CIS, publicado el miércoles, se elaboró durante los primeros días de febrero, cuando se acumulaban las noticias sobre el extesorero del PP Luis Bárcenas, sobre la trama Gürtel y sobre otros sumarios que investigan los juzgados españoles. No hay forma de defender a los políticos que abusan de su cargo y su posición en beneficio propio, pero el riesgo está en la generalización. “Hay partidos que lo hacen mejor y otros peor, pero uno de los problemas que tenemos cuando se generaliza el discurso contra la corrupción, el todos son corruptos, es que sólo beneficia a quienes no lo están haciendo bien”, valora Innerarity.
No todo el sistema político es corrupto, no todos los partidos. “De ninguna manera. La corrupción es algo concreto, denunciable y afortunadamente cada vez más visible. La ciudadanía no lo tolera, pero cuando sale una noticia de corrupción suelo intentar alegrarme, porque lo hemos descubierto; la corrupción que me preocupa es la que no se ve o la que se tolera o no se denuncia”, añade el catedrático de Filosofía Política y Social de la Universidad del País Vasco (UPV). Sin embargo, Innerarity apunta que la focalización en la corrupción nos está haciendo olvidar un problema más grave: “Contra la corrupción hay mecanismos de control, pero el problema principal de la política es su debilidad”.
YA NO HAY ESTADISTAS ¡Ah, aquellos políticos de la transición!
Las voces que denuncian la supuesta incompetencia de la clase política suelen añadir que ya no hay políticos como los de antes. Luis Arroyo es contundente: “Hay una mitificación exagerada de la transición. Fue un momento grande, a los políticos de entonces les tocó vivir un contexto más épico que el actual, pero de ahí a atribuirles virtudes que no tengan los de ahora... Se dice que eran mejores oradores, sinceramente yo no he encontrado ningún buen discurso de la transición”. El experto en comunicación pública señala también que “hoy vivimos en una época de eslóganes, se ha acelerado tanto el tiempo de la información que es probable que el tiempo para digerirla también se haya reducido”.
Daniel Innerarity refuerza esta idea: “No estoy de acuerdo con esa idea de que ya no hay políticos como los de antes; el tipo de liderazgo que pedíamos a la política en la época de el que se mueva no sale en la foto es muy distinto al de la sociedad de ahora, más horizontal, y que no acepta que le digan lo que tiene que hacer”.
SON DECEPCIONANTES No cumplen lo que han prometido
Los pactos son la base de la acción política en una sociedad democrática. Incluso los partidos que disfrutan de una mayoría absoluta necesitan llegar a acuerdos con otras formaciones, especialmente para sacar adelante las políticas más comprometidas. Pero los pactos pueden ser percibidos también como una limitación, ya que pactar significa renunciar. Para Innerarity, “los pactos ponen de manifiesto que necesitamos de otros y que en democracia el poder siempre es compartido”, pero “los problemas no se pueden abordar como una cuestión de principios, sino que hay que saber renunciar para no condenarse a la frustración o al autoritarismo”, porque la acción política implica siempre transigir. Una sociedad es madura en términos democráticos cuando ha asimilado que la política siempre es decepcionante, añade. Hay que tener la capacidad de convivir con ese tipo de frustración, que es la esencia de la política, “y no considerar que eso hace de la política una actividad irresponsable y fraudulenta”.
MERECEN LAS CRÍTICAS Los ciudadanos tienen derecho al pataleo
“La gente está sufriendo mucho y están enfadados con todo, y el primer pimpampum se hace con los políticos –subraya Arroyo–, criticarles es fácil y te reconcilia contigo mismo, y es sano que sea así, pero el riesgo es que surjan los populismos, las versiones antipolítica, que buscan neutralizar al poder y acabar con todo, aunque luego muchos acaban apuntándose al sistema”.
La política opera en un ámbito de riesgo e imprevisibilidad, apunta Daniel Innerarity, y los políticos deben aprender a moverse en el abismo. “Esa es su fuerza creadora, pero están entregados a la contingencia del mundo –añade–, y por eso son los chivos expiatorios: cumplen la función de que podamos culpabilizar a alguien de nuestros fracasos”. Los políticos que se atreven a innovar, a aportar soluciones distintas, son una gran aportación para sus partidos, añade. Pero la sociedad ejerce una vigilancia muy estrecha sobre el poder. “Eso es bueno, pero tiene un efecto sobre ellos que es el acartonamiento de sus discursos, todo acaba siendo previsible, no arriesgan”, apunta. El control de la opinión pública hace que los políticos tiendan a dar un discurso muy ajustado a lo que se espera de ellos. Les falta flexibilidad.