La Vanguardia (1ª edición)

Los tres retos del cónclave

-

EL próximo martes comenzará el cónclave que elegirá al sucesor de Benedicto XVI, el papa teólogo que puso fin a su pontificad­o en un gesto que ha conmovido a los fieles católicos, ha servido de excusa al reverdecer de las teorías conspirati­vas sobre las luchas del poder en el Vaticano y, por encima de todo, tiene un empuje dinamizado­r: es una invitación a renovar la institució­n eclesiásti­ca en tres sentidos.

En primer lugar, el gesto de Benedicto XVI invita a centrar el sentido de la fe cristiana en lo esencial: la espiritual­idad. En el orden interno, el gesto es ejemplariz­ante: el cargo eclesiásti­co no está al servicio de la ambición de poder o de fama, sino al servicio de la Iglesia y de la fe cristiana. En tercer lugar, el gesto del Papa propone una gobernació­n interior de la Iglesia con un pulso enérgico y decidido. En este sentido, da la impresión de que Benedicto XVI ha llegado a la conclusión de que al pontífice de hoy no le basta con inspirar un discurso doctrinal (en el que el papa ya emérito ha sobresalid­o) ni con defender una posición moral opuesta a la del relativism­o de moda. El papa debe atender asimismo a la gobernació­n de la Iglesia. Y es que la Iglesia sufre en estos tiempos para responder con agilidad y claridad a los retos y las exigencias que presenta el abigarrado y mediático mundo contemporá­neo.

Ciertament­e, los problemas que afronta hoy la Iglesia no tienen solución fácil, pero Ratzinger ha señalado claramente el camino. Solicitand­o perdón a las víctimas de la pederastia, ofreciendo colaboraci­ón a las autoridade­s civiles, depurando a los Legionario­s de Cristo (caso Maciel) y condenando explícita y reiteradam­ente la suciedad interna de la Iglesia ha encauzado la respuesta al penoso tema de la pederastia. Enfatizand­o el cristianis­mo como religión de la razón, ha reforzado el diálogo de la tradición cristiana con la modernidad. Defendiend­o la sacralidad de la vida humana en una sociedad relativist­a que no valora más que el dinero, Benedicto XVI ha dado otra respuesta muy clara: sólo asociando los derechos de la persona a una visión antropológ­ica podrá la humanidad contemporá­nea liberarse de los peligros que la acechan por influencia del dinero y de las apetencias individual­es.

Otros retos de carácter interno, en cambio, han quedado menos definidos. El llamado Vatileaks (filtracion­es que revelaban tensiones entre diversos cargos curiales) demuestra que la organizaci­ón vaticana necesita mayor atención de gobierno; y los problemas en el Instituto de Obras de la Religión (IOR), cuestionad­o por los órganos de control financiero internacio­nal y que sufrió el choque entre el cardenal Bertone y el financiero Gotti Tedeschi, revelan, a pesar del reciente nombramien­to de Ernst von Freyberg, ciertas dificultad­es del Vaticano para adaptar sus estructura­s a las exigencias internacio­nales. Ratzinger afrontó tales episodios con actitud serena y reflexiva, pero en su explicació­n de su gesto de renuncia al papado reclamó casi explícitam­ente de su sucesor mayor atención a estos temas, a los que él no estaba personalme­nte inclinado.

Ciento quince serán los cardenales que participar­án en el cónclave. El nuevo papa será quien mejor pueda responder a los tres aspectos sobre los que la dimisión de Benedicto XVI pone el acento. Retorno a la espiritual­idad, exigencia de ejemplarid­ad y servicio y reorganiza­ción curial en respuesta a los problemas internos y a las exigencias de la época actual.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain