La carpeta catalana
Mpor el espíritu del palacete y por las lecturas de Gaziel, el expresidente del Parlamento Europeo habló de la urgencia de tender puentes entre Catalunya y España, a pesar de que el país se haya quedado sin pontoneros.
Precisamente en la capital de España, Agustí Calvet, Gaziel, escribió unas memorias, Meditacions en el desert, donde se muestra como un liberal europeísta y un federalista convencido. Sin embargo, se manifiesta decepcionado por la poca comprensión que encuentra el hecho catalán: “Catalunya podría sentirse plenamente española dentro de una España que se pareciera a Suiza: trabajadora, menestral, burguesa, ordenada, pacífica, doméstica y de composición política federativa. Pero una España semejante, que no ha existido nunca, aún sería para los verdaderos españoles –los castellanos y los castellanizados– más absurda, más incompatible con ellos, de lo que la España actual es para los catalanes. Y como esta Catalunya no ha tenido, ni es probable que tenga nunca, fuerza suficiente para invertir tal estado de cosas, esta realidad granítica, de ahí viene la tragedia”.
Gaziel escribió estas líneas hace sesenta y dos años, pero sus palabras siguen siendo en la actualidad igualmente válidas. Él creía que España nunca reconocería eso que los alemanes llaman Weltanschauung, que sería la personalidad catalana, con su carácter, gustos, costumbres, lengua o su propia escala de valores colectiva. La España democrática tampoco acaba de entender que Catalunya no puede reducirse a una carpeta. ariano Rajoy ha abierto una carpeta con el nombre de Catalunya en la tapa, en la que parece haber una sola instrucción: a Artur Mas, ni agua. Como si todos lo que vivimos en la orilla derecha del Ebro fuéramos Artur Mas, el Gobierno de España no piensa hacer ningún gesto hacia Catalunya, así que habrá que penar por la tentación soberanista. Es Rajoy tan buen alumno de Angela Merkel que se ha imbuido de su fe luterana, por ello nos tocará purgar por nuestras veleidades y hacer acto de contrición por nuestras intenciones. El presidente cuenta con una célula de trabajo para desactivar todo lo desactivable, para obstaculizar todo lo obstaculizable, para reventar todo lo reventable. Seguramente es lo que le pide el cuerpo, sus colaboradores políticos y sus hooligans mediáticos.
En ese Madrid que vive entre la euforia de sus triunfos futbolísticos y el optimismo por las subidas de la Bolsa de los últimos días, Catalunya ha dejado de ser una preocupación, como si nada ocurriera, como si esperara que el cielo despejara tras el fuerte viento de Levante. El miércoles, en el Casino de Madrid, ese espacio que los jóvenes progresistas levantaron en 1836 para reunirse en armonía al margen de la exaltación política, se entregó el premio Gaziel a Enrique Barón por su libro Más Europa, ¡unida!. Imbuido
El Gobierno no piensa hacer ningún gesto, así que habrá que purgar por la tentación soberanista