Sorprendente
Que determinada izquierda vocinglera convirtiera a Chávez en un Che Guevara redivivo que alentaba sus sueños revolucionarios, no me pareció sorprendente. La historia está llena de capítulos negros protagonizados por esa izquierda autoritaria que mientras golpeaba con el puño a los dictadores de derechas, daba la mano a los dictadores de izquierdas. Por mucho que intenten explicármelo, nunca podré entender esa doble moral que justifica dictaduras atroces por el simple hecho de formar parte del propio catecismo ideológico, como si las víctimas no fueran solo víctimas y los verdugos solo verdugos. En el momento de la verdad, ¿cuál es la diferencia entre perseguir, encarcelar o matar a un ser humano en nombre de Mussolini o en nombre de Lenin? ¿Qué diferencia hay entre el gulag que sufrieron miles de Solzenitsin y los estadios donde morían los Víctor Jara? “La libertad no es una opción, es un derecho”, decía Albert Camus. Sin embargo las ideologías han conseguido vender que la libertad puede ser violentada en función del bien mayor de una idea, y ese abuso perverso de los conceptos se ha dado tanto en la derecha irredenta, como en la izquierda dogmática. Por supuesto Chávez no llegó a la locura de las dictaduras mentadas, pero inició un proceso mesiáni-
¿Qué diferencia hay entre el gulag que sufrió Solzenitsin y el estadio donde moría Víctor Jara?
co y autoritario, con destrucción sistemática de derechos fundamentales, y cuya derivada sólo podía conducir al desastre. Y como era de esperar, hubo una izquierda extrema que le rió todas las gracias, incluso cuando se unía a las peores dictaduras del planeta. Lo que no era tan de esperar es que la izquierda más o menos sensata, la que rompió con Castro y envió a los infiernos a Stalin, se enterneciera con la figura de Chávez muerto, a pesar de haberlo denostado en vida. Uno tras otro, los estimados analistas del llamado bando socialista han ido circulando por los micrófonos defendiendo al mesías venezolano ante las hordas de la derechona de siempre que, obviously, se ha subido por las paredes. La verdad es que no entiendo la necesidad de pelear por una figura como esta, a no ser de que esa misma izquierda se ha haya quedado tan huérfana de referentes y, sobre todo, esté tan asustada, que necesite cogerse a un clavo ardiendo. El populismo no sólo es un fenómeno de las calles que puede llegar, con más o menos suerte, a los parlamentos. Cuando las crisis atenazan al sistema democrático, el populismo también es el rincón donde los grandes se arriman para arañar votos perdidos. Es por ello que la defensa tenue de Chávez por parte del socialismo mediático me ha preocupado especialmente. No porque defiendan al Napoleón bolivariano, sino porque demuestra que su miedo los puede llevar a comprar cualquier baratija popular. En momentos así, hay que volver siempre a Camus: “La tiranía totalitaria no se edifica sobre las virtudes de los totalitarios sino sobre las faltas de los demócratas”.