Construir conocimiento
Uno de los elementos que destacan en los nuevos escenarios sociales en que vamos adentrándonos es la crisis de muchos espacios o instancias de intermediación. Eso afecta especialmente a aquellos intermediarios que no consiguen justificar el valor que añaden con su acción. Parece claro que en estos espacios podemos encontrar profesores y educadores en general. Hace poco, Mariano Fernández Enguita decía “(La) escuela... era la ventana al mundo. Cuando eres la ventana en el mundo tienes garantizada la atención... Hoy cuando un niño o una niña se sienta ante su profesor en un aula viene de ver muchas de estas ventanas. Viene de ver el mundo”.
Hay que entender el trabajo de educar como una tarea más horizontal, inductiva y compartida
La clave ya no es poner al alcance información. Hay que construir conocimiento. En mi aula de la universidad tengo cerca de un centenar de alumnos, tres cuartas partes con smartphones en el bolsillo y una veintena de ordenadores abiertos. El espacio está pensado en clave “Fray Luis de León”: uno que sabe, arriba, muchos que escuchan abajo. La lógica es unidireccional y jerárquica. Pero “los de abajo” se espabilan y comparten información y recursos, construyen conocimiento a su manera. Pero lo hacen para ahorrarse esfuerzos en un sistema que los predefine como ignorantes y sin autonomía. Tienen que escuchar y reproducir. Y después los evaluamos desde categorías de aprendizaje que ya no son las suyas. Sé que exagero y que hay muchos casos en que eso no pasa. Que hay muchos espacios y profesores que han encontrado el modo de cambiar y modificar estas pautas (sobre todo en la fase de educación infantil), pero creo que no miento si digo que el sistema está pensado en clave jerárquica y unidireccional.
El mundo en el que entramos exige más capacidad de autonomía, más reconocimiento de la heterogeneidad y, al mismo tiempo, más capacidad a fin de que el sistema educativo siga facilitando la promoción individual y colectiva. Y todo eso en un escenario de cambio frenético e incierto. Más allá de leyes y cambios normativos, lo que hace falta es repensar el trabajo de educar, entenderlo como una tarea más horizontal, inductiva y compartida. Arriesgando y experimentando. Equivocándonos. Si insistimos en actuar como intermediarios acabaremos siendo redundantes. Si las administraciones insisten en decidir desde arriba, no avanzaremos. Acabo compartiendo lo que dice Enguita: “El problema es cómo hacemos las cosas. Cómo usamos los recursos que tenemos. Cómo trabaja cada profesor. Cómo trabaja un centro como alguna cosa más que la suma de sus profesores”.
J. SUBIRATS,