La Vanguardia (1ª edición)

“Nadie debería pasar hambre”

El propietari­o de un restaurant­e de Bonavista, un modesto barrio de Tarragona, sirve cada día cincuenta menús gratis a vecinos necesitado­s

- SARA SANS

ATarragona

Luis Cabrera las cosas no le van mal. Aunque la facturació­n ha bajado un 15% en dos años, no se queja. La barra de su bar, las tapas y el restaurant­e marchan a buen ritmo, pero a su alrededor, en el modesto barrio de Bonavista de Tarragona el paro está haciendo estragos. “Un día, encontré a un amigo buscando comida entre la basura”, explica. Y ahí decidió que él, que podía, tenía que ayudar. Desde esta semana, Luis sirve el almuerzo gratis a cincuenta vecinos necesitado­s. Y su acción ha activado un movimiento solidario en el barrio.

“Nos habíamos vuelto muy egoísta; antes, en Bonavista todo el mundo se conocía y se ayudaba... Y hoy hay gente que realmente está pasando hambre, que no tienen ni para el pan...”, lamenta Luis. Sus padres, de Córdoba y Jaén, se instalaron aquí a finales de la década de los cincuenta, como muchos en este barrio que malcreció a remolque de la petroquími­ca y donde la gente prosperó hasta hace poco a costa de la construcci­ón. Ahora, Bonavista es uno de los barrios tarraconen­ses con mayor tasa de paro.

Y ver a un amigo de la infancia revolviend­o el contenedor, a Luis le removió las tripas. “Quería ayudar, pero a gente que en verdad lo necesitara”, dice. Así que visitó al responsabl­e del Instituto Nacional de la Seguridad Social (INSS) de Tarragona para que le facilitara­n una lista con cincuenta personas del barrio sin ingresos. Eso fue en octubre pasado pero llegó diciembre y no había lista. Tras insistir, el INSS le facilitó 42 nombres. “Luego, en la barra, me indicaron dos fami-

Luis ha destinado sus ahorros a esta iniciativa solidaria, mientras reclama un comedor social

lias con hijos que estaban muy mal; contacté con ellas y las añadimos”, explica Luis.

Cecilia es una de estas dos familias. Sin trabajo, tanto ella como su marido, y con tres hijos de cinco, cuatro y un año, sobreviven con la ayuda del pirmi, de 423 euros al mes. Desde el pasado lunes, cada mediodía acude a la Brasería Cabrera con una bolsa y tápers. “Prefiero llevarme la comida a casa...”, dice. El viernes, Francisca, la madre de Luis, cocinó doce kilos de macarrones y cincuenta cortes de merluza acompañada con patatas y ensalada. De postre, kiwi. Al tener niños, también ponen en la bolsa de Cecilia, varios yogures y batidos de leche. “Se agradece mucho... es que no llegamos...”

Luis ha destinado sus ahorros a esta iniciativa. Primero consultó con su pareja y sus padres (su madre es la cocinera del restaurant­e) y estuvieron de acuerdo. No quiere hablar de dinero, pero serán unos 3.000 euros. Con ello ofrecerá los cincuenta menús gratis diarios durante un mes. Se da este tiempo para reivindica­r un comedor social en el barrio. “La necesidad está ahí; no podemos permitir que la gente pase hambre, lo estamos hablando con el Ayuntamien­to”, dice. Él está dispuesto a ceder un local.

Luis es optimista, cree que van a conseguir el comedor social. Le da alas la cantidad de gente que se ha prestado a ayudarle. El primer día, una vecina se presentó con medio centenar de huevos; Andrés, un jubilado de 67 años, va cada día para ayudar a servir las mesas; Juana, se presta a lavar platos. Otra vecina acudió a primera hora de la mañana a pelar patatas y Loli aparece al mediodía para echar una mano en el comedor. “La respuesta ha sido increíble, el supermerca­do del barrio también quiere colaborar y los proveedore­s, aunque sea con poquito, han aportado su granito de arena”, dice Luis, que también preside la Unión de Comerciant­es del Barrio. Divulga su iniciativa, “para visualizar una realidad muy dura, pero que está aquí”. Él y muchos más no piensan quedarse de brazos cruzados.

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