‘Primarias’ en el Vaticano
Los cardenales ofician misa en sus parroquias en puertas del cónclave
Mañana se inicia el cónclave que elegirá al nuevo papa. Y ayer, los cardenales se dejaron ver en las parroquias asigna- das para oficiar la misa en un ambiente de primarias con amplísimo seguimiento mediático.
Bajo la bóveda elíptica diseñada por Bernini, en la iglesia de San Andrés en el Quirinal, una joya del barroco, había casi tantos periodistas como feligreses. El cardenal brasileño Odilo Pedro Scherer entró en el templo lanzando incienso y presidió la misa de modo muy sereno, con autoridad. “Molto pontificale”, comentó un parroquiano a la salida.
Fue ayer una jornada muy especial en Roma, a dos días del inicio del cónclave para elegir al su- cesor de Benedicto XVI. Numerosos cardenales acudieron a celebrar la misa a la iglesia romana de la que son titulares. La ocasión, rodeada de gran aparatosidad mediática, fue la última oportunidad pública de promover su candidatura –aunque oficialmente nadie hace campaña–, de dejarse ver y mostrar su personalidad, de transmitir un mensaje. Se trató de lo más parecido al fin de campaña de unas primarias entre los aspirantes al papado.
Uno de los puntos de mayor interés fue la basílica de los Santos Apóstoles, donde presidió la eu- caristía el arzobispo de Milán, Angelo Scola, la mayor esperanza de los italianos para recuperar el papado, en manos extranjeras desde hace 35 años (el último fue Albino Luciani, el brevísimo Juan Pablo I).
Scola pidió a los fieles que rezasen para que el Espíritu Santo dé a la Iglesia “un hombre que pue- da conducirla por la vía marcada por los grandes pontífices de los últimos 150 años”. “Danos un pastor santo –enfatizó–, un papa que sea testimonio de Jesús y que edifique la Iglesia con el testimonio de su vida”.
Otro de los nombres que más se manejan, el estadounidense Séan Patrick O’Malley, arzobispo de Boston, ofició en la iglesia de Santa María de la Victoria. Inspirándose en la parábola del hijo pródigo, este capuchino habló de la reconciliación en la comunidad cristiana y dijo que precisamente las experiencias negativas “dan valor a la vida”.
El también norteamericano Timothy Dolan, arzobispo de Nueva York, derrochó simpatía en la iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe, en el barrio de Monte Mario. Dolan saludó a los feligreses, acarició a niños, soltó carcajadas e hizo el signo de OK, con los de-
dos, para felicitar a la prensa por haber ido a misa. “Todos somos romanos; aquí nos sentimos en casa”, señaló el cardenal, quien tuvo la frase adecuada cuando lo intentó entrevistar la televisión italiana: “Los gnocchi se hacen con buena pasta. Nosotros somos la pasta del Espíritu Santo”.
El brasileño Scherer fue más sobrio, quizás por sus orígenes alemanes. Pero se mostró muy tranquilo y seguro. No parecía agobiado por el cónclave ni por el ruido que genera su persona.
Antes de empezar la misa, en la bella iglesia que administran los jesuitas, Scherer hizo un saludo a los presentes y a la prensa. Admitió que se está viviendo un momento difícil pero “también muy bello para la vida de la Iglesia, acompañado por un interés, como nunca antes, de la gente en todo el mundo y de la prensa internacional”.
Scherer pronunció una homilía de 22 minutos, en un italiano casi perfecto. El actual arzobispo de São Paulo tiene una dicción muy clara, que acompaña con continuos movimientos de las manos. Sus argumentos llegan sin dificultad a la audiencia.
El templo, muy pequeño, daba una atmósfera de intimidad. Había poco más de un centenar de feligreses, entre ellos el embajador brasileño ante la Santa Sede, y otros tantos periodistas, italianos y extranjeros. No hubo incon- veniente para filmar toda la ceremonia y hacer fotos. El cardenal tenía como ayudante un diácono africano negro.
Scherer, al comentar la parábola del hijo pródigo, repitió en muchas ocasiones el concepto de la reconciliación como una de las ideas básicas de la doctrina cristiana. El cardenal recalcó que el perdón y la reconciliación deben aplicarse a nivel individual y colectivo, que debe haber “perdón social”, reconciliación en los conflictos sociales, sin estar permanentemente recordando los pecados del pasado.
“Si conseguimos de verdad perdonar al hermano, si hubiese la posibilidad de una verdadera reconciliación entre pueblos, entre culturas, entre religiones, entonces tendríamos una verdadera posibilidad de vivir en un mundo de paz y fraternidad”, concluyó el cardenal brasileño.
A la hora de la comunión, se formaron tres colas. La de Scherer era mucho más larga que la de sus ayudantes. Fue entonces cuando se produjo un pequeño incidente. Al dar la comunión a una mujer, se cayó la hostia. Scherer reaccionó de inmediato y la recogió del suelo. Alguno quiso ver este episodio banal como un signo de buena suerte.
Finalizada la misa, Scherer bendijo a una pareja que festejaba setenta años de matrimonio. “¡Setenta años –exclamó el cardenal–. Yo aún no había nacido!”.