Plan para que las obras no arruinen el comercio
El plan de comercio detecta 19 puntos negros en Barcelona afectados por obras de larga duración El documento obligará a que parte del dinero de los nuevos proyectos se destine a promocionar el comercio
El desastre, el horror, la ruina… Ni las farolas más mustias, ni la inseguridad ciudadana, ni la competencia de los grandes centros comerciales. Pocas circunstancias hacen fruncir más el ceño al pequeño comerciante barcelonés que una acera levantada llena de fango ante su puerta, una gran lona verde ensombreciendo el escaparate del negocio, una obra de larga duración ahí delante que espanta a la clientela, que se eterniza entre nubes de polvo y decibelios machacantes y que parece que nunca vaya a terminar. Y de repente, lo que fue un eje comercial se convierte en un páramo.
Y en estos tiempos de escasos márgenes ello se torna especialmente desesperante para quien ya se ve agobiado por las cuentas, por un descenso del consumo espectacular y nunca visto. Porque una obra de larga duración, ya sea en el barrio de Sants, de Gràcia o de Sant Antoni, supone una alteración de las costumbres cotidianas de la gente que sacude la recaudación de las cajas registradoras. Pues uno compra el pan aquí, luego la carne allá y aprovecha que se encuentra la tienda de modas para… Hasta que se tropieza con una calle cortada. “Al final, sólo te queda aguantar, confiar en que las obras serán para bien y que tus cuatro calles volverán a ser lo que eran –explica Da- vid Martínez entre la rabia y la resignación, tras el mostrador de tejidos Padua, su tienda de menaje para el hogar, frente a las obras del mercado municipal del barrio de Sants–. Y mientras, luchas por sobrevivir, pues los políticos te dicen que ya venderás cuando terminen las obras. Mi única ayuda fue un año que me pagaron el impuesto de recogida de basuras”. El de David es sólo un ejemplo de los muchos que hoy por hoy se encuentran afectados por obras de larga duración repartidas por Barcelona y que el plan estratégico de comercio ha detectado en un total de 19 puntos negros (ver mapa de la página 2). Un documento que se aprobará en breve y que plantea las bases del futuro comercial de la ciudad, con el cual el Ayuntamiento pretende corregir esta problemática. En concreto estudia destinar un porcentaje del coste de licitación de la obra, si esta es municipal, a la dinamización de los comercios afectados mientras duran las obras y también cuando estas acaben.
David Martínez continúa un negocio familiar que se remonta a los años cuarenta. “Estas calles eran un punto neurálgico de comercio de proximidad que hacían de Sants un verdadero barrio. La gente, cuando tenía que ir a la calle Pelai o al Portal de l’Àngel en Navidades, decía: bajo a Barcelona. Ahora las compras se hacen en las Arenas. El descenso ha sido de un 90 por ciento. Miren la sucesión de tiendas cerradas, de persianas siempre bajadas. Cierra la gente de siempre, la que hacía barrio. No sé si las cosas volverán a ser como antes… La crisis lo complica todo”.
Todo empezó con las obras del AVE, añade, “que nos separaron del barrio de La Bordeta allá por el año 2005, que rompieron las comunicaciones naturales. Y luego empezaron las que nos remataron, las del mercado en el 2010. Perdimos la clientela fija, la gente que iba al mercado y aprove-
MEDIDAS EXTRAS El Consistorio prevé bonificaciones extras en tributos y tasas para los afectados
BARRIO FIEL Muchos comerciantes sobreviven por la fidelidad de los clientes del barrio
chaba que pasaba por aquí. Y también, poco a poco, la clientela esporádica, porque el lugar pierde centralidad, porque ya no hay razones para pasar por aquí. Nuestra esperanza es que todo sea para bien, que a finales de año termine esta pesadilla”.
Lo que explica David bien podría ponerse en boca de cualquiera de los comerciantes de los entornos de las plazas Navas, Gardunya o Gal·la Placídia; o de los alrededores de los mercados del Ninot y el Guinardó o la estación del metro de Lesseps. Todos ellos, puntos negros de la ciudad afectados por obras de larga duración y que ahora el Ayuntamiento pretende paliar con su plan estratégico de comercio. Un plan actualmente en pleno debate con las principales fuerzas políticas, comerciales y sociales de la ciudad, que incluye, además de destinar parte del coste de la licitación a la dinamización de los propios comercios, la implantación de nuevas bonificaciones en tributos y tasas municipales (aún sin concretar) para los locales afectados, además de las medidas paliativas ya existentes.
Medidas para ayudar en casos como el de Vicente Marín, que trabaja desde los 17 años, desde 1968, en el típico bar de barrio, en el que los vecinos dejan las llaves cuando les hace falta, en el que abrieron sus padres en la ahora desguazada y patas arriba plaza Gal·la Placídia, en Gràcia. “Las obras de reforma de los accesos a la estación de Gràcia de los Ferrocarrils de la Generalitat trasladaron la salida, y perdimos la mitad de nuestra clientela, a la gente de paso que bajaba de toda la comarca del Vallès. Ya no pasan por aquí”.
“Además –continúa Vicente, con el ceño fruncido–, tenemos al otro lado las obras de un colegio… y antes también nos afectaron las obras del mercado de la Llibertat. La caja registradora se resiente, y a la larga… Y los del Ayuntamiento, pues te desean buena suerte. Yo antes tenía cuatro empleados y tuve que despedir a tres y dejar sólo a un chico por las tardes. La clientela del barrio continúa siendo fiel. Si no fuera por ellos, ya habríamos cerrado. Si todos los trabajos terminan este año tal y como estaba previsto, pues saldremos adelante, creo...”.
Ahora la terraza de Vicente se ve rodeada, flanqueada de vallas y máquinas, cercada por ruidos y polvo que no invitan ni a tomar una caña ni un café con leche, que más bien intimidan y espantan. “Tener las obras tan cerca transmite sensación de riesgo, aunque no haya peligro. Antes, hace mucho, esto estaba rodeado de atracciones infantiles que hacían un ambiente muy familiar donde todo el mundo acababa merendando. Pero desde hace ya unos años nuestro panorama es este –explica señalando su entorno–. Y no sé si volveremos a ser lo que fuimos. Tampoco sé qué será de la crisis…”.
“Es que ahora los pequeños comerciantes estamos en el centro de una tormenta perfecta –reflexiona el librero Ricard Torradas en la esquina de las calles Manso y Comte Borrell, frente a las obras del mercado de Sant Antoni, otro de los puntos afectados por obras–. Desde que empezó la reforma las ventas han venido cayendo un 50%. Pero el problema
no es sólo que trasladaran las paradas del mercado y los encantes a la ronda de Sant Antoni. La cuestión no es sólo que perdiéramos como clientes a los profesionales del mercado y a toda la gente lo rodeaba…”. “El problema de fondo es que el paro y las subidas de los impuestos están machacando a las clases medias y al consumo, y con todo, cualquier cosa que te pase altera las ventas, lo notas. Pero las obras son necesarias. El mercado de Sant Antoni necesitaba una reforma desde hace varios lustros. Y
NECESARIAS PERO MOLESTAS Muchos saben que las obras son necesarias pero no cómo paliar la fuga de clientes
UN PLAN EN NEGOCIACIÓN El Consistorio prevé aprobar en breve el plan que incluye más de 120 actuaciones
esperemos que todo salga bien, que una vez reformado vuelva a ser el polo de atracción que era, porque al mercado de Sant Antoni siempre ha venido gente de toda la ciudad, siempre ha tenido mucha fama, y de ello nos hemos beneficiado todos”. Necesidades, algunas molestas, que se pretende ahora paliar con más de 120 actuaciones.