Blindaje sixtino
ALGUNOS ciudadanos muestran su perplejidad por la abrumadora información que ofrecen los medios de comunicación sobre el relevo papal. En su mayoría son personas nacidas y crecidas en una cultura católica alejada de dogmatismos. No se han comprado ningún kit de ateísmo en eBay. Pero están influenciados por ese laicismo que pretende ignorar el peso cultural de la religión en nuestra sociedad. Somos vasos comunicantes; no nos engañemos. Aunque sean de superior calado, en el Vaticano no hay más intrigas que en el comité regional del Partido Socialista de Castilla-La Mancha. Tampoco se conspira más que en cualquier restaurante barcelonés repleto de centros florales. Quizás por eso, la capital universal del catolicismo intentará convertirse a partir de mañana en una cripta segura. Tanto es así, que nadie podría oír la plática amenazante del párroco Montoro contra los monaguillos que evadieron impuestos en el Renacimiento. ¡Tiembla, Miguel Ángel, porque no te salvará haber pintado el Juicio Final! Como los centenarios muros de la Capilla Sixtina, cerrada bajo llave, son incapaces de contener los secretos de los 115 cardenales reunidos en cónclave, la Santa Sede intenta combatir las tentaciones humanas. Barridos electrónicos de micrófonos y cámaras ocultas que no sean los oficiales; inhibidores de señales de telefonía móvil y de wi-fi. No hay tregua con los cardenales del Sacro Colegio que son tuiteros. Ya basta con que la espera de la fumata blanca coincida con la celebración en Roma de la Clericus Cup, que viene a ser el campeonato mundial de fútbol… de curas. O que en la casa de apuestas británica William Hill también se puje por el nombre del sucesor de Benedicto XVI, cual si el cónclave fuese un partido de fútbol o una timba de blackjack.