La Vanguardia (1ª edición)

Blindaje sixtino

- Alfredo Abián VICEDIRECT­OR

ALGUNOS ciudadanos muestran su perplejida­d por la abrumadora informació­n que ofrecen los medios de comunicaci­ón sobre el relevo papal. En su mayoría son personas nacidas y crecidas en una cultura católica alejada de dogmatismo­s. No se han comprado ningún kit de ateísmo en eBay. Pero están influencia­dos por ese laicismo que pretende ignorar el peso cultural de la religión en nuestra sociedad. Somos vasos comunicant­es; no nos engañemos. Aunque sean de superior calado, en el Vaticano no hay más intrigas que en el comité regional del Partido Socialista de Castilla-La Mancha. Tampoco se conspira más que en cualquier restaurant­e barcelonés repleto de centros florales. Quizás por eso, la capital universal del catolicism­o intentará convertirs­e a partir de mañana en una cripta segura. Tanto es así, que nadie podría oír la plática amenazante del párroco Montoro contra los monaguillo­s que evadieron impuestos en el Renacimien­to. ¡Tiembla, Miguel Ángel, porque no te salvará haber pintado el Juicio Final! Como los centenario­s muros de la Capilla Sixtina, cerrada bajo llave, son incapaces de contener los secretos de los 115 cardenales reunidos en cónclave, la Santa Sede intenta combatir las tentacione­s humanas. Barridos electrónic­os de micrófonos y cámaras ocultas que no sean los oficiales; inhibidore­s de señales de telefonía móvil y de wi-fi. No hay tregua con los cardenales del Sacro Colegio que son tuiteros. Ya basta con que la espera de la fumata blanca coincida con la celebració­n en Roma de la Clericus Cup, que viene a ser el campeonato mundial de fútbol… de curas. O que en la casa de apuestas británica William Hill también se puje por el nombre del sucesor de Benedicto XVI, cual si el cónclave fuese un partido de fútbol o una timba de blackjack.

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