La Vanguardia (1ª edición)

Wall Street toca de nuevo el cielo

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NO se han descorchad­o botellas de champán en Wall Street pese a que el índice Dow Jones ha superado cuatro máximos históricos consecutiv­os. Los récords alcanzados por la Bolsa de Nueva York, la primera del mundo, se han vivido en un clima de euforia contenida. No es que no haya confianza en que el tirón vaya a continuar sino que esa confianza es frágil. Se han superado los niveles anteriores a la crisis financiera y el estallido de la burbuja inmobiliar­ia, pero la situación de la economía real es peor que la de entonces, y la amenaza de una crisis fiscal –conjurada por el momento– se mantiene presente en el horizonte.

Hay indicios claros, pese a todo, de que la actividad está empezando a reanimarse. La mejora del empleo, que ha hecho bajar la tasa de paro hasta el 7,7% –un dato más positivo del que se esperaba–, fue el detonante de los cuatro récords consecutiv­os que se han logrado. Esta mejora del empleo se asocia al buen comportami­ento de la producción manufactur­era y a la reanudació­n de la actividad en la construcci­ón, que coincide con una recuperaci­ón de los precios inmobiliar­ios por primera vez desde el estallido de la burbuja en el 2007.

La causa fundamenta­l que subyace detrás de la recuperaci­ón de la economía real, después del práctico estancamie­nto registrado en el último trimestre del 2012, es el positivo impacto de la política monetaria superexpan­siva que aplica la Reserva Federal. Son casi 85.000 millones de dólares mensuales los que inyecta el banco central estadounid­ense en la economía de su país, juntamente con unos tipos de interés cercanos a cero, y con una vigilancia muy estrecha para que el crédito llegue a empresas y familias. Justo todo lo que no hace el Banco Central Europeo (BCE). Esto explica que en la Unión Europea el paro sea cinco puntos mayor que el de Estados Unidos, ya que supera la tasa del 12% de media, con tendencia al aumento. La misión de la Reserva Federal es velar por el control de la inflación, al igual que el BCE, pero también, además, por el pleno empleo, y a ello se dedica con todo su empeño.

Hay otra razón que se esconde detrás de los récords que ha alcanzado Wall Street, tanto o más poderosa que las reseñadas anteriorme­nte. Los tipos de interés cercanos a cero y el hecho de que la Reserva Federal compre deuda pública de Estados Unidos para que el país pueda financiar su déficit público igualmente a tipos de interés muy bajos provocan que los inversores se vuelquen en la bolsa –en las acciones de las empresas– y financien la economía productiva. Justo lo contrario, una vez más, de lo que se hace en Europa, donde se permite la especulaci­ón contra la deuda pública y se esteriliza­n enormes recursos que únicamente benefician a los grandes inversores y que, en cambio, podrían contribuir a reanimar la economía.

Un beneficio añadido de la política de la Reserva Federal es la depreciaci­ón del dólar y, por consiguien­te, un claro impulso a la competitiv­idad de los productos y los servicios del país. Otro gran beneficio de la subida de Wall Street es que supone una mejora de las rentas para los estadounid­enses, ya que buena parte de ellos tiene sus ahorros en bolsa, lo que permite alentar un aumento del consumo, pilar de la economía, en unos momentos en que los salarios están congelados.

La mejora de la economía de Estados Unidos, en suma, es una bofetada para la política que se aplica en Europa, y que cada vez acumula más detractore­s.

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