Diplomacia y protección de civiles
La protección de civiles desarmados en situaciones de conflicto es un desafío de orden moral y diplomático. Inocentes muertos, heridos o desabrigados no pueden ser tratados como meros “efectos colaterales”.
Este tema exige que la comunidad internacional asuma su responsabilidad colectiva. La importancia cada vez mayor del tema llevó a la presidencia surcoreana de turno del Consejo de Seguridad de la ONU a realizar un debate el 12 de febrero, en el cual participé. Debemos tener presente que la prevención de conflictos es la mejor manera para garantizar la protección de civiles. Mucho se habla sobre la situación de desprotección en que algunos gobiernos dejan a su pueblo, algo inaceptable.
Hoy existe consenso internacional en cuanto a la necesidad de coordinar esfuerzos para afrontar dichas circunstancias. Sin embargo, debemos reconocer que la comunidad internacional ha sido omisa en lo que respecta a algunos temas relevantes relacionados con la protección de la población civil, entre los cuales podemos destacar los siguientes: 1) La promoción del desarrollo sostenible, con énfasis en la erradicación de la pobreza y en la seguridad ali-
No hay solución militar para la mayoría de los problemas de paz y seguridad del mundo contemporáneo
mentaria contribuye al fomento de la paz. La falta de oportunidades y perspectivas genera conflictos, estimula radicalismos y debilita la confianza en las instituciones. Es lamentable el alto nivel de gastos militares, mientras no se cumplen las metas de asistencia oficial para el desarrollo, acordadas en Monterrey en el 2002.
2) Necesitamos luchar para disminuir la disponibilidad de instrumentos de violencia, en particular las armas de destrucción masiva. Es imprescindible avanzar en el tema del desarme y no proliferación. La facilidad con que se adquieren armas convencionales, principalmente a través del comercio ilegal, multiplica los daños causados por los conflictos. Las consecuencias para los civiles del uso indiscriminado de novedades tecnológicas para combatir la insurgencias o el terrorismo, a su vez, requieren un debate profundo.
3) No podemos olvidar la responsabilidad que tiene la comunidad internacional en la paralización del proceso de paz Israel-Palestina y el fracaso del Cuarteto para llegar un acuerdo. Medidas unilaterales están exacerbando las tensiones en la región. El Consejo de Seguridad debe actuar de forma decidida en este asunto. La vulnerabilidad de la población civil en los territorios ocupados representa una situación de alto riesgo, cuya peligrosidad no debe ser subestimada.
4) La paralización en temas relacionados con la paz y la seguridad internacional puede considerarse el ejemplo más preocupante del estancamiento del sistema de gobernanza mundial. El Consejo de Seguridad, congelado en un sistema de poder anacrónico, es el foro que debate y puede llegar a autorizar el uso de la fuerza para la protección de civiles. Un Consejo más legítimo y representativo tendrá mejores condiciones para implementar medidas preventivas y estrategias diplomáticas que eviten la radicalización y solucionen conflictos. Reconocemos que en algunos casos la comunidad internacional no podrá prevenir, por medios diplomáticos, conflictos armados con violaciones masivas a los derechos humanos de la población civil. Aun así deben agotarse todos los medios pacíficos para minimizar el impacto sobre civiles. El uso de la fuerza siempre trae consi- go el riesgo de muertes y propagación de la violencia e inestabilidad.
Las intervenciones militares en Afganistán y en Iraq tuvieron como resultado un alto índice de muertos civiles (estimaciones conservadoras dicen que hubo aproximadamente 120.000 muertos de septiembre del 2001 a septiembre del 2012), ade- más de refugiados y desplazados internos (aproximadamente 1,6 millones sólo en Iraq). El norte de África vive el efecto desestabilizador de acciones en Libia. Estas lecciones no pueden ser ignoradas. En situaciones excepcionales y extremas en que el uso de la fuerza es autorizado por el Consejo de Seguridad para proteger civiles, se necesita garantizar que la intervención militar sea juiciosa, ponderada y estrictamente ceñida a los objetivos establecidos por la ONU.
Dentro de ese contexto debemos velar por 1) la inserción de la intervención en una estrategia diplomática de resolución de conflictos. En otras palabras, la intervención no puede ser un fin en sí mismo; 2) causar un mínimo de violencia e inestabilidad, y evitar provocar más daños aún a la población civil; y 3) adoptar y observar procedimientos claros de monitoreo y evaluación por parte del Consejo de Seguridad, de la forma como sus resoluciones son interpretadas y aplicadas. La prevención de conflictos y la resolución pacífica de disputas minimiza el sufrimiento de civiles. Cuando la intervención militar es autorizada y considerada potencialmente benéfica, la responsabilidad de proteger debe estar acompañada de la responsabilidad al proteger. Los esfuerzos multilaterales de protección de civiles deben estar anclados en el respeto a los derechos humanos y al derecho internacional humanitario, incluso en el contexto de la lucha contra el terrorismo. Actualmente se usa cada día más la frase “no hay solución militar para...”.
La presidenta Dilma Rousseff, en su discurso ante la Asamblea General de la ONU, declaró: “No hay solución militar para la crisis siria”. Es esta constatación que torna tan urgente y necesaria una plataforma diplomática tanto para Siria como para el Grupo de Acción de Ginebra del 2012. Barack Obama, en su discurso de toma de posesión, afirmó que “seguridad y paz duraderas no exigen guerra perpetua”. Pasado el momento unipolar e iniciada la formación de un orden multipolar, comienza a tomar fuerza la convicción de que no hay solución militar para la mayoría de los problemas de paz y seguridad del mundo contemporáneo. Debemos afrontar esa evolución como una nueva apertura para el multilateralismo y un papel más relevante para la diplomacia.