La Vanguardia (1ª edición)

“No caigas en la mezquindad”

Al enviudar decidió concentrar sus esfuerzos en transmitir el legado político de su esposo, líder político

- NÚRIA ESCUR

“No te dejes arrastrar nunca por las cosas sórdidas que te traiga la vida, que te las traerá” “Conocí jóvenes como la hija que perdí y con ellos me iba a la ópera; estar encerrada sólo era llorar”

Ahí está, sentada delante de su pantalla gigante con iconos desmesurad­os que le permiten, a pesar de sus problemas de visión, trabajar en internet y consultar datos históricos que le interesan. Sobre la mesa, un libro de François Tosquelles, L’enseigneme­nt de la folie, cuyas líneas repasa gracias a una lupa electrónic­a. “Era un psiquiatra reusense –nos ilustra– miembro del POUM, que tenía por pacientes a médicos –al gremio, vaya– y enseñó la importanci­a del respeto a los enfermos mentales”.

A Maria Teresa no le cuesta leer en francés. No en vano trabajó de joven, en París, como traductora para la agencia France Presse. Llegó a la ciudad de la luz con apenas 24 años. Antes ya había cursado en Barcelona la carrera de Filosofía y Letras, “pero no tuvimos muy buenos profesores porque los buenos habían tenido que salir por piernas, exiliados, por culpa del franquismo”.

A sus 87 años, esta mujer resolutiva es la presidenta actual de la Fundació Andreu Nin. Coordina sus actuacione­s, exposicion­es y conferenci­as, viaja donde haga falta para recuperar la memoria de Wilebaldo Solano, su esposo, líder del POUM “que recorrió la geografía española junto a Andreu Nin comunicand­o la esperanza de sus ideales. Mi marido era un gran orador, y yo admiré profundame­nte su fe en la lucha política”.

Viuda de Solano desde hace dos años y medio, ha querido continuar la transmisió­n de su legado y su ideario. Él falleció a los 94 años, ella conserva en el anular de la mano derecha sus dos anillos de oro, juntos. “Cuando murió pensé: tengo que reaccionar. No quiero llorarlo sin nada a cambio. Ha terminado una etapa de mi vida, de acuerdo, pues ahora voy a emprender otra nueva”.

Ese es el principio que la acompaña en su vejez. Que no hay una sola vida ni una sola manera de vivirla. “Hay que decirles a las personas que hayan clausurado su vida laboral que hay otras vidas... y todas llegan después de la jubilación”.

Poco dada a las concesione­s, no ha renunciado jamás a su taza doble de café (“¿Cómo que a la gente mayor no nos sienta bien? ¡Cómprese una Nespresso!”) , sus tostadas con mermelada, la radio dando la matraca desde las ocho de la mañana y el paseo matinal por el barrio. Vive sola, no tiene miedo. “Los mayores debemos ganar la guerra contra el miedo. ¿Miedo de qué? ¿De dónde vamos a ir después de muertos? A mí, personalme­nte, eso me da absolutame­nte igual. Maria Teresa es atea, no le convence el consuelo cristiano al final de la vida. “¿No ve que la Iglesia ha sido la mayor empresa especializ­ada en la explotació­n del miedo?”.

El 21 de agosto de 1926 nace en Barcelona, en la calle del Carme, Maria Teresa Carbonell Cornejo. Pronto se traslada con la familia al Poblenou i después al barrio de Sants. Tras sus estudios en la universida­d, a finales de los años cincuenta, acude al Instituto Francés cuan- do le hablan de una beca. “Yo quería preparar una cátedra de francés, me dieron una beca en París y descubrí el mundo. ¡Qué triste era entonces cada vez que volvía a Barcelona! ¿se imagina? Cualquiera vuelve... ¡de la luz de la Sorbona a la oscuridad del franquismo!”.

Su fórmula para seguir en activo es meridiana: “No te dejes arrastrar nunca por las cosas sórdidas que te traiga la vida, que te las traerá. A cierta edad, ¡no caigas en la mezquindad!”. Nada poquito a poco, por donde te lleve la existencia, “pero procura, pase lo que pase, mantener siempre la cabeza fuera del agua”, añade.

Los de su generación siempre cuentan que les robaron su juventud. “Es cierto. El franquismo fue un pozo negro que nos engullía, vivimos el oscurantis­mo medieval”. Decidió quedarse en París y ganarse la vida dando clase de castellano. “Me decían ‘¿dónde vas tú ahora? Si allí te vas a encontrar la tercera guerra mundial’... pensaban en la de Co- rea. Yo me reía”, recuerda divertida. El sentido del humor es algo que cultiva, no la ha abandonado jamás, incluso en los peores momentos.

Tuvo dos hijos, un chico y una chica. Y Maria Teresa pasó por lo más duro para una madre: la muerte de un hijo. ¿Cómo sobrevivió a la desaparici­ón voluntaria de su hija, una chica con un talento musical extremo y una personalid­ad tan exquisita como frágil? “Creo que la única salida que vi fue abrirme al exterior. Salir, conocer gente joven como ella, con la que iba a la ópera o al cine. No quedarme en casa. Eso no te resuelve nada; estar encerrada sólo era llorar y llorar”.

Anda pendiente del teléfono para poner en marcha una actividad de la fundación. “Siempre hay alguien dispuesto a recogerme en casa para llevarme donde haga falta, porque no veo muy bien”. Hoy se cocinará algo ligero para ella sola –“tengo una asistenta que me limpia la casa una vez a la semana”– y por la tarde una de sus sobrinas la ha invitado al cine, “me ha dicho que es una película argentina, ya no puedo ver las subtitulad­as”. Tiene una nieta de 21 años que estudia Químicas en Suiza. “¡Qué suerte tienen ahora! Yo iba a clases clandestin­as de catalán en el Ateneu, por la noche... y me tenían que acompañar”.

No fue fácil estar casada con el secretario general de la Juventud Comunista Ibérica. “Cuando mi esposo vivió la represión estalinist­a contra el POUM –su partido y el de mis padres, el que chocó con el stalinismo– le acogimos en mi casa para a que no lo detuviera la policía. Fue entonces cuando cogieron a Andreu Nin”.

Wilebaldo fue su marido durante 58 años. ¿Cómo se hace eso? “Teniendo un ideal común. Yo supe desde el minuto uno que a él lo que realmente le interesaba era su pasión política, nunca me sentí celosa por ello, pero es cierto que él estaba convencido de que nos repartíamo­s el trabajo. Claro que lo repartíamo­s: él la política ¡y yo todo lo demás!”.

En 1983 volvieron a España. Maria Teresa todavía cita asignatura­s pendientes: viajar a Londres a conocer a Silvia, la nieta de Andreu Nin, escribir un libro que recoja algunos diarios personales de las mujeres del secretaria­do femenino del POUM en la Guerra Civil, la vida obrera... “Mire, mire, acaban de publicar un libro de mi esposo... ¡en ruso!”.

Le sorprende la obsesión de algunos por encontrar la razón de vivir: “No ha- ce falta una razón. Es mejor buscar un modo de no sufrir interiorme­nte. Porque sufrir no sirve de nada. Uno tiene que verse a distancia, relativiza­r”.

Convencida de que la humanidad siempre avanza, manifiesta que hay que volver a confiar en la lucha política. “Si no podemos creernos a algunos políti- cos –porque hay algunos que deberíamos eliminarlo­s–, confiemos en nosotros mismos. ¡Mire el 15 M! Yo no tengo fe en Dios, pero tengo fe en la humanidad. Intento ser útil y, ¿sabe? Así no me he aburrido jamás”.

 ?? PEDRO MADUEÑO ?? M. Teresa usa internet desde una pantalla gigante. “Los mayores debemos ganarle la batalla al miedo”
PEDRO MADUEÑO M. Teresa usa internet desde una pantalla gigante. “Los mayores debemos ganarle la batalla al miedo”

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain