Las lentes del obispo
“El obispo Torras y Bages, hablaba alguna vez contra los intelectuales, sin darse cuenta de que el primero de ellos era él”
Aveces parece que se quiera restaurar un cierto antiintelectualismo, tan propio de la lucha de la tradición contra la modernidad. Combatiéndolo entre líneas, en la glosa L’intel·lectual (11.02.16), Xènius –que, según la acertada observación de J.M. Capdevila, “se complacía en el equívoco”– contrapone dos muertes producidas con poca diferencia de tiempo: “La del Poeta lírico con la del Obispo Doctor [Torras i Bages]” y pide a los lectores: “Muerte con muerte, compáralas”.
Xènius hace evidente que “el más puro” de ambos era el poeta. Y el “intelectual” el obispo. Mientras que uno se entrega, confiado, a la gracia, el otro se dedica hasta el último momento a repulir su obra terrena: “Uno, próximo a la gran hora, quiere ser el hombre desnudo, el hombre familiar y cordial, lejos de todo cuidado específico de inteligencia, voluntariamente olvidado de cualquier preocupación literaria”, mientras que “el Obispo doctor agoniza, casi materialmente, sobre unas pruebas de imprenta. Y cuando la mano ya rehúsa obedecer (...) quiere que acto seguido el secretario revise el texto, la concordancia y la construcción”.
En el mismo sentido escribe d’Ors en el Glossari de 1918: “El obispo Torras i Bages, demasiado obediente en este punto a ciertas inspiraciones finiseculares, hablaba alguna vez contra los ‘intelectuales’ y el ‘intelectualismo’”, sin darse cuenta –viene a decir Xènius– de que el primero de los intelectuales –en el buen o mal sentido de la palabra– era él...
También el capuchino Miquel de Esplugues, en su libro sobre El primer comte de Güell (1921), explica que “los últimos momentos” del gran mecenas fueron “menos patéticos que los de un Maragall y no tan hieráticos como los de un Obispo Torras”.
En un artículo en la revista Themis, en 1916, J.F. Ràfols explica que se entera de la muerte del obispo por boca de Gaudí: “Pasan por la memoria de D. Anton recuerdos, anécdotas ... (...) A lo mejor me miraba a mí con esos ojos vivísimos, que si te mira mucho te hacen bajar los tuyos... cuando paró su expansivo recordatorio y, pasado un rato, me dijo intrigado –y me hablaba de los ojos precisamente– ‘De lo que quiero enterarme es de por qué el señor obispo llevaba gafas, no sé para qué le servían las gafas; aunque esté muerto lo tengo que averiguar ... por algún íntimo suyo, sea como sea, de una manera u otra quiero saberlo’”.
“Sorprenden, al principio, estas palabras”–anota Ràfols–. Y ello porque días antes, hablando de Ruyra, “me explicaba Don Anton como quería hacerle ver que tenía que hacer de poeta y no enzarzarse demasiado en teorías: ‘Usted es un plástico, es un griego’ –le dije–. ‘Usted no lleva gafas’”.
“Yo creía en el sentido figurado de estas palabras –confiesa Ràfols–, pero me parece que Don Anton les atribuía un sentido material”. ¿Es así? Hay para dudarlo. Todo hace sospechar que Gaudí, hablando con segundas, experimentaba también secreta complacencia en el equívoco.