El cuaderno de bitácora Weiner
El artista estadounidense muestra en el Macba por primera vez sus dibujos
Barcelona
H ay artistas que convierten la luz en escultura. Lawrence Weiner lo hace con la palabra. Suele trabajar con palabras sobre muros, como el manifiesto-ecuación que preside el atrio del Macba: Algunos objetos de deseo, pero ahora, la planta cero del museo de El Raval se convierte en un buque en el que Weiner expone su obra más frágil, los cuadernos de bitácora de un artista errante. Es su trabajo más íntimo y más poético, seleccionado por Bartomeu Marí y Soledad Guitérrez, que se expondrá también en el Steledijk de Amsterdam.
Weiner, un chico del sur del Bronx, fue estibador del puerto neoyorquino y vive a caballo entre su ciudad natal y Amsterdam, donde habita el Joma, una barcaza en el canal. Ha titulado, significativamente, su exposición del Macba Escrito en el viento y la singladura comienza con la carta de navegación más antigua, la estrella Polar, el astro que orienta el norte. Su fijeza marca el eje de la bóveda celeste y sirve para establecer el rumbo a lo largo de una noche que siempre se mueve (la tierra nunca deja de rotar) y la latitud (en función de la distancia respecto al horizonte). Pero las cartografías celestes de Weiner no son una guía ni un dictado de las rutas o los senderos que el ser humano debe seguir. Al revés, en sus mapas las estrellas a veces desaparecen y el navegante intenta atrapar su movimiento con rapidez antes de que se desvanezcan. Sus figuras geométricas no son cuadrículas cerradas, sino abiertas, son elipsis, que indican movimiento y ausencia, la flecha y lo oval.
Más que un viaje a un destino preestablecido, sus dibujos marcan el itinerario de un nómada o de una fuga basado en mapas imaginarios que no conducen a ningún sitio. Como si dijera: en el viaje de la existencia hay distintas maneras de pensar, muchas apariencias de verdad que maquillan nuestra realidad y otras verdades inesperadas que encontramos al azar, colisiones entre mundos distintos que nos cambian y transforman. Un viaje que nos lleva a liberar nuestra mente para tener más posibilidades de entender el mundo que nos rodea. “Somos barcos en el mar, no patos en un estanque”,
“Esta exposición es como el contenido del baúl de un barco, las huellas de un viaje”, dice Weiner
reza uno de sus aforismos.
En el Macba, a Lawrence Weiner sólo le faltaba la pipa para parecer un viejo marinero, con su larga barba cana, casi blanca, a lo Tolstói, y con la nota de su reloj color azul: “Creo –dice– que el artista ha de limitarse a mostrar las cosas, nunca decir a nadie cómo ha de pensar. Lo ha de hacer por sí mismo. Cuento muchas historias y las conexiones entre ellas las ha de hacer el espectador. Veo esta exposición como el contenido del baúl de un barco. Las huellas que quedan después de un viaje. La exposición no tiene cronología ni orden temático, El espectador ha de contemplarla y después sacar sus propias conclusiones. sin que nadie le explique previamente en qué consiste. Pasead tranquilamente por ella y sacad las influencias que cada uno quiera”.
Sus dibujos son lo contrario de la desmaterialización en un concepto. Sus papeles están arrugados, o muestran los pliegues de los mapas que han sido doblados y abiertos varia veces, algunos muestran alguna mancha, propia de los accidentes del paso del tiempo, y hay dibujos de barcos, trenes, aviones. Hay papeles de la Wagons Lit, tarjetas de su hija, dedicatorias, un telegrama que anuncia la muerte de su padre, cajetillas Gauloises, su estancia en Nueva Guinea, apuntes de su vida íntima. Están muy presentes las formas del deseo, como su collage a favor del cine porno, tras las detenciones contra el equipo que
La muestra, que será expuesta en el Stedelejik, revela la obra más sensorial del artista
rodó Garganta profunda, pero también como denuncia de la industria lucrativa y las convenciones del arte y del cine pornográfico. Water in milk exists, ay, tal es la tristeza de la vida, recuerda la película que filmó con Kiki Allgeier en una galería de arte: cuerpos copulando sin erotismo, que hablan, en los intervalos, sobre física cuántica y se intercalan pasajes de un libro infantil del artista. Y está también su crítica a la crisis financiera. En el 2005 quiso que un experto le explicara la matemática de la bolsa. Y su conclusión: inscribe una versión de la cancioncilla de Lewis Carroll sobre Humpty-Dumpty: “Ni todos los caballos. Ni todos los hombres. A Humpty podrán arreglar jamás”. Ese humor que incluye el lenguaje no escrito, ni inscrito, sino cantado, y otro tema, de una película de los hermanos Marx ( Horse feathers, Plumas de caballo).
Como pide Weiner, lo mejor es adentrarse en la propuesta de viaje sin muchos apriorismos, con una mirada abierta, para leer sus frases escritas en el viento y en la arena, sus reflexiones sobre el arte, el tiempo concéntrico, sus brújulas, albas, crepúsculos, la distancia, las tensiones, ondulaciones o quiebras en el trazo de una línea. los horizontes que se asumen, determinan, atraviesan, se encuentran o se ignoran, cuando la Tierra era redonda, y no plana.