El dilema del gol
Hasta la sequía actual, Aguirre igualaba los registros de las campañas europeas
Adelantando líneas, alternando delanteros, atacando con dos hombres, abriendo el campo, intercambiando posiciones durante el juego, buscando alternativas por las bandas, ubicando jugadores a pierna cambiada... Tras ver cómo su equipo se mostraba incapaz de marcar un gol a un Atlético con 10 hombres encerrado en su campo, Javier Aguirre prometió buscar fórmulas para mantener el buen promedio goleador que llevaba su equipo desde su llegada. No en vano, uno de los primeros milagros que consiguió el mexicano en el Espanyol fue acabar con lo que parecía un mal endémico del club, como a veces había apuntado Mauricio Pochettino.
El equipo no marcaba, pero con sus ajustes ofensivos –sobre todo ubicando en punta a Sergio García–, Aguirre logró que los suyos, amarrándose fuera y soltándose en casa, llegasen a promediar 1,6 goles por partido. Fueron 18 tantos en sus 11 primeras jornadas, que contrastaban con los 13 que llevaba el equipo en las 13 jornadas anteriores a su llegada. Hasta que la fiesta se acabó en el Calderón. Son apenas tres jornadas en blanco, aunque las suficientes como para que el técnico se haya puesto manos a la obra, a riesgo de precipitarse.
“Es normal que ahora los resultados sean más apretados, porque ya nadie regala nada ni juega alegremente”, explica el técnico, que no pretende hacer de ello una justificación. “Tendremos que buscar alternativas si los equipos se nos cierran”, dijo tras empatar sin goles en Cornellà ante el Valladolid hace una jornada. Ese día, Aguirre vio cómo Djukic le había tomado la matrícula y de- cidió emplear uno de los recursos que mejor le ha funcionado desde su llegada: la sorpresa.
Lo fue salir a Vallecas con dos delanteros, aunque eso no hizo que el Rayo jugase diferente. Al contrario: supuso una ventaja para los de Jémez, ya que la posición adelantada de Víctor Sán-
Más que los tres puntos, en Vallecas estaba en juego cambiar el papel de mal visitante
chez tratando de hacer las veces de Verdú debilitó el centro del campo españolista. Como único hombre por delante de la defensa, Forlín fue incapaz de atajar el juego rival en la frontal del área. Consciente de su error, Aguirre cambió hombres y posiciones, su equipo fue otro, pero volvió a ser incapaz de ver la puerta rival. Faltó tiempo y acierto.
Para conseguir lo antes posible el objetivo de los 42 puntos, el técnico decidió arriesgar fuera de casa, donde el Espanyol muestra más carencias. No sólo ahora. Si en la década que jugó en Europa conseguía un 30% de los pun- tos fuera de casa, desde que está en Cornellà, el equipo suma poco más del 20% de sus puntos a domicilio. Unos porcentajes que con Aguirre están volviendo a cambiar después de que su equipo amarrase los empates obligados de Granada y Zaragoza, de dar la sorpresa en el Bernabeu y de golear en San Mamés.
Con la garantía de haber conseguido crédito para equivocarse, Vallecas era una oportunidad. Más que los tres puntos, estaba en juego cambiar una dinámica que viene de muy lejos. Ahora, Aguirre deberá seguir buscando el gol. En casa o fuera.