EE.UU. repite tragedias
Un tornado causa en Oklahoma un desastre casi idéntico al sufrido en 1999
La magnitud del desastre de Oklahoma también ofrece una radiografía de Estados Unidos, el país más rico del planeta. Las imágenes de destrucción, las montañas de escombros, donde sobresalen los montones de cartón piedra con los que se construyen viviendas a precio de hipoteca tóxica, no distan mucho de lo visto en Bangladesh cuando se derrumba un edificio, sin que la opinión pública occidental pestañee ante el millar de cadáveres.
Otro desastre natural, esta vez en forma de tornado, algo habi- tual en ese territorio –el cuarto desde 1998–, anunciado con antelación, retransmitida su ruta en directo por televisión, ha sembrado el dolor en el corazón de los estadounidenses. En especial por figurar al menos nueve colegiales de primaria en la lista de los como mínimo 24 muertos.
“No es un cómputo cerrado”, advirtió la gobernadora, Mary Fallin. Había 237 heridos. Un centenar de personas, de las que más de la mitad eran niños, fueron rescatadas vivas de las ruinas durante la noche. Y seguían buscando.
Llueve sobre mojado. ¿Por qué no se invierte en buscar una solución?, se preguntaron no pocas voces el día siguiente. En esta zona, el 3 de mayo de 1999 se registró otro tornado, todavía más potente, que dejó 44 muertos, dañó 600 domicilios y 100 negocios y, como ahora, afectó a un par de escuelas, “pero los críos no estaban entonces en las aulas”, recordó el funcionario Steve Eddy. Nada parece haber cambiado.
Luto nacional y baile de cifras sobre víctimas mortales en medio del desconcierto y el caos.
El viento, de incluso más de 300 kilómetros por hora y un diámetro de dos kilómetros, golpeó sobre las tres de la tarde del lunes (las diez de la noche en España) un área de 32 kilómetros cua- drados, en especial en Moore y Newcastle, dos suburbios al sur de Oklahoma City. Casas destrozadas, calles que han desaparecido, coches desguazados, árboles arrancados de cuajo, incendios, infraestructuras de servicios arrasadas, un hospital muy perjudicado y lo dicho, dos escuelas convertidas en cascotes.
En medio de esa “zona de guerra”, como la definieron algunos testigos presenciales, o “uno de los tornados más destructivos de nuestra historia”, como lo calificó ayer el presidente, Barack Obama, las primeras informaciones
oficiales sobre el número de difuntos ascendió a 51, de los que una veintena eran niños de la escuela Plaza Towers, donde optaron por mantener a un grupo de alumnos al creer que era un lugar seguro. De madrugada, algunos medios aumentaron la cifra a 91.
“Estamos revisando en todas las propiedades en que se han producido daños”, afirmó Gary Bird, el responsable del cuerpo de bomberos. Mientras continuaban las tareas de rastreo y los esfuerzos de los rescatadores, equipados con sistemas de detección térmica y con la ayuda de perros adiestrados, las autoridades hicieron otro recuento. Aunque temían que aparecieran más cuerpos, los que se podían enumerar habían bajado a los citados 24.
La imagen más terrible fue el hallazgo de siete criaturas juntas, sin vida, en el sótano del Plaza Towers. En la Briarwood, la otra escuela destrozada, no se registraron pérdidas humanas.
Amy Elliot, la portavoz del servicio sanitario de la ciudad, reconoció que “el cómputo no ha sido muy exacto”. Hubo cadáveres que, fruto de la descoordinación, se contaron por duplicado.
“Oklahoma tendrá todo lo que necesite”, subrayó el presidente Obama en un mensaje a la nación, una vez que la noche del lunes había firmado la declaración de desastre. La Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA) se desplazó al enclave, donde se calcula que hay 20.000 familias desplazadas. “Es difícil saber cuántos ciudadanos se hallan desaparecidos –remarcó Craig Fugate, responsable del FEMA sobre el terreno–. Pero habían aparecido la mayoría de las 48 personas que se dieron por ausentes en las primeras horas.
“Para todos aquellos que se han visto afectados –añadió el presidente–, reconozco que encaran un largo camino. En algunos casos tendrán que absorber un dolor enorme. Sin embargo, este camino no lo vais a hacer solos”.
Fueron 40 minutos –los vecinos dispusieron de 16 para guarecerse entre la alarma y el impacto– de un viento en turbina de consecuencias demoledoras, pero que no de- jaron de ser un recordatorio de algo reiterado. Obama habló de “recuperación y reconstrucción” y ofreció “plegarias”. Esta receta no les pareció suficiente a muchos, a la vista de cómo se repiten las tragedias. A pesar de predominar el dolor y las historias de heroicidad, representantes de agrupaciones sociales o científicos no acallaron la reclamación de que se tomen medidas preventivas, y más ante la amenaza cada vez más evidente de los efectos del cambio climático.
Algunas autoridades insistieron en su proclama que, dada la potencia del azote de la naturaleza, no habría habido construcción que resistiese. Tim Samaras, investigador de tormentas de la National Geographic Society, replicó que, por ejemplo, las escuelas de Oklahoma no están construidas con las medidas precisas para resistir estos vendavales.
“La única manera de solucionar el problema –declaró a The
Washington Post– es edificar con techos a prueba de tornados estos colegios que albergan a 500 o 700 niños. Desgraciadamente, esto se descarta debido al coste económico. No existe aquí ningún colegio que pueda resistir fenómenos de escala cinco (como el del lunes y el de 1999) o de escala cuatro”.
Las previsiones no descartaban réplicas. Texas, Nebraska y Tennessee estaban en alerta. Mary Fallin, la gobernadora de Oklahoma, regresó asustada tras sobrevolar la zona en helicóptero. “Resulta sobrecogedor ver lo ocurrido –sostuvo–, pero recuperaremos nuestra fuerza.