¿Plegaria o exorcismo?
Debate en Italia sobre un gesto del Papa tras la misa de Pentecostés
El demonio es un asunto muy delicado que la Iglesia no puede tratar con ligereza. De ahí la prudente reacción del portavoz del Vaticano, el jesuita Federico Lombardi, ante un gesto que realizó el papa Francisco, el domingo pasado, tras la misa de Pentecostés. Hay versiones contrapuestas.
¿Fue o no fue exorcismo lo que hizo Jorge Mario Bergoglio con un hombre que le presentaron en el habitual saludo y bendición a los enfermos? Ante el comentario de un sa- cerdote que acompañaba a esa persona, el Papa cambió de expresión, se puso serio, colocó las dos manos sobre la cabeza del hombre y rezó unos instantes. El enfermo abrió la boca en una expresión entre el dolor y la liberación.
Durante la retransmisión de TV2000, la cadena de los obispos, se afirmó de inmediato que el Papa acababa de realizar un exorcismo. Lombardi lo negó. Según él, “no fue un exorcismo sino una plegaria” ante alguien que sufría.
A Juan Pablo II se le atribuyeron dos ritos de exorcismo, en 1982 y en el 2000, después de varios siglos en los que no se tenía noticia de que los papas realizaran tales prácticas.
El padre Gabriele Amorth, decano de los exorcistas, intervino en un programa de radio para reiterar que lo del domingo “fue un verdadero exorcismo”. Amorth rebeló que la persona en cuestión no era un muchacho joven –como se había informado– sino un mexicano de 43 años, casado y con hijos. Este individuo acudió a pedir ayuda a Amorth justamente ayer. Según el cura exorcista, el mexicano estaba poseído por cuatro demonios, como venganza de Satanás contra los obispos mexicanos por su tibia resistencia al abor- to. Para Amorth, lo que Francisco hizo el domingo fue una especie de rito abreviado de exorcismo, sin usar las fórmulas escritas completas.
Francisco procede de un continente en el que la espiritualidad carismática y los exorcismos están muy presentes. Él mismo habla a menudo del demonio. Lo hizo ya en su primera homilía, el 14 de marzo, en la Capilla Sixtina, al día siguiente de su elección. Hace poco insistió en que había que defender a la Iglesia de “las insidias de El maligno”. Con o sin exorcismos, Francisco no da tregua al demonio.