Rebelión ‘tory’
EL primer ministro británico, David Cameron, está haciendo frente a una rebelión en su propio partido, el conservador, que se muestra profundamente dividido ante dos cuestiones: la ley para el matrimonio gay y el prometido referéndum sobre la Unión Europea, una iniciativa que se ha convertido en un auténtico problema para el líder conservador. En el fondo, lo que se debate es la continuidad de Cameron, al que acusan de blando, al frente de su partido, una parte importante del cual le ha retirado la confianza y ya está buscando sucesor para las elecciones del 2015.
El pasado mes de febrero, cuando los Comunes debatieron y aprobaron el proyecto de ley para el matrimonio de los homosexuales –desde 2005 existe el reconocimiento de la pareja gay en Gran Bretaña–, unos 150 parlamentarios tories votaron en contra de la iniciativa, lo que significó la escenificación de la falta de confianza del Partido Conservador en su líder. Desde entonces, el ala más conservadora se ha constituido en una fuerza más de oposición al inquilino del 10 de Downing St. El ascenso del ultraderechista y eurófobo UKIP (Partido por la Independencia del Reino Unido) ha actuado de espoleta ante el temor cada día más probable, según las encuestas, de que David Cameron fracase en las próximas elecciones. Pero dos años es mucho tiempo en política y el primer ministro insiste en su voluntad de modernizar a los tories y abrir el partido hacia una sociedad mucho más permisiva. Más del 55% de los ingleses está a favor del matrimonio gay y no se resigna a entregar ese nicho electoral a la oposición, y asume el riesgo de perder una parte de sus bases rurales, las más reacias a la propuesta.
La otra cuestión que enfrenta a David Cameron con una parte de su partido es la UE. El primer ministro moderó su posición sobre la consulta, para la que pide “paciencia táctica y estratégica”, mientras que una parte de la base tory exige la celebración del referéndum ya. Lo que induce a la prudencia del mandatario británico es el riesgo cierto de que abandonar la UE conllevaría la pérdida del mercado común europeo, con las lógicas consecuencias para los intereses económicos de Gran Bretaña. Esas dudas, que expresó a mediados de julio pasado en un artículo periodístico, pusieron de los nervios a los partidarios de abandonar la UE en su partido, por el aliento en la nuca del UKIP a costa de su electorado. Para intentar convencer al sector más eurófobo, en enero prometió la celebración del referéndum en el 2015, después de que ganara las elecciones, para proponer luego un modelo de relación con la UE que garantizara la permanencia del país en el mercado común europeo, una propuesta que desagradó a la Unión y, especialmente, a Angela Merkel, que le criticó por promover un modelo europeo a la carta. Las dudas del premier no han hecho más que perjudicar su imagen en el Reino Unido y en Europa. De ahí la rebelión en su partido.