Paseando con Chejfec
Antes de visitar Barcelona, Madrid y Cuenca para promocionar su nuevo libro, La experiencia dramática (Candaya), Sergio Chejfec, escritor argentino afincado en Nueva York, recaló en Vilafranca. Y yo tuve el privilegio de pasear con él para entrevistarlo, primero, y el de presentarlo, horas más tarde, en sociedad –esa exigua sociedad intelectual del lugar formada, sobre todo, por profesores de instituto cuyos intereses, a pesar de los pesares, no conocen el rigor de las tijeras–. (Por cierto, ¡qué suerte tenemos, en el Penedès, de que Paco y Olga, los editores de Candaya, dejaran atrás su etapa en el Maresme para instalarse en esta región de vinos!).
Chejfec – el polaco, como lo llaman en su país– es, en efecto, descendiente de polacos que emigraron a América huyendo del horror. Sus personajes son herederos del paseante de Walser o del flâneur de Baudelaire, tipos dados al fértil vagabundeo que tiene en Rousseau a su cima especulativa. Más de uno muestra una incurable obsesión por los mapas y, casi a modo de trasunto divino, por esa instancia que todo lo ve y todo lo controla que es Google Maps. ¡Cuánto les gusta ir de aquí para allá, reparando en los trampantojos que nos aguardan en la jungla de la ciudad o en los estropicios que van acumulándose, día tras día, en sus cuadras! En el libro, Félix y Rose son dos amigos –o dos amantes– que se dan cita una vez por semana para caminar por la urbe y hablar largo y tendido. A veces, el diálogo deviene en monólogo de Rose, actriz, que debe interpretar, en su próximo ejercicio de curso, una experiencia dramática. Otras veces, una alusión paralela permite al narrador desentenderse del relato de los dos conversadores para fijar el zoom narrativo en algo que se encuentra lejos, en el tiempo, y distante, en el espacio.
En un momento dado, Rose señala hacia un apartamento en el que tuvo lugar la fiesta de su boda. La narración nos introduce en un pisito atestado de invitados, y, finalmente, da con un objeto que no se sabe muy bien qué es: si alcancía o buzón. Unas pegatinas viejas dan cuenta de unas monedas (será, pues, alcancía). Chejfec describe –¡virtudes de la écfrasis!– el dibujo de cada una de las piezas. Pero la ranura del objeto simula la de un buzón. ¿Alcancía, buzón? ¿Narrador transgresor, poeta? No se pierdan este libro ni los anteriores del polaco, digo argentino.