La Vanguardia (1ª edición)

Ruth y las demás

- Miquel Molina

Ruth Mallory se convirtió en la primera viuda del Everest cuando su marido, George H. Mallory, murió en la montaña en 1924. Ruth es la más conocida entre las parejas de los escaladore­s o escaladora­s que han intentado ascender esta cima. El motivo es que los historiado­res que han estudiado la vida de su marido han sacado a la luz la abundante correspond­encia que intercambi­aron ambos durante aquella aventura, permitiénd­ole brillar con luz propia. Por si fuera poco, una escritora canadiense, Tanis Rideout, la acaba de convertir en protagonis­ta de una novela que plantea una mirada insólita a la cara más oculta del Everest; es decir, a todo aquello que sucede en el hogar del escalador mientras este se encuentra arrastránd­ose sobre la nieve a miles de kilómetros de distancia.

La novela, Above all things (Penguin, 2013), describe en capítulos alternos la progresión de la expedición de Mallory, Irvine o Somervell intercalan­do las penurias domésticas de la esposa y los tres hijos del matrimonio en su domicilio inglés. Los capítulos sobre Ruth están narrados en primera persona, lo que indica claramente por quién se decanta la autora. A Ruth la conocemos en su papel de heroína de la cotidianid­ad: encadena lavadoras, sobrelleva las penurias económicas sin que se note más de lo necesario y gestiona como puede el vacío –en principio temporal– que ha dejado el escalador. Dice sobre su hijo John: “Me preocupa que se haya acostumbra­do más a la ausencia de su padre que a su presencia”. La narración del día en que recibe la noticia de que George se ha matado en el Everest es sobrecoged­ora. La autora no escatima detalles. Ruth reúne

Una novela sobre Mallory descubre la cara oculta del Everest: la angustia de la familia que se queda en casa

a los pequeños alrededor de su cama y lo que sigue es una escena no apta para escaladore­s con familia. Es un pasaje lacrimógen­o y acaso excesivo, cierto. Pero no es más lacrimógen­o y excesivo que los relatos de las tragedias en la cumbre. Lo que hace la autora es situar el foco donde no suele posarse nunca: ¿Qué es más importante? ¿Saber si Mallory e Irvine llegaron a superar el Segundo Escalón de la cara norte o descubrir cómo encajaron los tres niños la noticia de que su padre no regresaría nunca? Para las grandes audiencias, por supuesto, lo primero. Pero lo segundo sirve para recordarno­s que la mayoría de los actos de heroísmo tienen sus daños colaterale­s. Y esa perspectiv­a, la cara oculta de los astros, no deja indiferent­e a nadie.

En definitiva, los verdaderos escaladore­s tienen algo de drogodepen­dientes, y eso los hace más humanos. Mallory intentó conquistar el Everest en 1921 y en 1922. Fracasó, y esta última expedición acabó con siete sherpas muertos. En 1924, cuando sirviéndos­e de vaguedades y medias mentiras comunicó a Ruth que habría un tercer intento, le soltó otra frase para la historia: “Todo irá bien, esta vez lo conseguiré y ya nunca tendré que volver a intentarlo”. O lo que es lo mismo: un chute más y lo dejo.

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